XVII.

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Madeline en la galería, esa es la Madeline segura ahr e.é

Madeline.

—Vuelve cuando sea necesario—mi tía me enredó en sus brazos otorgándome en cálido abrazo—Estaré aquí cuando me necesites—musitó en mi oreja y me soltó mirándome con orgullo.

—Gracias—le sonreí mientras me subía al taxi.

Me despedí con la mano mientras la agitaba hacía mi tía. 

Había pasado un mes desde que salí de Boston, el viaje se alargó después de que mi tía Audrey -hermana de mi mamá- se diera cuenta de que tenía mucha carga sobre mí y que necesitaba a alguien con quién hablar.

Decidí irme antes del día de su suicidio porque sabía que sería algo difícil y en casa, cada día sentía su habitación llamarme para que me sumergiera en los recuerdos de haberla encontrado ahí en su cama, en un sueño que ya no tenía fin.

Le conté todo a Audrey, desde ese día que mi papá nos dejó, la muerte de mi mamá, también de Elías...Elías, un nudo en mi estómago se formaba al pensar en él, mis ojos soltaban chispas al mencionarlo dijo mi tía. Descubrí que es lo que siento por él, hasta hice una lista.

Saqué de mi bolso un papel doblado y lo leí para repasarlo.

Gratitud: Sobre todas las cosas, estaba agradecida. Elías había mostrado interés en mí que nadie había mostrado desde hace años, malinterpreté sus intenciones y pensé que sólo quería llevarme a la cama y demostrar que podía con todas las chicas.

Arrepentimiento: No por conocerlo, sino por desaprovechar el tiempo que pude haber tenido con él.

Enojo: Besando a su amiga Rachel, en una habitación solos.

Alivio: Que me siguiera y saliera del cuarto a pleno acto sexual. ¿Significaba algo no?

Celos: Estuve celosa y me enojé con él sin ser algo más.

Curiosidad: Quería saber más de él.

Añorar: Quería verlo una vez más.

Amor: Lo quería y mucho. ¿Cómo algo más? No sé.

Doblé el papel y dejé escapar un suspiro mientras imaginaba mil y un escenarios donde nos volvíamos a encontrar, donde yo le daría una explicación de mi ausencia, una explicación de mi comportamiento, quizá otra de mis sentimientos.

Él había sido demasiado claro, me había dicho que me conquistaría, después me protegió, me besó y me buscó. Me sonrojé al recordarlo y mi labio empezó a arder, pasé mi dedo por él mientras imaginaba sentir los labios de Elias sobre los míos. 

—¿Señorita?—el taxista me sacó de mis pensamientos y me sonrojé aún más al pensar que me observó.

—¿S-sí?—carraspeé. 

—Llegamos a la estación de autobuses—su irritación era notoria. Dejé escapar un gritillo de sorpresa y le di su dinero.

En cuanto saqué mis maletas de la parte trasera, aceleró.  

Pero que genio.

Inmediatamente busqué el autobús 4A y subí para acomodarme en mi asiento. 

De dos cosas estaba segura: iría a Boston con una actitud diferente; lo primero que haría al llegar sería buscar a Elías.

El autobús empezó a llenarse lentamente, el asiento de a lado estaba desocupado, el chófer había encendido el motor y  todo estaba listo para partir hacía Boston. Por el rabillo del ojo observé una figura corriendo hacía el camión, pidiéndole a gritos que se detuviera, su maleta tirada a unos metros de él delataba que no había llegado a tiempo. 

Para su fortuna, el chófer lo miró y se detuvo. El muchacho retrocedió para ir por su maleta y subirse, le agradeció al señor y caminó hacia el asiento desocupado al lado del mío.

Un muchacho rubio se encontraba a mi lado, su parecido era similar al de Elías, revolvió mi estómago y lo ignoré mientras observaba hacía la ventana. Desprendían la misma esencia: seguridad.

—¿Qué tal?—sonrió con seguridad, miré sus dientes perfectamente derechos y me sonrojé. ¿Pero qué?

—Bien—musité irritada con la situación y volví mi vista a la ventana.

Me había sonrojado de la nada y lo peor, es que él lo había notado. Su risita se dejó oír ocasionando que me alejara más mentalmente de ahí y me transportara al hermoso paisaje.

Carros pasaban por debajo de nosotros, observaba su techo con facilidad y la carretera era tan suave que el camión no proporcionaba ruidos por el cemento. Árboles y áreas verdes se alzaban alrededor creando un panorama digno de adorar e incluso fotografiar. 

—Edward—la voz del muchacho sentado al lado de mí llamó mi atención, lo miré frunciendo el ceño.—Así me llamo ¿tú?

—Madeline.

Fue todas las palabras que intercambiamos.

Sentía la mirada pesada del rubio pero jamás lo volteé a ver, ansiaba llegar a Boston y poder escapar de aquellos ojos café que me aprisionaban contra la ventana del camión.

Al llegar, bajaron con calma pero en cuanto a mí salí echa prisa cuando Edward me dejó pasar delante de él y me dirigí a mi casa. 

Al estar frente de ella respiré hondamente y abrí la puerta adentrándome.

Después de dejar mis cosas, buscaría a Elías.

Me detuve bruscamente en el umbral y aventé las maletas.

—¿Por qué no ir ahorita?—sonreí y cerré la puerta detrás de mí mientras me dirigía a la escuela.

Aún tenía dos horas antes de que salieran, lo buscaría y le daría la lista que había hecho.

¡Holaaa!
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Las quiero



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