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Una vez que Shijima había entrado, azoté la puerta de la entrada y con un ademán le hice saber que iría a hablar con Asmita aunque me puso varias objeciones por lo débil de mi estado de salud, no le tomé importancia y subí las escaleras de la pequeña casa con decisión hasta llegar a la tercera puerta que era la habitación de mi hermano mayor. 

  —Asmita ¿estás ocupado?— toqué suavemente la puerta para avisarle que iba a entrar mas al no recibir respuesta alguna, abrí por completo la puerta quedando mudo por la imagen tan nostálgica de la cual mi hermano era interprete: su sencilla habitación se veía aún más vacía en la oscuridad y por la ventana podía asomarse la luz de la luna, en el centro del tapete de meditación estaba sentado de frente a la ventana. Caminé lo más silencioso posible y me senté a unos cuantos pasos de distancia: su expresión era completamente distinta a la que siempre solía mostrar porque sus ojos estaban completamente cerrados y apretados como si estuviera teniendo una pesadilla, estaba completamente tenso y su piel se veía ligeramente perlada por el sudor. 

Estuve tentado a sacarlo del trance en el que estaba metido pero decidí que sería mucho mejor esperar a que él saliera por su propia mano, sin embargo, deseché la idea cuando el primer par de lágrimas se resbalaron por sus mejillas provocando que una ligera inquietud se instalara en mi pecho, así que con cuidado me acerqué a él y lentamente comencé a llamarlo con suavidad.

—Asmita... Asmita... 

No parecía responder al llamado de mi voz, ni siquiera a las pequeñas sacudidas que le dí como alternativa y yo estaba inquietándome cada vez más por el hecho de que sus lágrimas ya no eran silenciosas sino que estaba comenzando a hiperventilar y a sacudirse con cada respiración agitada por lo que tuve que desechar la idea de despertarlo de forma amable. 

  —Asmita, despierta por favor...—Hice mis sacudidas un poco más fuertes hasta el punto de que tuve que tomarlo de los hombros para sacudirlo con un poco más de fuerza —¡Asmita!    

Ante mi grito, por fin pudo responder de la manera más extraña posible: su mirada estaba completamente perdida en el vacío y su respiración estaba demasiado entrecortada que tuve que sostenerlo para evitar que se fuera para atrás, me dolió verlo aferrarse a mí como si fuera una balsa en medio de su naufragio. 

  —¡Shijima! 

Fue lo único que pude gritar antes de que Asmita colapsara en mis brazos, con un poco de dificultad logré subirlo a su cama mientras que el pelirrojo me veía con una expresión preocupada. 

—¿Qué pasó?

—N-no lo sé... cuando llegué estaba... meditando en el centro de su habitación pero luego... empezó a llorar hasta el punto de que tenía que jalar el aire... 

—Cálmate que ya pasó...— se sentó al lado del rubio que ahora estaba inconsciente y me hizo un ademán con la mano para que saliera de la habitación —Busca el alcohol en el botiquín del baño y un poco de algodón también. 

Asentí con la cabeza y salí disparado hasta donde guardábamos las medicinas a buscar el bendito alcohol mas cuando pasé cerca de la puerta de entrada escuché el timbre e inocentemente pensé que podría ser Fudo ya que al pequeño idiota siempre se le olvidaba la condenada llave. 

—Maldición Fudo ¿podrías por lo menos cargar la maldita llave en tu bolsillo? no pesa mucho como para... 

—Buenas noches. 

Mis palabras se vieron interrumpidas por la suave voz de Aioria que se encontraba parado en la puerta de entrada con una sonrisa burlesca en la cara y una gigantesca chamarra cubriéndolo. 

Lo que no fueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora