{Capítulo 12}

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-Perdón, me retrasé un poco. -me senté junto a Jason en la pequeña sala, que me miró con desafío y yo con enfado. Ese capullo estaba ahí gracias a mí.

-No importa. Os reuní para contaros un poco, pero seré breve y acabaremos pronto. Bien. -nos repartió unos papeles que eran las entradas para mañana. -No lo perdáis. Como ya sabréis, tenéis que vestir de etiqueta. Mañana a las ocho tenéis que estar aquí, un chófer privado vendrá a recogernos y nos llevará al lugar. Tendremos el día libre y por la noche empieza la gala, en la que Jason tendrá que recoger su premio y dar un discursillo, lo típico. Acabará tarde y volveremos al día siguiente.

-Pero, ¿dónde dormimos? -preguntó Jason.

-Ah, se me olvidó deciros. Resulta que hay muchas personas como nosotros invitados a esa gala, así que tuvieron un problema de espacio en el hotel y tendremos que compartir los tres. No os preocupéis, tendremos una especie de habitación para cada uno. -suspiré con alivio al oír el final.

-Vale pues, si no hay nada más que oír, me voy a preparar el mejor discurso que oiréis en vuestra vida. -Jason se levantó para irse. Qué estúpido arrogante, no sé cómo pude ser tan tonta y acabar con él; fui una imbécil.

-Hasta mañana, Jason. -dijo Liam cuando se fue.

-Bueno, yo también me voy yendo... -me levanté.

-Veo que ya estás mejor... -asentí al momento. -Por cierto, no te llevas muy bien con Jason, ¿o es impresión mía?

-Cosas del pasado. -no quise especificar y afortunadamente él no insistió. -Me debo ir ya, tengo que comprarme un vestido para mañana.

-No te comas la cabeza, te pongas lo que te pongas estarás preciosa. -oí mientras salía.

-¡Pelota! -me reí. -Hasta mañana.

Salí del edificio con una sonrisa en la cara; desde hacía un tiempo volvía feliz, me olvidaba de todos los problemas que tenía en casa.

Busqué en tantas tiendas el dichoso vestido que perdí la cuenta de ellas, hasta que entré en la última y, de lo cansada que estaba, ni me lo probé.

Era bastante bonito y parecía de mi talla; o eso creí.

***

Dejé la bolsa en la entrada de casa y al momento apareció Nathan:

-¿Dónde estabas? -preguntó molesto.

-Fui a comprar un vestido para mañana. -expliqué.

-¿Mañana? ¿Qué pasa mañana? -preguntó.

-Voy a una gala del New York Times con la empresa y dormiré fuera. Volveré al día siguiente. -me temblaba la voz porque sabía que no aceptaría sin reproches.

-No quiero que vayas. -se sentó en el sofá. Me lo temía.

-No necesito tu permiso. -debí haberme callado eso.

-¿Cómo dices? -preguntó a punto de gritar.

-Quería decir... No te preocupes, volveré en cuanto acabe todo y te llamaré. -intenté calmar a la bestia.

-Te dejaré ir porque creo que ayer me pasé un poco. -y tanto se pasó...

-Gracias. -me dirijí a la habitación. No quise reprocharle nada por las ganas que tenía de ir a la famosa gala.

-¿También va el gilipollas de tu jefe? -cruzó sus brazos. No me gustaba nada que hablase así de él, pero no le diría nada.

-Sí, sí que va. -intenté restarle importancia.

-Ese cabrón hace lo que sea por estar cerca tuya. Un día me las pagará. -se quejó.

Ignoré su ridículo comentario y me fui a preparar la maleta.

Era pequeña (pues no necesitaba más para una noche), pero me cabía lo necesario: ropa arreglada, una muda para dormir, un necesser y poco más.

Me dormí ansiosa porque llegara el día siguiente.

Víctima SilenciosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora