{Capítulo 19}

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Marta se quedó a pasar la noche conmigo porque Nathan no se dignó a aparecer. Me imaginé que estaría de fiesta con sus amigos, bebiendo por la ciudad.

Tenía suerte de tener a una amiga como Marta, y tenía miedo de que, el día que le contara la verdad sobre mi marido, se enfadase conmigo. Sería comprensible porque yo misma me sentía enfadada conmigo misma al no contarlo.

Por mucho que quería a Marta, sentía que pensaría mal de mí si le contaba lo éstupida que era al haber acabado así. Y no quería que ocurriese eso.

Al día siguiente, mi amiga se fue a trabajar y el médico vino a hacerme la revisión de la operación.
Según me dijo, tuve suerte; la operación había salido de maravilla y solo tendría que dormir una noche más en el hospital. Después estaría unas semanas dolorida pero, al menos podría irme a casa y, si me encontraba bien, volver al trabajo.

Pasé la tarde sola leyendo una revista que me trajo Marta; daría lo que fuese por tener a alguien ahí, me sentía demasiado sola.

Como si mis deseos se hicieran realidad, alguien apareció en mi habitación:

-Hola. ¿Puedo pasar? -Liam estaba en la puerta con un precioso ramo de flores.

-¡Sí! -me moría de ganas por hablar con alguien, y más si se trataba de él. -Pasa.

Se sentó a mi lado y besó mi frente:

-Las flores son preciosas. -sonreí inhalando el olor a jazmín que reinaba en mi habitación. -¿Cómo sabías que son mis favoritas?

-Siempre que entraba a tu despacho olía a jazmín.

-Vaya... Muy observador. -sonreí. Sólo él me sacaba las sonrisas en esa situación.

-Más de lo que crees. -hizo una pausa. -Vicky... Lo siento por el numerito de ayer, es que...

-Shh. -posé mi dedo índice sobre sus preciosos labios para que se callara. -No tienes que disculparte. -en ese momento solo deseaba su compañía, todo lo demás me daba igual. -Por cierto, ayer me dijiste que teníamos que hablar. Cuéntame.

Me incorporé y me senté en la cama para estar más cómoda. Estaba ya harta de estar tumbada y, como dijo el médico, me estaba recuperando muy rápido.

-Sí, tenemos que hablar, seriamente. Vicky... yo no pretendía hacer lo que hice, de verdad... -parecía arrepentido de verdad.

-Me estás asustando, ¿qué hiciste? -agarré su mano y le acaricié.

-Cuando ibas a entrar a quirófano me pediste que llamase a Nathan para avisarle. -hizo una pausa y me temí lo que se venía. -Como no me contestó tras llamarle 3 veces, decidí mandarle un mensaje desde tu teléfono, y...

-Y... -dije.

-Al subir sin querer leí un mensaje antiguo de Nathan; no fue a posta, lo prometo. Me quedé extrañado y tuve que leer un poco más. Así estuve hasta que descubrí lo que me temía de hace tiempo...

-¡No tenías derecho! -grité soltando su mano con enfado.

-¡Déjame acabar! -suplicó. -Leer esos mensajes me han revuelto el estómago, solo con pensar que todas mis sospechas eran ciertas... Desde el primer momento pensé en que Nathan era un cabronazo, no entiendo por qué sigues con él...

-¿¡Pero a ti qué te importa!? Es mi marido y mi relación, no tienes por qué opinar nada ni cotillear mi vida. -me molestaba que hiciera eso.

-¡No me voy a quedar de brazos cruzados mientras él te está matando! No te imaginas la noche tan mala que he pasado... ¡No puedo consentir que te trate así! -parecía una competición de haber quién gritaba más. Por suerte, la puerta estaba cerrada y los enfermeros no oían nada.

-¡Creo que soy mayorcita para decidir lo que quiero, y quiero que no te metas más en mi vida personal! -una lágrima solitaria se escapó de mi ojo. La sequé rápidamente.

-¿¡Cómo voy a vivir tranquilo sabiendo que te hace tanto daño!?

-¿¡Y se puede saber por qué te preocupas tanto por mí!? -exclamé.

-¡Porque me importas, mucho! -respondió. -Me duele mucho pensar en lo que Nathan te esté haciendo.

-¿Y por qué me tratas de esta forma tan especial? No eres más que mi jefe. -quería ver hasta dónde podía llegar.

-Ya sé que para ti no soy más que tu jefe, me lo dejaste muy claro el otro día; pero tú... yo...

-¡Vamos, di lo que tengas que decir! -supliqué llorando.

-¡¡¡Estoy enamorado de ti!!! -después de eso dejé de chillarle y me callé de una vez. -No tiene ninguna explicación, desde el primer día que te vi y me tiraste ese café encima no dejo de pensar en ti. Sé que es una locura, que estoy casado (aunque, como bien sabes, mi matrimonio es un fracaso) y miles de cosas más. Pero no puedo controlar mis sentimientos hacia ti y te prometo que son ciertos, no estoy jugando contigo, nunca jugaría con ninguna mujer. Por eso no puedo verte así de mal; verte llegar con esa carita de pena al trabajo, que recibas golpes, humillaciones y todo lo que te haga ese capullo. Odio cuando te humilla y te hace creer que no vales, cuando eres perfecta. No puedo consentirlo. -sus ojos se humedecieron y yo no dejaba de llorar. Nadie me había dicho algo tan bonito nunca. -Estoy loco por ti, Vicky; necesitaba que lo supieras. Sé que, como bien dijiste, no sientes lo mismo que yo pero...

No merecían la pena más explicaciones.
Me abalancé a sus labios y le besé con toda la intensidad que pude. Tenía que demostrarle que yo también estaba loca por él. Me dolían las costillas porque aún tenía que permanecer inmóvil, pero en ese momento todo me daba igual.

 Me dolían las costillas porque aún tenía que permanecer inmóvil, pero en ese momento todo me daba igual

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-Vicky... No quiero que confundas tus propios sentimientos...

-No, Liam. Mis sentimientos hacia ti siempre han sido los mismos... Yo... estoy enamorada de ti; no quería admitirlo porque tenía miedo, pero decirte lo que te dije fue la mentira más grande que existe. Te quiero, y te necesito en mi vida. -me costó decirlo pero me dejé llevar y lo hice. -Te quiero como a nunca he querido a nadie y siento haberte ocultado la verdad pero es que... ¡tengo mucho miedo! -no pude evitarlo y volví a llorar de nuevo.

-Shhh... -me pegó contra su pecho y lloré en su hombro como nunca. Jamás me sentó tan bien algo. -Tranquila, estoy contigo y no te verás más sola en ésto. Todo irá bien, te lo prometo.

Y así en su regazo fue cuando, después de mucho tiempo, me sentí tranquila, me sentí segura.

Víctima SilenciosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora