Castillo de Azúcar

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Xion Pov's

Ventus estaba esperándome en la mesa de la esquina encogido tras el menú de la cafetería, con la misma energía torpe que podría tener un pingüino si lo sacan de su hábitat natural. Si bien trata de pasar desapercibido, la verdad es que salta a la vista con esa postura tímida y ese cabello rubio contrastando al verde manzana de su camisa.

    Me senté frente suyo.

—Hola caramelo, ¿llegaste hace mucho? ¿te hice esperar?

—No, no, para nada, llegué hace cinco minutos —respondió velozmente—. Estás muy bonita, yo... yo...

—El mocoso llegó hace una hora, ha estado dando vergüenza ajena desde entonces y espantando a la clientela —anunció el mesero, echándose un paño al hombro antes de levantar el lápiz para tomar la orden—. Hasta se debe saber el menú mejor que yo, ¿qué van a querer?

    Menuda sorpresa.

—Esto no es zoológico municipal, ¿qué haces aquí, bestia?

    Vanitas me escaneó con la mirada.

—Como te puedes imaginar, el alcohol y las putas no se pagan solas —chasqueó la lengua—. Se los advierto, si no van a ordenar nada los saco del local.

—¿Y están muy caras las drogas? —insistí, dando tiempo a Ven para recuperar el aliento.

—La mota subió de precio la semana pasada, es un robo. Y no sabes en cuanto sale la heroína, ya hasta creo que me estorba un riñón.

    Se le sentía algo diferente a su habitual agresividad infundamentada del instituto. Quizás un aire más sosegado, más normal. Me atrevería a decir, que incluso con este carácter grosero y antipático que mantiene, está siendo más amable que de costumbre. Quiero decir, si me hubiesen preguntado por Vanitas dos días atrás, de salvaje disociado con problemas alcohólicos no lo bajo.

    Los balbuceos repetidos de Ventus rompieron con la linea de mi pensamiento:

—Va-vamos a querer un... No, no, dos... yo no... e-eh... aguarda un instante...

—¿Tu fijación con los rubios marica, Xion? —me preguntó Vanitas con gravedad, viendo que Ventus no se decidía y empezaba a hiperventilar de pánico—. ¿Es un fetiche o algo?

—Es una religión, me excitan, me calientan, ¿algún problema?

—En lo absoluto, cada quien con sus gustos de mierda.

—Ya, ya. Quiero un pastel de fresas con crema y una gaseosa —Se decidió el niño—. ¿Qué vas a querer tú, Xion?

    Me pasó la carta, pero la hice a un lado.

—Lo mismo que tú, caramelo.

    Oh dios, se pone rojo de nada.

—Lo tengo apuntado, ¿algo más? ¿un condón? ¿no? Correcto, esperen cinco minutos, ya les traigo el pastel.

    Y así como vino se fue. No habían pasado ni dos segundos de eso cuando disparé una mirada ruda a Ventus.

—¿Llegaste hace una hora? —exigí.

—No.

—¡Por el amor al cielo!

—¡Es mi primera cita con una chica, perdón! ¡Estaba muy nervioso! Y mi madre no dejaba de decir que si te hacía esperar me ibas a odiar para siempre jamás, y me daba miedo que no vinieras, pero no me podía quedar en casa, no te molestes, por favor, por favor, te compro dos raciones más de pastel.

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