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  —¿Qué demonios crees que estás haciendo, pedazo de imbécil? 

—¿No es obvio? Estaba besándote. 

Su rostro se encendió con vergüenza por la forma tan despreocupada en la que el otro dio su respuesta. 

  —¡No lo digas en voz alta! ¡Además! ¡¿Quién demonios te crees para hacer ese tipo de cosas conmigo?!

—Agh! baja la voz, estás siendo muy molesto.— El castaño se levantó de la cama en dirección a la puerta pero la furiosa bola de pelo azul se interpuso en su camino antes de que pudiera atravesarla. 

  —¿Por qué lo hiciste?— Saga sentía que estaba perdiendo por completo la cabeza pero es que la actitud tan despreocupada de Aioros lo sacaba de quicio. 

—Me apetecía hacerlo. 

—No pensé que le tiraras a ese lado de la barda.— trató de burlarse de él, sin embargo, el tiro le había salido por la culata porque se quedó completamente callado cuando el castaño le lanzó una fría mirada que indicaba que mejor se callara. 

—No tiene nada que ver contigo.—"Acabas de besarme, idiota, por supuesto que tiene que ver conmigo" no se atrevió a decirlo en voz alta —Deberías comer, la sopa se enfría. 

Sin decir nada más, salió de la habitación rehuyendo la mirada del peliazul que se quedó parado como idiota a mitad de la habitación. "Debería largarme, eso es lo que debería hacer" cuando estaba a punto de girar el picaporte de la puerta sus pensamientos lo detuvieron de salir como demonio de esa casa.

"¡Oh vamos! Se tomó la molestia de hacerme la sopa"

"...pero te besó

"Me trajo hasta su casa" 

"...pero te besó

"Cuidó de mí hasta que desperté"

"...pero te besó

Su lucha interna no duró mucho ya que el único argumento que tenía en contra era el hecho de que lo había besado sin su consentimiento: Saga no era partidario de ninguna relación e incluso sus hermanos siempre lo molestaban con que nunca en la vida iba a casarse ni a tener hijos hasta cuando era niño su padre lo llevó a un psicólogo argumentando que no era normal que no le gustara que lo abrazaran o lo tocaran, el especialista solo le dijo que tal vez su hijo era asexual a lo que su padre le dijo que no servía para nada, dejando el tema en paz después de haberle roto el título colgado en la pared que se cayó cuando cerró de un portazo la puerta. 

 Realmente no pensaba procrear descendencia así que no se preocupaba mucho por esa parte aunque Paradox siempre estaba sobre él cuando una de sus amigas le decía que si podía darle ventaja sobre su hermano. 

Recordó la forma tan dulce en la que sus labios se conectaron y no pudo evitar sentirse de avergonzado por el hecho de que le había gustado como se había sentido. Si hubiera sido alguien más, sin duda le habría tirado los dientes de un puñetazo con solo acercarse un poco a él más de lo que su espacio vital se lo permitía pero había algo en esos ojos esmeralda que tanto le entumecían el cerebro. 

Además de esas extrañas imágenes que le aparecieron ambas veces ¿a caso había conocido anteriormente a ese tipo? ¿Tenían alguna relación cercana? 

Al terminar de comer, se decidió a preguntarle lo que estaba pasando: él no estaba de humor para verse envuelto en mierdas ficticias de libros juveniles. 


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El toro estaba exhausto. 

Entrenar intensamente por 5 días seguidos y dormir solo 5 horas para poder terminar todas las tareas, no era lo que él imaginaba que sería su vida de universitario. Internamente agradeció por la pereza del viejo Dohko por no impartir clase también los sábados así podía descansar los músculos adoloridos por servirle como una especie de saco de boxeo.

Mientras caminaba hacia el pequeño departamento que estaba rentando pensó que sería buena idea parar en el supermercado, después de todo era viernes por la noche bien podría hacer sus deberes la mañana del sábado después de terminar el aseo, así que doblando la esquina se internó en el pequeño supermercado, paseándose por los pasillos llenando la canasta con los productos de limpieza que estaban a punto de agotarsele, un par de calcetines nuevos y unos cuantos vegetales para la cena, al dirigirse a la caja pudo ver como frente a la puerta una mata de cabello negro iba pasando. 

Podría conocer esa melena donde quiera que fuese y solamente había una persona que tenía esa tonalidad de negro brillante y rizado: Shaina. Pagó apresuradamente todo lo que fue a surtirse y salió como rayo del establecimiento, sabía que estaba mal y era asqueroso cuando un tipo que parecía un mastodonte iba siguiendo a una muchacha bien parecida pero es que esa chica era preciosa. 

Vio como giró en dirección a la esquina que llevaba a su casa y a mitad de el camino se internó por un callejón oscuro que la mayoría de gente trataba de evitar por la popularidad que tenía sobre las cosas malas que pasaban por ese apartado de casas así que sin vacilar se metió detrás de ella con la excusa de vigilar si pasaba algo. 

Y como si fuera una especie de profeta los problemas se arremolinaron en torno a la pelinegra:

  —Hey preciosa ¿por qué no vienes aquí a pasar un buen rato? 

  —Ese par de piernas se verían mejor al rededor de mi cintura.

  —Vamos amor, no seas tímida. 

Aldebarán pudo sentir como la rabia comenzó a quemar su pecho y con la intención de ir a partirles su pastel en rebanadas dejó sus bolsas detrás de un contenedor de basura, sin embargo su corazón se detuvo cuando se dio cuenta de que la muchacha había dejado de caminar y apretaba los puños con fuerza. 

Todo pasó en un instante: la pelinegra se giró a encarar a los imbéciles lengua-suelta y caminando lo más rápido que pudo para evitar una situación en donde los tipos tuvieran ventaja sobre la muchacha, sin embargo, no tuvo que hacer mucho esfuerzo por la chica.

Shaina convirtió sus movimientos en sutiles miradas y pequeños ademanes que solamente había visto en un solo lugar: a su mente vino la vez que fue al zoológico junto a su buen amigo Mu donde había una cobra siendo alimentada. Una cobra. En eso se había convertido Shaina a sus ojos, levantó una de sus manos por encima de su cabeza y un extraño calor empezó a emanar de ella para después encajar sus uñas en diferentes partes del cuerpo de los tipos que se habían atrevido a siquiera dirigirle una mirada; gradualmente, fueron cayendo uno a uno en el suelo totalmente paralizados con los ojos abiertos de terror. 

El toro no sabía si ir en auxilio de los pobres moribundos que estaban en el suelo o revisar que la pelinegra estuviera bien. 

  —Solo los paralicé un poco, no debes asustarte por ello. 

La suave voz que caracterizaba a la chica, ahora sonaba un poco fría y distante por lo que la expresión de su rostro al verla dirigirse a él fue de total sorpresa. 

  —¿E-estás bi-bien? 

  —Creo que después de ver esto debes de saber la verdad, Tauro. 

La forma en la que lo había llamado había sido exactamente por su signo zodiacal, sin embargo ¿cómo rayos sabía eso si apenas habían cruzado dos o tres palabras desde que se conocían? 

  —Vamos, trae tus cosas, te invitaré un té en mi casa.— hizo un pequeño gesto con la cabeza señalando las bolsas detrás del contenedor antes de darse la vuelta —Será una larga noche. 



    

Lo que no fueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora