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—Aioria ¿podrías, por favor, sentarte de una buena vez en tu lugar? 


Mi molestia no podía ser más evidente y era tanta que no podía contenerme a aguardar apaciblemente que el castaño lo hiciera por su propia voluntad porque de verdad estaba a punto de levantarme a clavarle el tenedor de mi almuerzo en su cuello.

—¿Te incomoda mi presencia, eh?— la sonrisa coqueta que me lanzó solo sirvió para incrementar la irritación que poco a poco se estaban volviendo instintos asesinos, desde hace aproximadamente media hora Aioria estaba parado frente a mi recargado en el escritorio con la vista fija en mí mientras comía y en algún punto había cerrado los ojos para evitar ver su mirada de genuina curiosidad. —Tal vez debería... no sé... acercarme más.

Hizo un pequeño movimiento acercando su cara a la mía hasta el punto en el que nuestro aliento se mezclaba provocando que mi intento por mantener la calma como un buen budista se viera perturbada y con un movimiento me alejé de él aunque finalmente terminó por estamparse contra el escritorio.

—¡Ouch, Ouch, Ouch! Eso me dolió.— se tomó de la barbilla con la mano sobándose con una expresión de dolor.

—Es tu culpa por invadir el espacio personal de los demás.

Con mi distinguida actitud altanera, me levanté de la mesa para guardar el pequeño molde con comida antes de que el encargado de piso viniera a revisar que todo estuviera en orden y engañando a Aioria con que iba a lavar mis manos, me alejé de mi cubículo mientras le echaba una ojeada a mi reloj: 4:07

Era la hora exacta en la que el chico de cabello lila salía a leer en la terraza o a fumar un cigarrillo era la hora en la que actuaba como todo un acosador y me quedaba organizando los estantes en el último pasillo; prácticamente esa parte de la biblioteca estaba completamente organizada y limpia de tantas veces que había dedicado a espia... digo, a acomodar los libros por jerarquía. Era completamente inaudito: Yo, Shaka Spica descendiente de una familia llena de devotos budista que consiguieron la iluminación a muy temprana edad, además de ser hijo de los herederos de un gran tesoro de generaciones pasadas para vivir como se nos plazca, estaba actuando como un mundano adolescente que se la pasaba emocionandoce por una simple corazonada que involucraba a un sueño del inconsciente que era indudablemente ficticio y relacionándolo con un chico que jamás en la vida había visto antes. El solo pensamiento anterior me hizo darme cuenta de cuan absurdo era mi comportamiento así que dando la media vuelta, volví a sentarme en mi lugar de trabajo.

—Wow, esta vez si volviste.— el pequeño león encontraba placer en provocarme a hacer las típicas muecas de irritación solo porque "era divertido" según él.

Baboso.

No dije nada y continué capturando la información de esa semana, por suerte mañana comenzaba el fin de semana y con el mi merecido descanso del trabajo aunque Aioria siempre se quejaba de que los sábados era demasiado trabajo controlar a Milo en el reemplazo de turnos y para ser sinceros también lo era para mí porque ese tipo solo se sentaba en mi lugar para estropear el trabajo que con mucho esfuerzo había tratado de componer. A pesar de que el castaño se la pasaba diciéndole que no lo hiciera, el escorpión veía completamente innecesaria la acumulación de información y capturas del sistema por lo que siempre hacía un chequeo de éste mientras eliminaba y capturaba a su antojo información que realmente no era relevante.

Estaba tan sumido en mis pensamientos que no tuve tiempo para medir la intensidad de la situación siguiente pues el chico que me había dedicado a acosar desde hace una semana estaba parado a unos cuantos pasos de mí dándome la espalda por completo y lo percibí al momento de aspirar el aroma de cerezos combinado con el tenue rastro de tabaco,  vi de reojo el intercambio de palabras con Aioria quien tenía la expresión más seria que jamás le había visto hacer y unos cuantos minutos después se alejó por la puerta de cristal con una ligera sonrisa en la cara aunque por desgracia no pude apreciarla ya que un gigantesco tipo estaba esperándolo afuera y después lo vi hacerse cada vez más y más pequeño a medida de que se alejaba.

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  Otro de esos extraños sueños habían jugado con mis horas de descanso en la inconsciencia y al ver que evidentemente no podía volver a dormir me dedique a meditar como solía hacer en las madrugadas de los sábados, sin darme cuenta de que mi ventana estaba completamente abierta y que el sereno de la mañana estaba recién entrando en ella, seguí sumido en mi meditación hasta que el olor del té golpeó mis fosas nasales.

Era un aroma delicioso que te incitaba a querer aspirarlo como si fuera una mera droga y el cual me sacó poco a poco de mi transe y justo al asomarme por la ventana para ver de donde provenía ese delicioso aroma vi un par de sillas pequeñas acomodadas en el patio de la casa de al lado con una peculiar vajilla que se parecía a la de nosotros cuando teníamos las llamadas "reuniones de té" que era una especie de alcohólicos anónimos entre familia donde contábamos que nos había hecho perder el balance y la paciencia, y en las pequeñas sillas se asomaba una gran melena de color verde además de que un pequeño niño pelirrojo jugaba con una pelota de futbol bajo la atenta mirada de dicha melena, estaba a punto de olvidarme de el delicioso té cuando de la modesta puerta de entrada, pude ver como salía el chico de la biblioteca con la expresión más tranquila que yo jamás podría tener al rededor de un niño más mi sorpresa no llegó con eso si no, con la conexión que estableció conmigo por unos instantes.

Esos ojos... esos malditos ojos eran las esmeraldas de mis sueños, su mirada era suave al contrario de los orbes de mi inconsciente que por un momento dudé en que fueran las mismas y transmitía una calma interior que parecía no tener fondo. Sonrió ligeramente y después hizo un pequeño ademán con la mano en forma de saludo.

Y yo estaba completamente impactado por el hecho de tener al causante de mis sueños justo en frente de mis narices y sin darme cuenta, fue tanta mi impresión que tuve que sostenerme del pequeño tocador para no irme para atrás.

Terminé sentado en mi cama y completamente conmocionado me recargué un poco mi cabeza en la almohada sin embargo al colocarla sentí algo muy incomodo debajo de ella, con un poco de nerviosismo me aventuré a meter la mano dentro de la almohada.

Casi me da un paro cardíaco al ver lo que era: un rosario con 108 cuentas de color dorado con un par de cuentas negras.





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Holaaa! ❤

¿Cómo están? Espero que muy bien :3

Bueno, aquí les dejo la actualización que se supone era del martes jajaja pero déjenme les resumo mi odisea en que se supone que debíamos hacer una exposición pero debíamos mandarla una semana antes (la anterior) pero nosotros ni en cuenta de que teníamos exposición porque la maestra no dio fechas, entonces cuando vimos que el primer equipo iba a exponer nos dio un paro cardíaco porque no teníamos hecho nada y eramos el equipo dos jajajaja entonces me la pasé martes y miércoles editando diapositivas para la presentació que no terminamos xd admito que en parte fue mi culpa ;v pero bueno, lo chido es que yo ya hice mi parte jejeje y espero tener más tiempo para actualizar

Muchas gracias por leer y espero que disfruten el capitulo.

Los quiero con todo mi corazón y les mando muchos besos. ❤

Nos leemos luego, bye.❤

Lo que no fueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora