Capítulo veinte.

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Después de aquella tarde con las tortugas, me quedé con ella mientras disipaba mi llanto de alguna manera. Le conté que volveré con el psiquiatra para ver el caso, le dije que mis padres tenían fe en que se cerrara el caso. Entonces, tomó mi mano y me dijo que iba a estar aquí, conmigo. Y le creí porque sé que es así.

Ahora el día finalmente ha llegado, mis padres y Laurélie están entrando conmigo al edificio donde se encuentra el consultorio del doctor Chandler. Todo es lo mismo de siempre. Tal como lo recuerdo. La chica de la recepción frunce el ceño y luego su rostro parece iluminarse, encontrando la respuesta a su duda. Sí, estoy aquí de nuevo.

—Nathan —dice. Tomo un gran respiro, las manos me tiemblan un poco. Pero tomo el control de la situación.

—Hola —respondo.

Laurélie toma mi mano y entrelaza nuestros dedos. Nos sentamos en los escasos asientos de la sala de espera, hasta que salga el paciente que está siendo atendido. Me siento primero, sin darme cuenta que entre mis padres y yo hemos ocupado todos los asientos de la pequeña sala, así que hago que Laurélie se siente en mis piernas. Ella sólo se arrima a mí y su rostro queda justo a la altura de mi cuello.

—Míralo nada más, saliste con material de novio —se burla mi mamá.

Laurélie y yo nos reímos. Tomo un respiro antes de posar mi mano en su cintura, ella sólo está cómoda mientras molesta con sus dedos mi barbilla. Con ellos aquí la espera se hace menos larga. Mientras Laurélie sigue con mi rostro, mis ojos de dirigen hacia los cartelitos que hay frente a nosotros.

Cada uno explica los trastornos más comunes; la depresión, la ansiedad, la fobia social, el trastorno obsesivo-compulsivo. Hay otros explicando también el Síndrome del Espectro Autista, Trastorno Explosivo Intermitente, y más. Cada vez que los veo, me hace sentir que hay personas padeciendo trastornos mentales peores que el mío. Y que trastorno es una palabra más fuerte que la palabra fobia. Pero aún así sólo el que padece lo que cualquiera que pise este consultorio y entre a hablar con alguien que sientes que en vez de ayudarte, te hunde más, sabe que nada de esto es fácil.

—¿Ustedes no han pensado en tener más hijos? —dirijo mi vista hacia Laurélie cuando hace la pregunta hacia mis padres.

—Sí, pero creo que estamos bien —dice mi madre—. Quizás aún estoy en edad pero no, podría tener muchos riesgos.

—¿Y tú, cariño, has pensado en tener hijos cuando llegue la edad apropiada?

Me espanto cuando mi padre le hace esa pregunta a Laurélie, ella sólo se ríe de mi cara de espanto.

—Quizás uno, o dos —dice.

Me río dentro de mí porque la chica quiere tener al menos dos hijos y el novio que tiene sigue virgen. Esta situación es algo extraña.

—Basta de preguntas, por favor —solicito con urgencia.

Ellos se ríen y finalmente nos quedamos en silencio. Mis padres nos miran con una sonrisa mientras acaricio el cabello de Laurélie, me siento más tranquilo porque estará aquí cuando entre con el doctor y sé que seguirá aquí cuando salga.

La puerta se abre y todos nos levantamos, ella toma mi mano. Reconozco enseguida a la chica que sale del consultorio, es Rachel. Me sorprende que después de todo este tiempo siga con el doctor Chandler. Ella al verme se sorprende, su rostro es como un poema. Ella no se ve como antes, ahora está mejor. Se nota, se siente.

—Hola, Nathan —saluda.

—Hola, Rachel —saludo igual. Ella no puede evitar mirar mi mano junto a la de Laurélie y eso la hace sonreír.

Complicado es sólo una palabraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora