Capítulo 7

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Si pensaste que el universo era una perra, espera a ver al famoso destino.


Las clases de música, aunque rutinarias para muchos, para mí eran un refugio. El piano, las notas que danzan como ecos en el aire, las piezas nuevas, los sentimientos nuevos que nacen en cada acorde.

Recorrí las tiendas de instrumentos dentro del campus con la esperanza de hallar algo que despertara algo en mí, y lo encontré. Un violonchelo eléctrico de un blanco puro que parecía invocar mis sueños más ocultos. Lo anoté en mi libreta de proyectos y metas, como si pudiera alcanzarlo algún día.

Cuando tomé el camino de regreso hacia mi habitación, la vi. Esa figura pequeña, con cabello castaño y ojos de tormenta, se erguía en medio del pasillo. Era Stella Van der Wildt, la chica de la clase de literatura.

— ¿Stella? — la llamé, esperando captar su atención. Ella me miró con algo de desconcierto.

—¿Qué? — respondió, su tono era cortante, pero había algo intrigante en su mirada.

— No sé, es como si te hubiera visto en algún lado... — dije, más para mí mismo que para ella, pero no pude evitar que mis palabras quedaran flotando entre los dos. Mi mente rezaba a todos los dioses conocidos para que no me reconociera.

— No consigo saber de dónde... ¿Qué haces? — preguntó con una ligera curiosidad, aunque su postura seguía tan firme como siempre.

Me quedé quieto, buscando la manera de recuperar el control de la situación.

— Voy a mi habitación. A menos que tengas otros planes y... — mi voz se cortó en el aire cuando ella me golpeó con la palma de la mano. Apenas sentí el impacto, pero su gesto me descolocó.

— ¿Qué quieres? — le pregunté, extrañado, mientras una leve risa nerviosa escapaba de mis labios.

Ella, sin embargo, estaba distraída mirando la pantalla de su teléfono, y entonces lo recordé. La fiesta. Todo lo que había sucedido.

— Lo lamento, no lo recordaba. Me disculpo, señorita — me apresuré a decir, sintiendo cómo la incomodidad se apoderaba de mis palabras.

Su mirada se intensificó. Un destello de algo en su expresión me hizo temer lo peor.

— ¿Qué dijiste? — frunció el ceño, y por un momento sentí que mi estómago se hundía.

— Dije que lo lamento — recalqué, deseando que mis palabras al menos pudieran salvarme.

Una risa sarcástica

Se formó en su rostro, pero no me dio tiempo de respirar tranquilo.

— Esa frase me trae recuerdos... trágicos — dijo, y mi cabeza fue invadida por una tormenta de pensamientos. "Maldita sea, ¿qué hice?"

Apreté los dientes, sabiendo que no podía hacer mucho para remediar lo que acababa de soltar.

Pero de alguna forma, su expresión se suavizó. Su rostro dejó de mostrar enojo, y un respiro largo me permitió relajarme, aunque todavía estaba luchando con los demonios que mi mente había desatado. Finalmente, traté de cambiar el rumbo de la conversación.

— ¿Por qué no vamos a casa de Ash? — propuse, buscando distraerla de aquellos pensamientos que habían comenzado a formarse.

Stella revisó su teléfono y, después de un par de segundos, asintió con la cabeza.

Tomé mi celular y envié un mensaje rápido a Ash, quien contestó con un lacónico: "No estaré en casa enseguida. Pueden esperar allá, ya le he avisado al servicio que van de camino".

Te Pertenezco (Parte 1) | Completa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora