Enamorarse no es de valientes como dicen, sino de distraídos, de despistados. Porque bajaste la guardia y sin notarlo alguien vino a colarse dentro tuyo y entró a lo más profundo de ti.
Charlotte ha vivido todo lo que recuerda de su existencia con s...
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Maldije en mi interior y miré por un segundo a Stephan con odio. Estábamos en una peluquería, el quería cortar mi cabello y pintarlo. Esto era ir muy lejos.
—No permitiré esto —dije y me di la vuelta pero él me tomo por los hombros y me guió de vuelta a la fachada de la peluquería.
—Solo cortaremos un poco tu cabello y lo pintaran de negro, para que tengas mas parecido con la familia Holzworth —dijo introduciéndome en lugar que parecía la peluquería más popular visitada.
En minutos todo sucedio. Una chica muy punk me corto el cabello, no demasiado y lo pinto. Al salir de ahí compro ropa muy cara para mi y cosas que según él.
Debe tener una chica de familia Holzworth.
Horas y horas más tarde. Miles y miles de dolares derrochados en cosas que ni siquiera pensaba usar. Terminamos en una tienda de armas, donde Stephan pidió una M1911-Tauro de 9 milimetros. La puso a su nombre y nos marchamos en la Range Rover.
Todo este cambió me tenía sumamente sorprendida. Era raro, Stephan Wild tiene mucho dinero y trata de convertirme en su impostora perfecta.
Todo ese tiempo me mantuve callada, discreta, pero observaba la actitud de Stephan. Parecía alguien de verdad muy frío, capaz de llegar a ser cálido pero haciendo que todo parezca una mascara. También era cerrado, sin importar la situación en la que nos encontrabamos, yo no sabía en realidad quién era él, por qué hacia peleas callejeras y que tenía que ver su personalidad con su familia.
No me tragaba eso del "amor verdadero", tampoco que su propio hermano haya renunciado a tal fortuna por amor. Debía haber algo más detrás de la cortina.
—No soporto tu silencio dulzura —dice él casi en una risa algo risueña sacándome de mis pensamientos.
—Prefiero no decir nada al respecto, me siento amenazada ahora que compraste un arma, puede que me mates —digo mirando por la ventana del auto mientras el seguía conduciendo a lo que parecía ser una zona adinerada muy alejada del centro de Los Angeles.
—Me sulfura un poco que sigas pensando que te mataré —menciona haciendo que voltee a mirarlo —en primer lugar, el arma es tuya.
—Sé algo muy grande de ti, no finjas que no lo harías, me matarías si es necesario —digo y analizo lo que dijo —¡Yo no usaré una jodida arma!.
—En segundo lugar, eres bastante linda y grosera para que te mate, me perseguirías como un fantasma atormentandome —un leve sonrojo se apodera de mis mejilla, él carcajea y continua—: Tercero, no pienso matar a nadie porque sepa algo de mi, hay mejores modos de silenciar personas.
Un escalofrío me invade, él vuelve a reír ahora con arrogancia y frena en una casa gigantesca. Tenía alrededor de dos plantas, todo era blanco y color beige. Tenía un gran frente con grandes ventanales y una gran escalera. Poseía un jardín, con demasiadas flores dandole un toque femenino.