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Para ser sinceros, todos en la orden dorada lo consideraban como el más vil y débil de todos. 

Y aunque no estaban lejos de descubrir la verdadera naturaleza del cangrejo, seguía pegándole en el orgullo que tuvieran razón digo, todos los demás santos tenían al rededor de 3 técnicas de defensa destructivamente hablando no se comparaban en nada con el sekishiki meikai ha. 

Él no tenía una pared de defensa como la de Mu, ni poderes para manipular el hielo como Camus mucho menos los maravillosos ataques del rayo o el relámpago que poseía Aioria; sonrió con tristeza mientras se llevaba a la boca el cuarto cigarrillo de la noche: se había quedado en el pequeño parque frente al departamento que rentaba, tratando de averiguar si realmente era indispensable en la orden dorada al ser el catalogado como el menos útil de los caballeros dorados. 

No estaba deprimido por eso, solamente... la herida de su orgullo no lo dejaba en paz ni un solo minuto además de que estaba el hecho de que tenía a su cargo a la rosa más venenosa de toda la tierra y a la legendaria espada de excalibur para vigilarlos. Todo hubiera salido mejor si Dita estuviera en su lugar, él sabría exactamente como traerlos de vuelta porque así era el chico: pensaba más en ellos dos que en él mismo, a pesar de lo que todos decían con respecto a su narcisismo; o si tal vez Shura fuera el que tendría que ponerles el ojo encima a estas alturas de la vida los tres serían nuevamente un trío como siempre disfrutando de su poliamor. 

¿Por qué él? 

Deathmask siempre era el vigilado, aquél que siempre tenía que ser regañado por sus acciones o incluso reprendido por ello: si se lo preguntaban, en lo más recóndito de su mente aún conservaba los pensamientos de odio a si mismo además de que pensaba que no aportaba nada a la relación más que problemas que no hacían nada más que alejarlos. 

Sabía muy bien que los otros dos habían hecho un gigantesco esfuerzo para alejarlo de toda esa mierda al decirle indirectamente lo valioso que era pero ahora estaba solo, no tenía quien lo reprendiera por pensar de si mismo como una basura humana que solo gastaba oxígeno y atribuía al CO2 del ambiente. 

No había nadie. 

—Soy patético. 

Después de asimilar toda la situación, por fin lo comprendió: las personas con las que compartió tanto amor y afecto, ahora estaban siendo completamente felices sin una bola de problemas entre ellos; solo era necesario ver como Dita miraba a Shura desde el espectáculo para darse cuenta cuanto lo amaba y cuanto bien le hacía estar con él. Solo con él. 

Si hubiera sido cualquier otra persona no hubiera dudado en meterse en su relación para seguir como antes, sin embargo, se trataba de las personas que más amó en su vida pasada no como compañeros de armas o amigos cercanos, su amor era el que etiquetaban como amantes. 

Los amó con tanta intensidad que la primera vez que vio a Dita y a Shura en una sesión de fotografías de pareja antes de obtener todos sus recuerdos, se había enamorado completamente de los dos sin siquiera saber nada de ellos. 

Sin darse cuenta, las lágrimas bajaban por sus mejillas como si de una cascada se tratase y una sonrisa de melancolía se plasmó en su rostro mientras apagaba su cigarrillo; un trueno se escuchó a lo lejos y sintiendo el viento azotar su cara sin piedad se dio cuenta que una tormenta se acercaba por lo que se acomodó la gabardina al levantarse sin darse cuenta que alguien estaba detrás de él quien tocó su hombro para llamar su atención. 

—Disculpa... 

La dulce voz del peliceleste le obligó a darse la vuelta para encararlo mientras rehuía de su toque.

—¿Se te ofrece algo?— por dentro, le había dolido mil veces usar ese tono de amargura con su rosa pero era necesario para garantizarle una vida prospera. 

—Lo-Lo siento pero... tengo el presentimiento de que te he visto antes... ¿nos conocemos?

Para darle credibilidad a sus palabras, lo barrió con la mirada para después soltar venenosamente:

—No lo creo. 

Sin nada más que decir se retiró del lugar con un hueco en el corazón y los ojos repletos de dolor. 


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No me sentía del todo bien. 

Mis ojos ardían y mi pecho quemaba como si tuviera un incendio interno ¿por qué debía tener estas preocupaciones tan mundanas? Yo soy Shaka Spica descendiente de padres budistas que han alcanzado la iluminación de la muerte y quienes no tuvieron ningún problema con estas cosas porque simplemente Buda fue el que les dio la bendición en su unión carnal. 

¿Por qué mierda me importaba tanto alguien con quien ni siquiera había entablado una conversación decente? 

¿Quién era él para venir y debalancear mi vida? Solo porque se parece al tipo de mi sueño no es que ya sea el amor de mi vida o la persona que me mató en alguna vida pasada. Estaba furioso y no sabía con certeza si las lágrimas que salían de mis ojos eran de rabia o de impotencia, lo único que sabía era que me estaba desquitando con la pobre computadora que estaba a punto de sufrir un cortocircuito. 

Un par de manos se posaron en mis hombros y me obligaron a dar la vuelta para mirar los profundos ojos del león quien reflejaba una inmensa preocupación por mí. 

—Shaka... Basta. 

Su voz salió firme y sin titubear un poco así que no pude evitar dejar de bufar como toro antes de una corrida; quité sus brazos de mis hombros con furia y me giré a mi escritorio para volver a mi trabajo. 

—No es asunto tuyo así que deja de actuar como si te importara.— no me giré a ver su reacción y mis gran bocota parecía no querer quedarse callada —No porque seamos compañeros de trabajo significa que seamos amigos. 

No sé que diablos se le metió a Aioria en ese momento. Actuó inconscientemente y me acorraló contra la puerta con la mirada encendida en furia. 

  —Okey, hasta aquí: parece que si no te lo digo jamás en la vida vas a darte cuenta.— no me molesté en mostrarle cuan irritado me sentí en ese momento —Eres tan distraído y despistado que no te das cuenta de lo evidente: Shaka yo... tú me gustas ¿entiendes? Y estoy celoso de todo lo que trata de acercarse a tí y todo lo que te gusta, ya sé que suena muy obsesivo pero no puedo evitar sentirme de esta manera cuando se trata de tí... solo te quiero para mí y que nadie en esta vida te pueda hacer daño. 

No me miró a los ojos mientras estaba hablando, simplemente se quedó con la vista fija en algún punto de la pared. 

—¿Estás consiente que ambos somos hombres, verdad? 

—Agh! ¿A quién demonios le importa eso? 

—No hablo de a quien le importe y a quien no, hablo de que es algo completamente fuera de nuestras manos. 

—No pensé que fueras tan cerrado de mente. 

—Quítate. de. encima.   

—¿No me vas a responder? 

—No me siento atraído a tí en ningún sentido. 

Y si por algo mis hermanos siempre me necesitaban para dar una opinión era por eso precisamente: mi brutal honestidad al decir las cosas. Aunque no sirvió de mucho ya que no pude prever que Aioria me tomara de la camisa y lentamente me acercara a su cara hasta rozar sus labios con los míos bajo la atenta mirada de un visitante. 


                  

              

Lo que no fueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora