Capítulo diecisiete.

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Los días siguientes a la pérdida de la abuela no fueron diferentes a las de todas las pérdidas que pasan en el mundo, estuvo llena de dolor y lágrimas. Sin darnos cuenta había pasado un mes y medio, la vida había continuado no sólo en casa sino también en el instituto al que faltaba más veces de las que me gustaría admitir. No sé cómo voy a graduarme.

—¿Cómo que la obra es este viernes?

Escuchó exclamar a Laurélie desde mi asiento con Channing, que come chicle como una cabra. No me meto en ese asunto, yo no soy Romeo y ella va a besarse con otro tipo porque yo no fui capaz de tomar el papel por el incidente del partido.

—La hemos adelantado, tú y Kol tendrán que quedarse después de clases esta semana.

—Quizás si lo hubiese avisado con más anticipación estaría bien —ella dice, su rojo toma un tono rojizo—. Tengo ensayo con las porristas y me han lanzado como candidata para presidenta del consejo estudiantil, ¡es una locura! ¡También hay un partido el sábado!

—Lo siento, Laurélie. Todo estará bien, todas las entradas se han agotado, lo que se traduce a que todo el colegio estará allí.

Ella abandona el escritorio de la maestra y se acerca con frustración, me doy cuenta de que está pasando, estoy viendo a Laurélie Bass estresada.

—No puedo hacerlo —dice ella.

—Oh vamos, nena —le dice Channing con una sonrisa—. Eres tú, claro que puedes.

—Tus argumentos no ayudan —le dice.

—Lo intenté, encárgate de la crisis de tu mujer —me dice a mí y vuelve al chicle.

A la hora de salida nos volvemos a encerrar en el auto antes de que deba quedarse con las porristas que, aunque ellas no lo crean, sabemos que nos espían desde la entrada del estacionamiento.

—Sé que está siendo difícil, pero eres un amor con todos —le digo—. Es por eso que te han elegido para tantas cosas.

—Es malo agradarle a la gente, ¿no es así?

—No sé responder a eso, porque nunca he tenido muchos amigos —respondo con una mueca.

—Lo siento, cariño.

Siempre hace esto; tocar mi frente hasta que sus dedos peinen mi cabello, recorrer mi rostro y es algo a lo que podría acostumbrarme. No, ya estoy acostumbrado.

—¿Qué sucede con la familia ahora que tu abuela no está?

—Todo sigue en pie, los domingos familiares ya no son una tortura como antes y eso en el fondo me alegra. Siguen poniendo su lugar en la mesa, en el centro, tal como le gustaba.

Entonces seguimos hablando por todos los minutos que nos quedan y me río con ella, me fío de ella. Dejo que me abrace y me bese, cosa que nadie más podría hacer.

Recuerdo las veces que ella no ha estado junto a mí por sus compromisos, sus ensayos, entonces la veo de lejos y escondido para no toparme con nadie. Ella sonríe y podría iluminar todo a su paso, no es por ser cursi y cliché, pero ella en serio irradia luz y su vibra es positiva. Hace unas semanas hicieron una encuesta en la que no participé pero ella sí, apenas había recibido dos comentarios negativos cuando todos habían pasado los cinco papelitos. Laurélie Bass es buena para todos pero se ha quedado aquí, conmigo, eso sólo me hace pensar en la fortuna de la que todos hablan y los riesgos que corro de perderla.

Me encuentro intentando no ser una decepción para ella, porque no podría con otra mujer igual de dolida como mamá en mi vida por mis problemas.

—Yo... —hablo, apartándome un poco de ella, a lo que me mira con duda—. Me preguntaba si tú... bueno, quieres ir a, ya sabes, "eso".

—¿A "eso"? —ella intenta no reír—. Por favor, sé más específico.

—Eso... una cita —completo—. Sí, una cita.

Ella sonríe y asiente con la cabeza.

—Sí, definitivamente iremos tú y yo a una cita. Cuando sea, donde quieras, ¡vamos a comer mucho!

Beso a esa habladora nerviosa y ella sonríe en medio de aquel beso tan gratificante, como todos los de ella.

—Debes ir, ellas están allí de nuevo —le digo.

Miramos hacia atrás y ahí estaban las amigas de Laurélie. Es hora de despedirse.

* * *

El día de la obra había llegado en medio de una semana muy cansada; campañas para la presidencia, anticipación de la obra, ensayos con las locas. Había muchas cosas que hacer para ella, pero la maestra se había tomado la molestia de prepararle una especie de "camerino". Así que entré antes de que todo empezara.

—-¡Hola! —exclama.

Ni siquiera pude responderle, porque yo me sentía en la obligación de observarla todo lo que estuviera a mi alcance en honor a los pobres ojos del mundo que jamás la verán así. Así de bonita, hermosa... así de arte.

—Las flores van a secarse, Nate —me dice.

Reacciono ante las flores que corté sin ninguna experiencia del jardín de mamá.

—Son para ti, son bonitas porque son del jardín de mamá.

—Ella va a enloquecer —dice y sonríe, un pequeño beso—. Pero gracias, es lindo de tu parte.

Una hora después estoy en mi asiento con Channing, comemos las palomitas con mantequilla y los dulces de maní que él trajo. En realidad trajo demasiada comida pero no le reprocho porque comemos como si no hubiera mañana. La obra avanza y avanza.

Las personas están realmente atentas y ella, mi chica, no lo hace bien. Lo hace increíble. Es preciosa sin siquiera intentarlo. ¿Cómo alguien va a sentirse orgullosa de su belleza si está ella en este mundo?

Casi al final, debe besarlo pero no me siento preparado, no quiero verlo. Aún así lo veo, porque terco se nace. Cuando Kol toca sus labios ella ni siquiera se mueve, sólo está ahí y a estas alturas sé diferenciar cuando ella está incómoda.

—Está incómoda —me anuncia Channing, ya lo sabía—. Ella sólo quiere esos labios tuyos, hermano.

—Como te odio, Chan.

Dos horas después estamos en un restaurante de cerveza y pollo frito sólo porque la maestra había alargado su discurso y las mil felicitaciones para los protagonistas y todos los que trabajaron muy duro en la obra.

La noche pasa entre cosas buenas, porque estoy decidido a apreciar las cosas buenas. Ahora sí.

Complicado es sólo una palabraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora