🌹 Capítulo 3

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—Puedo acompañarte—se ofreció Lucifer con preocupación mientras veía a su padre organizar una mochila—Los bosques del norte están cubiertos de nieve en estas fechas.

Castiel se encontraba acorrucado en el sofá con el libro en su regazo viendo a su padre meter algunos refrigerios y papeles importantes sintiéndose realmente triste de verlo partir.

Había llegado una carta aquella mañana anunciando que se había encontrado mercancía del barco perdido y que se le solicitaba su presencia lo más pronto posible. Castiel temía dejar aquel pequeño pueblo ahora que parecía que podían recuperar sus vidas, él estaba feliz ahí, le gustaba despertar y ver como el sol salía en el horizonte coloreándolo todo con sus luces naranjas; sentir el pasto en la planta de los pies; ver a Impala correr por los terrenos feliz de sentirse libre como él.

—Será más rápido si voy solo—habló su padre mirándolos—No creo tardar mucho, ¿de acuerdo? Deben cuidarse—los tres asintieron—Cuiden a Castiel, no me gusta como lo ven la mayoría del pueblo—Castiel enrojeció pero Michael dio una afirmativa sin más.

Lucifer sólo miró a su padre organizar sus cosas sin prometer cuidar al menor, ¿por qué habrían de cuidarlo? Mientras Castiel obedeciera lo que se le decía no tendrían ningún problema. Sí, había personas en el pueblo, hombres por lo general, que lo miraban con lujuria pero nada que Michael no pueda solucionar por su cuenta.

—Promete que volverás pronto—habló Castiel mirando con tristeza los ojos castaños de su padre.

—Volveré antes de que me extrañes, pequeño—le besó la frente y se encaminó a la puerta—Tomaré a Impala para irme, no le hará mal estirar las piernas a esa yegua—Castiel asintió sonriendo—Bien, ¿encargos antes de que me vaya?

—Una botella de vino—pidió Lucifer mientras subía las escaleras a su habitación—Que sea buena, no importa si es barata. No soportaré otra cena con café—Michael negó con la cabeza, levantándose y también dirigiéndose a las escaleras.

—Un par de abrigos estarían bien, o unas botas para el trabajo—Chuck asintió—Ve con cuidado papá.

Michael desapareció escaleras arriba dejando a Castiel con su padre.

El más joven se levantó y fue al lado de su padre para despedirlo desde el umbral de la puerta. No entendía por qué sus hermanos no lo hacían, Castiel no sabía cuánto tiempo se iría así que quería despedirlo bien, haciéndole prometer que volvería sin ningún rasguño.

— ¿Tú no quieres nada?—preguntó Chuck mientras Castiel lo ayudaba a colocarse el abrigo—Sabes que no me gusta cuando no pides nada—Castiel sonrió.

—Estoy muy bien, papá—lo tranquilizó poniéndole ahora la bufanda—No te preocupes. Mejor preocúpate por volver pronto, seis días, ¿de acuerdo? Cuando mucho, y cuida a Impala, se encuentra aún recelosa del exterior—Chuck acaricio la mejilla de su hijo riendo.

—Pide algo, Castiel, anda. No me quiero ir sin el encargo del menor de mis hijos.

El joven pareció pensarlo un momento, como si dentro de él estuviera algún deseo oculto que su padre podía satisfacer. Pero no encontró nada, Castiel estaba bien con lo que tenían, se encontraba feliz de estar rodeado de aquel pastizal, de los árboles y...Bueno, al parecer sí había algo que él quería.

—Una rosa—dijo al fin haciendo que su padre riera—No consigo hacer que crezcan acá, es muy frustrante—Chuck negó con la cabeza mientras le apartaba mechones del cabello de la cara—Una rosa roja, papá, ¿sí? Extraño mi jardín pero sólo eso pido.

El Ángel y La Bestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora