{Capítulo 6}

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Salí de la oficina y recordé que est noche tenía que ir a la cena de publicidad del país, acompañando a mi marido por ser la esposa de alguien tan exitoso como él.
No me apetecía nada ir con él a ningún sitio, pero Nathan iba a recoger un premio y teníamos que ir.

Al menos no tendría que cruzármelo en toda la tarde, hasta que se dignara a aparecer para irnos.

En esas fiestas la gente se vestía de etiqueta, así que compré un vestido que me encantó nada más verlo.

Salí de la ducha y me maquillé un poco más de lo normal; quedé satisfecha con el resultado y favorecía muchísimo a mi rostro pese mi mala cara.

Ondulé mi cabello un poco y miré la hora; se me había echado el tiempo encima.

Efectivamente, era tarde ya, Nathan entró a casa:

-¡Victoria! -apareció en la habitación vestido muy elegante, la verdad que le favorecía muchísimo aunque no quisiese mirarle con buenos ojos. -¿Qué haces sin vestir aún? Salimos en dos minutos.

Saqué el vestido del armario y me lo puse lo más rápido que puse.
Era un vestido elegante, negro, estilizado y con unas mangas que llegaban hasta los codos.
Me puse los tacones y ya estaba lista.

-¿De verdad vas a llevar ese vestido? -preguntó.

-Sí... ¿No te gusta? -respondí cabizbaja.

-Si tuvieses otro cuerpo estaría bien, pero no te pega eso, estás bastante ridícula. -gruñó.

Todo lo que me gustaba ese vestido y mi aspecto de esa noche se esfumó. Sólo tenía ganas de quitarme la ropa y quedarme en casa.

Salimos de casa y hacía un frío horrible:

-¡Mierda! Tengo que volver a por mi chaqueta. -suspiré.

-Vamos tarde, te vas así y punto. -ordenó.

Me estaba muriendo de frío, el aire congelado me estaba entrando por los huesos y estaba tiritando.

Llegamos al gran salón de la fiesta y ya me encontraba mal. Obviamente, no le dije nada a Nathan porque se enfadaría.

Todos se acercaban a mi marido con admiración; yo simplemente era la acompañante.

-Victoria, cariño. -Nathan siempre me trataba diferente ante todos. -Éste señor es el encargado de la agencia de patrocinaciones.

Me acerqué para darle dos besos y el hombre me detuvo estrechando su mano como saludo. Ups.

-Compórtate, puta. -me susurró Nathan al oído dándome un golpe fuerte por detrás que me hizo soltar un grito ahogado.

-Nathan, tienes que subir a recoger tu premio en menos de media hora, será un momento mágico. -el señor le hablaba con admiración.

-Está bien. ¿Me acompaña a por una copa? -ofreció mi marido. El hombre asintió y se fueron hacia la otra punta del lugar.

No sabía si aguantaría toda la noche por el malestar. Me dirigí a un saloncito en el que parecía que no había nadie y me senté en uno de los sofás.

Masajeé mi sien como intento de aliviar mis náuseas y dolor, y noté una voz familiar discutir con alguien por teléfono:

-Sierra, sólo te pedí una cosa, ¡una! -parecía alterado. -Sabías lo importante que era para mí tu presencia en esta noche, pero no puedes abandonar tus estúpidas compras ni un sólo día por tu marido. Sólo miras por ti, no sé cómo no me di cuenta antes... -oí como colgaba el teléfono.

Víctima SilenciosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora