La cálida brisa de la noche los envolvía acariciándolos levemente, como el aleteo de una mariposa; las estrellas brillaban como luciérnagas atrapadas en un manto negro allá por encima de su cabeza, tan lejanas que podías darte un momento de mirarlas y sentir que podrías contarlas todas; la luna brillaba como una sonrisa y quizá eso era, quizá sonreía por lo que admiraba, quién sabe.
Castiel soltaba risas ocasionales cuando Dean le pasaba por el rostro una rosa que había arrancado de la enredadera antes de ronronearle en la mejilla y lamerle el rostro. El pelinegro seguía abrazado a Dean y restregaba su rostro de vez en cuando intentando alejar la flor por las cosquillas que le hacía y riendo cuando era la nariz de la bestia lo que le acariciaba la cara. Ambos seguían perdidos en su propia burbuja ajenos a todos menos al otro, girando en torno a su compañía viviendo por ese momento, por ese pequeño momento en el que Castiel deslizaba la yema de sus dedos sobre la palma de Dean y la bestia olfateaba su cabello sintiendo que, cuando Castiel se fuera, iba a extrañarlo.
Las orejas de Dean se movieron ante la sensación de algo, del peligro. Se enderezó junto a Castiel y miró fijamente por el balcón en dirección a la verja del jardín, una brisa más insistente que la anterior le desordenó la melena alertándole de que los visitantes habían llegado, viendo las copas de los árboles separarse a lo lejos, deseando que fueran más lento, necesitaba más tiempo. Lo quería, quería quedarse ahí junto a Castiel para siempre, quería vivir en ese pequeño balcón mientras se mantenían uno junto al otro de esa forma.
— ¿Pasa algo?—preguntó un Castiel adormilado mirando a Dean confundido.
—Cass—habló Dean con un gruñido—Tú... ¿eres feliz viviendo aquí conmigo?—preguntó temeroso moviendo con lentitud su cola.
—Por supuesto, Dean. Me gusta vivir contigo—Castiel le sonrió radiante mientras alzaba una mano y la colocaba en el rostro de Dean—A pesar de tu mal humor inicial—Dean ronroneó ante la caricia.
— ¿Qué hay de tu familia?—preguntó temeroso, escuchando el galopeo de tres caballos acercarse a velocidad, terminándose su tiempo—La extrañas, ¿verdad?
—Claro—Castiel se removió inquieto, sabiendo que ese tema era delicado con Dean—Yo...yo quisiera verlos y decirles que estoy bien, que no pasó nada. Tranquilizar a mi padre, decirle que no se preocupara—se encogió de hombros mientras Dean asentía— ¿Por qué preguntas?
El sonido de la verja que nunca se abría haciéndolo fue lo que evitó que Dean hablara. Castiel frunció el ceño y se levantó, temeroso de quién pudiera entrar a un lugar del que nunca se salía. Apoyó las manos sobre el barandal teniendo cuidado con las espinas de la enredadera y se inclinó hacia adelante viendo tres siluetas cruzar a toda velocidad la entrada, sintiendo que su corazón se saltaba un latido cuando dos de ellas le fueron demasiado familiares.
—Son mis hermanos—susurró asombrado antes de darse la vuelta y mirar a Dean con una sonrisa— ¡SON MIS HERMANOS! ¡Tengo que ir con ellos! ¿Puedo ir a recibirlos?—pidió dando brinquitos en su lugar.
Dean lo miró unos instantes perdiéndose en Castiel contra la noche del bosque, escuchando a los caballos desacelerar la marcha cuando llegaron al jardín, viendo como los ojos del pelinegro brillaban como las estrellas en el cielo y su sonrisa, aquella que tanto había decorado su rostro esa noche, amenazaba con partirle el rostro a la mitad. Dean sonrió, un poco, mostrando una parte de su dentadura mientras asentía sintiendo que su corazón estaba en un puño y estaba sangrando ante eso, ante la alegría de Castiel por ver a los extraños.
—Adelante—asintió cabeceando en dirección a dentro.
—GRACIAS, DEAN—gritó entusiasmado Castiel antes de abrazarlo y luego echarse a correr hacia el interior.
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El Ángel y La Bestia.
FanficPonerse a ver La Bella y la Bestia animada de Disney y preguntarse cómo seria si lo haces con Destiel es mala idea, muy mala idea. Más si lo único en lo que piensas es en cómo puedes mezclar todas las adaptaciones que has visto de esta historia que...