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Los únicos que se encontraban en el mirador de la ciudad era una pareja de enamorados, un anciano leyendo un libro de romance junto a su cachorro dalmata y un muchacho de cabello lila que acaba de terminarse su sexto cigarrillo además de tener una expresión de desasosiego mientras lo hacía ¿por qué permitió que ese chico se entrometiera entre el amor de su vida y él? ¿en qué momento se dio por vencido al hecho de luchar por ese amor que le habían arrebatado de las manos en su vida pasada?

Sonrió con amargura al remontarse a esa época que parecía más un sueño descabellado que la realidad: evocó el olor del humo de la explosión que terminó por arrebatarle todo y los cerezos donde se había plantado para morir. Un par de lágrimas salieron de sus ojos y con mucha furia las limpió sin notar una presencia que veía su estado patético en segundo plano.

—No ganas nada fumando tres cajetillas por día.

La tenue voz del espía lo sacó de sus pensamientos mas no se giró para corresponderle una contestación como las personas rebosantes de cortesía solían hacer por lo que solo contestó con una mueca de irritación.

—¿Cómo se encuentra buda, eh?— el intruso se acercó a él y le arrebató un cigarro de la cajetilla, el otro solo le soltó una pequeña risa amarga mientras se giraba a encararlo.

—Lo dices como si te importara.

—Claro que me importa, después de todo nadie tuvo nunca las agallas de patearle el trasero para cerrarle esa boca tan grande que tenía.

El comentario no hizo más que irritar en por menor al tibetano que solo quería que ese italiano de quinta se callara.

—No creo que estés en posición de decir algo como eso, Deathmask.

Una tercera voz impidió que el moreno siguiera hablando sobre cosas que estaban fuera de su alcance y un suave aire frío los envolvió poco a poco, al volver la mirada de donde provenía esa voz encontraron al francés pelirrojo de larga cabellera justo enfrente de ellos aunque sentado en el barandal del mirador con el equilibrio de un trapecista.

—Bah, ahora el traidor me va a sermonear...—Las palabras del peliblanco provocaron que la mirada del francés se ensombreciera al hablar.

—Por lo visto, ni después de ser considerado el más débil e idiota, además de sádico, de todos los caballeros de la orden dorada dejas de ser un cínico y bocazas.

Una mueca de fastidio se plasmó en la cara del italiano.

—¿No tienes un escorpión que fastidiar?

—¿No tienes una rosa que vigilar?

Un duelo de furiosas miradas tomó lugar en frente de Mu, quien solamente veía la situación con indiferencia y neutralidad. Después de todo, Deathmask se lo había buscado.

—Caray Mu, ¿podrías ayudarme un poco con estos críos?— un joven de cabello castaño se acercó a ellos con su típica sonrisa juguetona —A este paso en lugar de ayudar a la guerra que se aproxima, vamos a terminar por pelear entre nosotros.

—Prefiero mantenerme al margen de todo esto, maestro.—dijo el pelilila mientras le daba la última calada a su cigarro antes de tirarlo al suelo y pisarlo con el fin de extinguir el fuego para después revisar la cajetilla valorando si tomar otro o dejarlo por la paz.

—¿Podrías dejar ese habito tan asqueroso por un día Mu?

El mencionado levantó la vista con indiferencia hacia el ex-caballero de sagitario que recién había llegado posicionándose al lado de Dohko.

Lo que no fueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora