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  —¿Qué? 

El Titan la vio confundido mas ella no dejó que esa gran postura la intimidara y volvió a repetir.

—Deja ya esto, si haces todo esto ahora no te das cuenta que borrarás tu existencia de cualquier manera. 

Chronos se enfureció y apretó la gudaña en su mano mientras se inclinaba para gritarle. 

—¡NO HAY NADA ANTES QUE YO! ¡SOY EL INICIO Y FIN! ¡SOY EL DIOS PRINCIPAL! ¡YO SOY EL TIEMPO!

—¡EL TIEMPO NO EXISTE, CHRONOS! ¡NO HAY UN PASADO NI UN FUTURO, SOLAMENTE HAY UN AHORA, QUIERE DECIR QUE NUNCA HAS EXISTIDO Y NUNCA LO HARÁS! ¡DIOS ESTÚPIDO! 

Ambos Dioses se miraban de manera furiosa y antes de que alguno de los dos pudiera decir algo, Chronos la tenía agarrada del cuello. 

—¡MALDITA PROSTITUTA TRAIDORA! ¡¿OLVIDAS QUE YO SOY TU CREADOR?! ¡YO SOY AL QUE LE DEBES LA VIDA! 

La sombra de Epiales comenzó a transformarse en una plasta negra que comenzaba a extenderse cada vez más y más, se abalanzó contra Chronos y lo sujetó con ambas manos ocasionando que la soltara. Un fuerte rugido gutural salió de la que parecía ser la boca de las pesadillas y de un solo tirón logró desmembrar el alma de Chronos quien gritó adolorido por lo mismo. 

—¡SOMBRA PATÉTICA! ¡ERES EL MIEDO Y LAS PESADILLAS ¿NO DEBERÍAS SOLAMENTE LIMITARTE A ESO Y NO SENTIR AFECTO A ESTA TRAIDORA?! 

Un silbido atravesó el aire y se hundió en su objetivo, el titan se quedó en blanco dándose cuenta de su patética derrota, trató de retirar la flecha con desesperación pero no pudo hacer nada ya que las ondas comenzaron a arrastrarlo a lo más profundo del infierno, a su prisión personal, a su odiado tártaro.              

  —No... ¡No! ¡No me iré sin cumplir mi objetivo! 

Con su última fracción de fuerza agitó la gudaña y de ella salió una potente luz de color blanca que terminó por convertirse en una bola de luz, la cual iba dirigida a la diosa de la guerra que estaba casi inconsciente al lado del caballero del Fénix. 

  —Me llevaré la vida eterna de esta Diosa maldita. 


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Probablemente, había movido sus piernas por instinto o quizás porque creyó que en un mundo sin Athena todos serían vulnerables a los mandatos insensibles de los dioses que reinaban el Olimpo.

La incontrolable lujuria de Zeus, los enfermos celos de Hera, el egoísmo de Afrodita, la masacre de Ares, la frialdad de Artemisa, el egocentrismo de Apolo y entre todas las cualidades que los hacían despreciables a cada uno de ellos. 

No sintió dolor, ni siquiera supo bien que era lo que había pasado pero ahora estaba en una cámara blanca donde no había nada más allá de este color. Se dio cuenta entonces de su acto:  se había lanzado a proteger a su Diosa de una inminente muerte, sin embargo había muerto al instante y ahora no sabía donde estaba. 

De pronto, una pequeña mano se aferró a la suya. 

—Shaka... no... no de nuevo, por favor. 

Sonrió con una inmensa tristeza y se acercó a la cara del tibetano para darle un tierno beso en los labios. 

—Lo siento, mi querido Mu.— tomó su tierna carita inundada de lágrimas entre sus manos —Mi tiempo terrenal se ha terminado con esta batalla, es hora de que vuelva al ciclo eterno del Samsara. 

Lo que no fueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora