🌹 Capítulo 20.

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SORPRESA, Maratón que durará el día de mañana

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Impala galopaba con furia por el bosque como si el tiempo se le terminara, los dos caballos que iban con ella intentaban ir a su ritmo pero viéndolo casi imposible, era demasiado cansado ir a la par que esa yegua.

El sol iba alzándose sobre el cielo coloreando la noche de un pálido gris perla mientras que en el horizonte se veían los rayos del sol tocando las nubes iluminándolas con el bello color del amanecer, los pájaros comenzaban a cantar y el bosque se llenaba de vida conforme aquella caballería pasaba veloz a través de él, agitando los helechos y teniendo cuidado con las ramas bajas. Castiel seguía yendo al frente, su cabello se había soltado no hace mucho y ondeaba junto con su capa a sus espaldas como una estela, apretó con fuerza las riendas de Impala encajándose el tallo de la rosa que aún sostenía en la palma de su mano cuando vio los árboles abrirse ante un bonito jardín donde podías escuchar el arroyo correr cerca.

El jardín pronto se fue haciendo más amplio y Castiel sintió sus ojos llenarse de lágrimas cuando vio esa pequeña casita un poco alejada del pueblo con un pequeño corral para algunos animales, con sus flores en perfecto estado y con el porche aún iluminado por la farola. La imagen parecía perteneciente a un cuadro, uno donde sólo podías admirar pero no formar parte de él pero Cass sabía que ese era su hogar, donde su padre y sus hermanos vivían, donde había probado la libertad por primera vez en su vida.

Había vuelto a casa después de todo.

Tiró de las riendas de Impala haciendo que la yegua se alzara sobre sus patas traseras antes de dejar caer las delanteras con fuerza y detenerse por completo. Se bajó de un salto y poco le importó que sus hermanos aún no lo hubieran alcanzado, corrió en dirección a la casa aún con la rosa en una de sus manos y tocó la puerta desesperado, deseando ver a su padre después de tanto tiempo ausente, deseando decirle que todo iba a estar bien de ahora en adelante.

Tocó la puerta con el puño tres veces y miró hacia atrás mientras se apartaba el cabello del rostro. Michael y Lucifer iban desmontando de su cabello y sonreían como si supieran que Castiel era el remedio para todos sus males. Cass se cruzó de brazos esperando a que la puerta fuera abierta y miró la rosa en uno de ellos sintiendo preocupación; ¿y si algo le pasaba a Dean? Se las habían arreglado sin Cass bien antes de su llegada pero eso no evitaba que el pelinegro se preocupara de que algo pudiera salir mal, de que Dean volviera a enojarse, de que nadie estuviera ahí para sostener a Kevin, de que Gabriel y Crowley sacaran de los nervios a Dean.

La puerta se abrió interrumpiendo sus pensamientos y un sonriente Donatello lo recibió haciendo que Cass sonriera con alegría. Aquel anciano hombre había sido su primer amigo en aquel pequeño lugar, su primer amigo en el mundo y Cass estaba feliz de verlo. El hombre lo miró de arriba abajo, confundido por las prendas tan elegantes y costosas que portaba el pelinegro, antes de que éste lo abrazara con fuerza.

—He vuelto—susurró Cass haciendo que Donatello sonriera.

—Ya te veo, hijo—el anciano palmeó la espalda del pelinegro antes de apartarse—Y estoy seguro de que pronto nos pondremos al corriente pero ahora corre a ver a tu padre, te ha echado mucho de menos.

Castiel asintió antes de adentrarse a su viejo hogar. Lo sentía demasiado pequeño y eso le incomodaba; se había acostumbrado a grandes paredes y espaciosas habitaciones, a infinitas escaleras y al techo a metros sobre su cabeza, todo aquello parecía más una casa de juguete que una donde se pudiera vivir. Cass no le dio muchas vueltas a ese asunto por lo que subió de dos en dos los escalones y corrió en dirección a donde recordaba que era la habitación de su padre, sentía el corazón galopándole con velocidad contra sus costillas, sus manos temblaban y su frente comenzaba a perlarse en sudor.

El Ángel y La Bestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora