🌹 Capítulo 8.

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Imagen de fanart hecha por Karenahihi que representa a nuestro Cass en esta historia 💖 bien beio.

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Aquella habitación era realmente grande como para que sólo durmiera en ella una persona, la luna brillaba a través de la ventana creando fantasmagóricas figuras en el blanco suelo de azulejo, una de las puertas que daban al balcón se encontraba abierta lo que hacía que la ventisca helada se colara haciendo bailar las cortinas rojas como si estuvieran en su propia danza particular.

En medio de aquella ostentosa alcoba se encontraba una gran cama de dosel verdoso con ornamentos dorados, recostado en ella mirando fijamente hacia el frente estaba Castiel, el joven muchacho que no podía dormir sin dejar de ver fijamente la ventana, como si de alguna manera pudiese escapar de allí si lograba construir una soga con todas las sábanas. Hacía semanas que se encontraba en aquel palacio, había creado su propia rutina rodeado de objetos inanimados parlantes y de un misterioso amo que no mostraba su rostro en la única ocasión que se veían.

Castiel se la pasaba leyendo en la biblioteca o ayudando a Bobby, un hacha malhumorada que hizo de jardinero en sus tiempos humanos, en el jardín de en frente y en el invernadero. Gabriel y Crowley lo seguían a todos lados con dificultad pues Castiel descubrió que la nieve era tan suave que ellos se hundían a cada paso que intentaban dar.

A Castiel le divertía mucho el candelabro, era muy ocurrente y parecía ser el único que mantenía la alegría en aquel lugar, el reloj inglés era un tanto irritante para su gusto y, desgraciadamente, se la pasaba en su cuarto hablando con Meg, el amplio ropero que se había convertido en una de sus amigas más cercanas pues ella era la que lo veía llorar en las noches. Charlie se la pasaba en la cocina o con Sam, el perchero, por lo general; esos dos siempre iban detrás del amo, eran sus más allegados por lo que Castiel lo prefería así, en cambio prometía a la tetera cuidar muy bien a Kevin, que estaba emocionado por tener a Castiel allí.

Todo era agradable durante el día, al menos para el joven, pero durante las noches era cuando se preguntaba el por qué lo tenían allí, por qué todos parecían esperanzados cuando sonreía en dirección a las flores y cuando decía que el palacio era un lugar agradable si olvidabas que eras un prisionero. Él se moría por ir a casa, quedarse junto a su padre y ayudarle, preparar la cena para los malhumorados de sus hermanos y preguntarles por su día, atender su propio jardín y sonreír con orgullo cuando las flores nacían. Quería tanto volver a su casa, a esa pequeña choza que en más de una ocasión se planteó escapar durante la noche, deslizarse por los pasillos del palacio y huir sin mirar atrás. Lo deseó tanto pero el temor de ser descubierto y castigado lo frenaba todos los días.

Ciertamente sabía que no podía quejarse. Se le daba todo lo que pedía; Dean, como había pedido el amo que lo llamara, le otorgaba cualquier cosa que él deseara aún si Castiel no estaba seguro de quererla. Podía tomar cualquier libro que deseara de la biblioteca, tenía ropa realmente linda en su armario, si tenía antojo de algo Charlie ordenaba a Rowena y Rufus que lo prepararan para la cena, si le hacía falta algo Sam iba y venía por todo el palacio para conseguirlo. Eso molestaba a Castiel porque él no quería todas esas cosas, él no quería que cumplieran caprichos cuando eran simples deseos, no quería que pusieran todo al alcance de su mano, quería ganárselo, quería trabajar para conseguirlo.

Toda su vida fue pedir y recibir, siempre fue así, para Castiel bastaba con que dijera que quería algo y se movía cielo, mar y tierra con tal de dárselo y estaba harto de eso, por eso sus hermanos decían que era un inútil y que nunca podría mantener una familia. Él quería ganarse las cosas, quería sentir la satisfacción de una recompensa tras el trabajo duro.

El Ángel y La Bestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora