Lo que nadie dice

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Prólogo: Lo que nadie dice

     Hola, soy Xion Russell y he venido a revelar ante ustedes las verdades de las chicas.

     Las chicas somos... A ver, ¿cual sería la selección adecuada de palabras? No estoy segura, ¿mezquinas?, ¿mentirosas?, ¿egoístas? Oh sí, debe ser esa, todas somos demasiado egoístas. Pero como cada cosa en esta vida existe un porqué. No es lindo. No es compresible, y en definitiva no nos estoy justificando, pero la cosa va así:

     Un día despiertas y abres tu conciencia al mundo que te rodea, y ¡Oh! ¡Sorpresa!, ¡Estás viva! Felicidades, a partir de ahora tu memoria funcionará mucho mejor. Puede que en este primer momento de lucidez te hayas encontrado comiendo una comida que odias, o dibujando algún garabato tonto en la pared, o sencillamente viendo una de tus caricaturas favoritas por la televisión, ¿quien sabe? Yo me hallaba en la cima de un tobogán cuando me supe viva.

     Pero bueno, hasta este primer momento de conciencia, todos los niños y niñas hemos vivido relativamente igual, por lo general este divertido evento ocurre alrededor de los cinco años. Así que todo ha sido cuna, teteros, mimos, y alguna que otra guardería incompetente.

     La diferencia —sumamente interesante, por cierto—, ocurre alrededor de los seis años, es la primera vez que te llevan al colegio y congenias con mocosos y mocosas de tu edad (y por su puesto, ya estás conciente de que existes en un aquí y en un ahora). Al principio es abrumador; no conoces a nadie, la maestra parece mala, no hay recreo largo, no hay parque, no hay juguetes, solo pilas y pilas de libros adornados, cuatro asfixiante paredes igual de adornadas y un aburrido pizarron en el centro del aula (lo sé, apesta), entonces luego viene la peor parte; descubres que estarás todo el día clavado en un estúpido pupitre, recibiendo ordenes e instrucciones de la profesora de cosas que tienes que hacer o aprender.

     En fin, solo queria resaltar lo traumático que suele ser para los niños el primer día de clases en la escuela primaria.

     Eres una niña, tienes seis años y has sido inscrita en un colegio mixto. Bien, no puedo hablar por todas las niñas, pero puedo asegurar que al menos un setenta por ciento de nosotras —dependiendo de la crianza—, solo pensamos en una cosa; hacer amigas y ser princesas, sí señor, así de básicas somos.

      Pero entonces empiezan los problemas; las niñas más bonitas se creen superiores al resto y «el resto» compiten entre ellas mismas para ver quien es la más bonita. A las que no se le puede negar este atributo se las coloca en un pedestal y allí permanecen hasta finales de preparatoria, pero no nos adelantemos, seguimos en primaria: fuera del hecho de que todas querían ser las más lindas, existía un gran problema secundario; todas querían tener las muñecas, los juguetes y los bolsos más bonitos y caros, de modo que a mamá y papá les terminaban exprimiendo los salarios. Oh sí, el dilema crecía, y quiero recordarles que sigo hablando de niñas de seis años.
      Después estaban las fiestas, sin los tediosos uniformes, ibas vestida de ropa civil y lo diré claramente; si la ropa era fea automáticamente te convertías en el blanco de las burlas, y si la ropa de verdad era bonita entonces generabas envidia a las otras niñas y eras el epicentro de las críticas.

       Se trataba de una especie de rivalidad femenina súper peligrosa y absurda en la que nadie era amiga de nadie, y todas se odiaban en silencio. Repito; seis años de edad.

      Bueno, luego cumples los once años. Ya no solo pensabas en muñecas, ser bonita, o tener cosas costosas, nuevas fronteras se desplegaban ante ti: por primera vez te das cuenta de que existe otra forma de vida aparentemente inteligente, subsistiendo alrededor tuyo; niños. Y por lo que ves hay unos que son bastante lindos, pero demasiado tontos para saberlo. Los analizas y percatas que no hay mucha diferencia entre su conducta actual y la que tenían hace cinco años. Quieres ignorarlos, pero entonces te enamoras de alguno de ellos y oh, juras que vas morir por ese sentimiento, pero ojo, de tener al niño frente a ti, meterle un puño en la cara e iniciar una pelea a muerte con él, parece la mejor forma de accionar o seducirlo, no lo sé.

• C r y  L i g h t •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora