🌹 Capítulo 16.

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Aquel castillo que se alzaba en la oscuridad de la noche iluminado por la débil luz plateada de la luna se encontraba sumido en un sepulcral silencio. Todos en aquel lugar dormían profundamente soñando con el futuro de volver a ser felices.

El dueño del castillo se encontraba en su alcoba viendo fijamente aquella campana de cristal que mantenía a salvo la rosa que moría de a poco. Se encontraba sentado frente a ella mirando con ojos demasiado humanos aquel objeto, sintiendo cómo la magia que emanaba lo rodeaba y le recordaba que no había demasiado tiempo, que tenía que actuar cuanto antes.

Con una de sus garras golpeteó ligeramente el cristal sintiendo el sonido vibrar dentro de él, viendo como la luz que emanaba la rosa parpadeaba antes de dejar caer lentamente otro pétalo, suspiró antes de tomar el espejo que descansaba a su lado con una de sus garras. Se miró reflejado en él unos segundos odiando su aspecto, sintiéndose estúpido por esperar a que alguien amara un rostro como aquel. Claro, Dean ahora lo estaba intentando más, estaba siendo la persona que nunca sería y todo debido a Castiel pero tampoco era tonto y sabía que el sentimiento que latía en su pecho ya no era amistad, hace días que había dejarlo de serlo.

Había creído, muy ingenuamente, que haberse enamorado de un ángel como Cass rompería el hechizo pero, para su desgracia, Crowley tuvo la decencia de recordarle que sólo lo haría si él lo quería de vuelta. Desde entonces Dean se sentía desdichado pero intentaba no notarlo, ya había aprendido que nadie tenía la culpa de nada. Tampoco podía enojarse con Castiel por no amarlo de la misma forma, Dean se veía al espejo y aquel rostro era el de algo que reinaba en tus pesadillas no en tu corazón. Quizá era por eso que su esperanza de verse amado iba decayendo de a poco y se obligaba a actuar un poco más deprisa.

El día de mañana haría una cena especial para Castiel, con velas y un baile en el gran salón. Le haría sentir especial, le diría sin palabras todo lo que sentía por él pero, al mismo tiempo, iba a darle una oportunidad. Iba a darle esperanza a su corazón, esperanza de verse amado a pesar de su aspecto. Dean ya ni siquiera lo hacía para ser humano, eso había dejado de importar hace un tiempo, lo hacía para que Castiel pudiera quedarse a su lado y ser feliz con él sin temer a nada, sin necesitar a alguien más con él.

—Quiero verlo—pidió con voz suave al espejo.

El cristal en el que se veía reflejado onduló un poco, como agua, iluminándose antes de mostrarle lo que más anhelaba.

Sonrió mostrando esos monstruosos dientes al ver a Castiel abrazado a su almohada dormido profundamente, con algunos mechones de cabello cubriéndole el rostro mientras su pecho subía y bajaba débilmente, su boca se encontraba entre abierta soltando pequeñas respiraciones, sus mejillas lucían rosadas y un hilillo de baba salía de la comisura de sus labios y empapaba la almohada.

Lucía tan irreal en ese momento, como si lo que Dean contemplara fuera el producto de un sueño, fuera su ilusión de un ángel salvándolo de aquella oscuridad. Cass lucía como un autentico ángel ahí recostado sólo durmiendo; lucía como si en cualquier momento fuera a desaparecer como la niebla y Dean volvería a quedarse solo y volvería a odiarse hasta que el último pétalo cayera. Suspiró sin dejar de mirar aquella imagen, incluso cuando Cass frunció el ceño y se removió inquieto, amenazando con despertarse.

El Ángel y La Bestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora