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Poco a poco la pequeña figura encadenada recobró la conciencia, a pesar de ser una personificación del mismo infierno, seguía siendo residente en un cuerpo humano por lo que al despertar su mente era un revuelo de imágenes: una gudaña dentro de ella en sus engañosas aguas del olvido y los recuerdos, después escuchó aquella voz... una voz demasiado antigua que le despertó de su largo letargo. 

Habían pasado milenios antes de que pudiera escuchar de nuevo a uno de los antiguos dioses que habían dominado la tierra en los remotos tiempos cuando Chronos y Gea aún tenían lugar en esta tierra y de inmediato supo que algo andaba mal, si la voz del antiguo titán y Dios del tiempo había retornado a ese tono, sabía que ese mundo ya no era seguro para nadie. 

  —Ven mi querida Diosa... regresaremos esta tierra a lo que era antes...  

  —No... no...

Los caballeros de plata que la vigilaban, alejadas ligeramente del antiguo templo derruido y ajetreado combate, comenzaron a escuchar unos pequeños jadeos salir de la boca de la arcaica Diosa.

—Shaina, no es seguro que estemos aquí... 

La primera en hablar fue la portadora de la técnica del águila, una de las mejores guerreras del santuario. 

—No podemos dejarla sola, Marin... Además las cadenas que nos ha otorgado el caballero de Aries han sido excelentes.— la máscara opacaba un poco el tono precavido de su voz y a pesar de que sus nervios estaban siendo destrozados por tener que lidiar con esa responsabilidad —Han sido selladas con la misma sangre de Athena, así que por lo menos tiene algo que sirva como barrera. 

Mientras Ofiuco y Águila discutían ante los ojos atentos de los demás caballeros de plata, la Diosa estaba teniendo una lucha interna donde retornaba sus propios recuerdos.

—Todo será como antes... mi querida Mnémosine.— sintió como si estuviera en una terrible pesadilla —No tendrás porqué servirle más a ese patético Dios falso que se mofa de reinar la infratierra, no soportaras más almas asquerosas manchando tu don de los recuerdos... No más...               

  —No... Chronos, No...— Abrió de golpe los ojos, sacandoles un jadeo de inquietud al círculo de caballeros que se encontraban frente a ellos. 

Todo pasó con demasiada lentitud: primero, al examinar a cada uno de los presentes, la vigilante de los recuerdos pudo darse cuenta de quién iba a tratar de detener al Dios del tiempo y al quedarse sorprendida, aquellos mortales se llevaron la misma impresión al ver que los ojos de aquella mujer estaban completamente obscuros, sin embargo, después de un momento pudieron darse cuenta que más bien parecía un portal al universo: estrellas, galaxias y uno que otro fenómeno galáctico aparecía en sus ojos que contrastaban correctamente contra su piel lechosa casi tan blanca como la nieve y con ligeras ondas como si el sol reflejara el agua contra ella. 

En su expresión se podía leer la curiosidad que sentía por esos seres tan extraños, ella solamente borraba las memorias de las almas para que pudieran reencarnar y le retornaba sus recuerdos a los que se atrevían a aventurarse al inframundo.    

  —Criaturas extrañas, ruego que me retornen a donde me encontraron...

Su voz era como un suave canto que les invitaba a servirle eternamente, sin embargo, los caballeros se mantuvieron fieles a su lealtad hacia la deidad de la guerra justa. 

  —Me temo que no podremos hacer eso, Diosa antigua de los recuerdos. 

Cerró los ojos por un momento y dio un respiro. 

—Devolveré su existencia, entonces...    

Los presentes sintieron como algo en su interior comenzaba a quemar como una fuerza antigua que luchaba por reclamar su lugar. 

Lo que no fueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora