Imagen: Rachel
Elías.
Las piernas de Rachel colgaban en mi pecho, y sus manos al caminar tocaban mi trasero por el movimiento, pasar entre tantas personas no fue fácil aunque ninguna de ellas nos dedicaba tiempo para observar como estábamos avanzando.
Me dirigí hacía la piscina para agarrar mi ropa y junto con ella mi celular. Caminé lejos del borde ya que me tambaleaba al caminar por el efecto del alcohol, coloqué a Rachel en una silla de playa para darme media vuelta y recoger mi ropa que ya había visualizado al lado de la piscina.
Pero no pude darme completamente la vuelta porque un puño golpeó violentamente mi cara haciéndome retroceder, mi mano detuvo el sangrado de mi nariz que goteaba como grifo y miré a mi atacante, Carl. Se encontraba totalmente ebrio y a duras penas podía mantener sus pies en el suelo dos segundos.
—¡Eso es por llevarte a Rachel!—gritó arrastrando las palabras completamente borracho.
Lo ignoré y pase de largo para agarrar mi ropa pero esta vez revisando que no vaya soltarme otro golpe, lo intentó pero pude esquivarlo y empujarlo hacía el agua, el cuerpo de Carl cayó ruidosamente y varios fueron ayudarlo mientras intentaba mantenerse en equilibrio. Rachel había recuperado la conciencia, me miró asustada, agarré su mano y la adentré a la casa.
Martín corrió hacía mí alarmado viendo la sangre de mi cara y Rachel un poco más consciente.
—Permíteme detener eso amigo—refiriéndose al sangrado—sígueme—asentí cuidadosamente y subimos a la misma habitación en donde habíamos estado anteriormente.
Rachel se sentó en la cama al lado mío mientras Martín iba por el botiquín al baño del cuarto de huéspedes, no dijimos nada y no creo que recuerde lo que hicimos aunque tampoco creo recordarlo mañana.
—Yo lo hago, Martín—se ofreció Rachel agarrando el botiquín mientra se ponía de pie enfrente de mí, agarró un pedazo de algodón remojándolo con alcohol y sabía lo que venia a continuación. El algodón fue presionado en mi nariz haciendo que gruñera.—Es por mí que estás así—la culpa se hacía palpable en su voz, la mano que no estaba presionando mi nariz se encontraba acariciando mi mejilla. Me incomodé a causa de Martín pero ya se había retirado.
—No fue nada, Carl es un idiota—dije en un gruñido sintiendo el ardor de la sustancia.
Rachel rió, tiró el algodón y me puso una venda con pegamento que rodeaba mi nariz.
—Te ves muy guapo—dijo burlona, pero su sonrisa desapareció cuando su dedo índice recorría lentamente mi labio inferior.
Debí haberla detenido, haber evitado que pasara pero no podía. Una parte decía que debía detenerme por Madeline pero no tenía sentido, ella no me quería y si antes no quería verme ahora menos o si quiera escucharme. Rachel estaba aquí, quería sentirme cerca, me quería a mí tan siquiera esta noche y ¿Madeline? No me quería para ninguna ocasión, me había empujado, me había alejado. ¿Qué más daba?
Rachel me pidió permiso abriendo mis piernas, acabando en medio de ellas mientras bajaba su rostro para encontrar mis labios.
El beso se intensificó, agarré sus piernas para que se sentara en mi regazo y éstas rodearan mi cintura, se encontraba besándome y jugueteando con mi cabello encima de mí. Agarré su trasero y me di media vuelta acostándola en la cama mientras nos desnudábamos.
***
La luz del día se introdujo por las ventanas, fruncí el ceño mientras sentía un peso sobre mi cuerpo. Una melena rubia se encontraba reposando en mi abdomen y fue ahí donde los sucesos me golpearon como una ola. Agarré con cuidado su cabeza y me levanté poniéndome mi ropa interior y mis pantalones de la noche anterior.
Mi cabeza martilleaba a protesta del alcohol consumido, bajé las escaleras llenas de vasos y botellas de vidrio. Martín se encontraba limpiando en el piso de abajo, cuando escuchó mis pasos se dio la vuelta y me sonrió.
—¿Qué tal amigo?
—Fatal, me duele la cabeza—me quejé mientras colocaba las palmas de mis manos en mis sienes.
Rápidamente corrió hacía la cocina y volvió con una pastilla para el dolor de cabeza, le agradecí mientras me la tomaba.
—Puedes darte una ducha si lo deseas, te hará sentir mejor—ofreció.
—Claro, enseguida vuelvo.
Subí de nuevo al cuarto cerrando la puerta detrás de mí. Rachel aún seguía dormida, yacía en la cama completamente desnuda y las sábanas blancas nada más se encargaban de cubrir su pecho pero su trasero estaba descubierto.
Pero nada de eso me atrajo, sabía que pasaría, yo no la deseaba, y tampoco se me hacía atractiva sexualmente pero ahí había estado.
—Baboso—susurré.
Me adentré al baño y me di una ducha, dejando que el agua borrara los rastros de los besos de Rachel por mi cuerpo, la espalda me ardía pero sabía que eran arañazos que ella había dejado a manera de satisfacción cuando entré...bueno ya saben.
Salí con una toalla blanca envolviendo mi cintura.
—Mmm—un ronroneo me hizo dar un brinco, Rachel se encontraba despierta, sentada con las piernas de lado sobre la cama sin nada que la cubriera. Me miraba con deseo, mordiendo su labio.
—Buenos días, Rachel—dije sin mirarla—Puedes bañarte si gustas, hay toallas y jabón de más en el baño.
La pasé de largo y me coloqué mi ropa, apestaba a todo menos limpio.
—Está bien—se levantó contoneando su trasero y negué con la cabeza. Trataba de seducirme pero tendría que tener alcohol en mi sistema para volver a caer.
Bajé las escaleras cuando Rachel entró al baño, como si estuviera persiguiéndome el diablo mismo y llegué con Martín.
—¿Te encargo a Rachel?—pregunté desesperado.
—¿Qué? Pero que ustedes dos...
—No—Le corté—Bueno sí—pasé las manos por mi cabello—Pero es complicado ¿la llevas a casa?
—Claro, cuando Rick despierte que lo lleve...
¿Rick estaba aquí? Volteé y lo visualicé en el último sillón durmiendo con la boca abierta, corrí hacía él palpando sus bolsillos hasta que encontré sus llaves.
—¡Te la encargo Martín, te debo muchas!—grité en la puerta mientras salía de la casa, huyendo de todos los problemas ya creados.
Elías, Elías, Elías, ¿Qué haremos contigo?
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Las quiero mucho ♥☼
Nao fuera
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Pedazos® [Completa]
Historia CortaMadeline era una chica rota y claramente antisocial, la escuela la ignoraba por completo y yo era uno más en la lista. Nunca me percaté el momento en el que ella se volvió una necesidad, una necesidad para mí. -Quiero juntar todos los pedazos y hace...