La llamaré, una video llamada es la mejor opción en nuestras circunstancias. Sí, me permito decir nosotros a pesar de que hace unos segundos estaba con mil dudas, lo cierto es que sé que Phoebe me ama tanto como yo a ella. No tengo la certeza de decir cómo pasó, tampoco sé en qué momento exacto ocurrió ni podría decir a ciencia cierta porqué la amo o porqué sé que ella me ama a mí, pero estoy seguro de que así es.
¿No les ha pasado que pueden estar totalmente seguros de algo, pero no sabrían explicar el porqué?
¿Sí?
Pues eso es lo que me está pasando justo ahora, creo que mi definición de estar enamorado sería algo así como: cuando no podemos describir exactamente qué es lo que nos atrae, lo que nos gusta, lo que nos fascina de esa persona, entonces estamos enamorados.
Superé mi temor a ser rechazado, busco mi tableta para realizar la video llamada, me acomodo en el mueble de la sala. Siento mi corazón acelerado latir en todas partes de mi cuerpo, lo escucho como si estuviera dentro de mi cabeza, los siento palpitar en mi cuello, en mis muñecas, me sudan las manos, me tiembla el pulso; siento que si no hago algo rápido, me dará taquicardia o un infarto. La puerta se abre y mi madre la atraviesa con una sonrisa en su rostro, me mira y su semblante pasa de risueña a preocupada al contemplarme.
—¿Te sientes bien, Ryan? —pregunta con evidente preocupación en su voz, debo verme muy mal para que mi madre reaccione de esa forma.
—Sí, estoy bien, al menos eso creo —contesto y sus ojos se ensanchan, acto seguido está a mi lado, tocándome en la frente y en el cuello para asegurarse de que no tenga fiebre —. Tranquila, mamá, no estoy enfermo.
—¿Entonces por qué tienes esa cara?, ¿sucedió algo con las niñas? —inquiere mientras se dirige a toda prisa hasta la habitación de las gemelas.
—No, mamá, ellas están bien —musito para no despertar a las niñas, mientras mi madre las observa y da un beso en la frente de cada una —, les leí el cuento de caperucita roja y se durmieron al instante hace tan solo unos minutos —aclaro, manteniendo mi bajo tono de voz.
Con su semblante notablemente más relajado, mamá se sienta en el mueble, me indica sentarme a su lado y yo obedezco. Me contempla por unos segundos sin decir nada, solo siento como me escudriña con esos hermosos ojos azules que nos heredó, no solo a mí, sino también a las gemelas. De pronto una de sus manos acaricia mi mejilla y juega con mi barba, la veo sonreír como si acabara de recordar algo gracioso y sus ojos se cristalizan con unas lágrimas que no terminan de salir.
—Creciste tanto, mi niño —susurra —. Recuerdo que cuando tenías ocho años, decías que la barba de tu padre era horrible —vuelve a sonreír y esta vez hasta una leve carcajada se le escapa —, hasta juraste por tu Nintendo©️ y todos tus juguetes, que jamás te dejarías crecer la barba —estalla en una carcajada que me hace reír a mí también, pero rápidamente cubre su boca señalando hacia la habitación de las niñas —. Me preguntaste que porqué los adultos se dejaban crecer pelo en la cara, que si no sabían que el pelo en la cara daba miedo y además se veía asqueroso.
—¡Oh, mamá, no me avergüences! —exclamo sin parar de reír —, es obvio que cambié de opinión.
—Lo sé, creciste y, aunque estoy feliz por ello, a veces extraño a mi pequeño hijo —suspira —, al que vivía aquí, conmigo, con nosotros y no estaba a miles de kilómetros en otro país y hasta en otro continente.
—Yo los extraño mucho, también —admito sosteniendo su mano que aún permanece sobre mi barba y la aprieto en señal de apoyo.
—Estoy preocupada por ti, Ryan, ¿qué te sucede hijo mío? —pregunta con su rostro preocupado una vez más —, no pareces el mismo desde que llegaste. Te he observado y te ves triste, como si algo no te permitiera ser feliz del todo.
Me quedo en silencio unos segundos o quizás minutos, no podría distinguir el tiempo exacto. Por mi mente se reproduce a manera de película, todo lo que he vivido desde que conocí a Phoebe aquel día. Por supuesto que le conté a mi madre sobre Phoebe, en nuestras videos llamadas se notaba mi cara de felicidad y tuve que decirle cuál era la causa de las misma, pero no le había dicho que terminé con ella por una tontería que el momento quizás se vio como algo muy serio.
—No te preocupes, mamá —contesto tras mi silencio —, estoy bien. Solo terminé con mi novia y aún me siento mal por ello.
—¿Puedo saber porqué terminaron? —inquiere con un gesto de sorpresa.
—Te contaré todo, mamá.
Inicié contándole a mi madre desde el día uno todo lo sucedido con Phoebe, quién era ella, que le gustaba y qué no. Desde luego ya sabía algunos detalles que repetí y otros que no sabía, ni tampoco sabrá, fueron omitidos. Le conté sobre nuestra primera cita, nuestras segunda cita y todas las demás. Le conté sobre su cumpleaños, la investigación que su padre nos mandó a hacer tanto a Ben como a mí y de como todo cambió desde ese momento. Concluyo contándole el dilema que tuve justo antes de que ella llegara. Mi madre escuchó atentamente cada detalle, solo haciendo pocas preguntas cuando algo no le quedaba claro o simplemente tenía curiosidad.
—Te he escuchado con atención y solo te diré tres cosas que me gustaría guardaras en tu mente y en tu corazón —dice con tono dulce —: primero, no hay motivos tontos para terminar una relación, eso es muy relativo. Cada persona es diferente, así como mi reacción a cualquier evento puede ser diferente a la de los demás, así como mis gustos y disgustos varían; para cada persona también es igual de diferente —río tras escuchar la contradicción lógica que acaba de decir —. Tus motivos no son tontos, simplemente fue tu reacción. Lo que para mí puede significar una catástrofe, para otros no sería molestia y viceversa.
—Muy cierto, no lo había pensado así —agrego y analizo lo que acaba de decirme.
—Lo segundo es que nunca, jamás, tomes decisiones importantes en momentos de emociones fuertes: alegría, tristeza y rencor —puntualiza —. Solemos tomar malas decisiones de las que luego nos arrepentimos, cuando dejamos que el calor del momento emotivo sea el que hable por nosotros.
—Me he dado cuenta de mala manera.
—Tercero y último, no llames a Phoebe hasta estar seguro de lo que le vas a decir. Te sugiero que lo pienses, lo escribas, que lo grabes o como prefieras hacerlo, pero no la llames sin siquiera saber qué es lo que deseas, ¿entendido? —concluye y yo asiento a modo de respuesta.
Definitivamente las madres tienen una intuición única, mi madre sabía que no estaba bien desde que llegué a casa y no solo me acaba de hacer sentir mejor al saber que no me ha dejado de cuidar y querer como a un niño, sino que me ha dado los tres mejores consejos que alguna vez alguien me haya dado. Los tomaré en cuenta y pondré el consejo de ensayar lo que le diré a Phoebe cuando la llame aso, así que en lugar de video llamada, voy al menú de mi tableta para grabar lo que quiero decirle a Phoebe, todo lo que quiero que sepa y aún no he dicho.
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Diseño de Amor (Serie Hermanas Libro #1)
RomanceLuego de ser adoptadas por una pareja que cambiará sus vidas para siempre, Lucy y Phoebe Wallace descubren que la familia es mucho más que lazos sanguíneos. Únete a ellas en su nueva vida de universitarias lejos de casa, en la cual se les presentan...