🌹 Capítulo 10.

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Y puede ser que haya algo más ahí 🎶

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Si algo había notado Donatello de vivir en un pueblo, a pesar de lo chismosa que podía ser la gente, era la costumbre.

Cuando se vive en un pueblo pequeño la costumbre es algo cotidiano, que iba día con día sin romperse. Cuando llegó a aquel lugar le había costado hacerse a la idea de aquello pero al final cayó en la rutina, en la costumbre. No es que hubiera mucha actividad en su biblioteca pero se había creado su propio día a día adaptándose con facilidad a él, o eso fue hasta que un chico de aspecto delicado y sonriente entró por su puerta haciendo sonar la campanilla.

Desde aquel momento Castiel iba sin falta cada tres días a regresarle los libros que tomaba y llevarse más. Le maravillaba la cantidad de libros que parecía leer ese joven en tan poco tiempo y su plática, oh hablar con Castiel era toda una experiencia porque sabía tanto de todas las cosas a pesar de no haber viajado que causaba una fascinación en Donatello que era imposible de imaginar. Castiel era, para él, algo así como el hijo que nunca deseó.

Por eso fue que, pasado dos semanas desde la última vez que vio a Castiel, comenzó a preocuparse porque el chico siempre iba cada tres días a su biblioteca, sin falta. Había visto a sus hermanos mayores rondar por el pueblo haciendo lo que antes era en trabajo de Castiel, había escuchado que el padre de aquella familia estaba gravemente enfermo y, sobre todo, que al parecer nadie sabía nada del pequeño Castiel.

Donatello no era chismoso, le repugnaba la gente que metía las narices donde no los llamaban, pero al no tener noticias de aquel alegre joven que compartía su amor por los libros se vio en necesidad de andar entre personas recopilando lo más que pudiera sobre los Novak.

Al pasar un mes y no tener noticia alguna de Castiel se decidió por ir a la casa de los Novak y preguntar directamente por él; se encontraba preocupado, temía que algo le pudo haber hecho Ketch y su séquito de idiotas. Sabía que sería raro que un completo desconocido se preocupara tanto por él pero Castiel no había hecho nada malo sino darle charlas a Donatello, charlas que extrañaba porque nadie en el pueblo tenía la capacidad de sostener una conversación tan compleja como lo hacía Castiel.

Así que esa noche atravesó todo el pueblo cubierto de nieve en dirección a la casa de los Novak cargando un libro de cuentos que le había llegado hace poco para que Castiel pudiera leer si estaba enfermo.

Donatello era ajeno a las dos sombras que lo seguían en la oscuridad dispuestas a buscar la misma información que él, preocupados por el hecho de que hacía un mes que nadie tenía noticias de Castiel y eso que el chico se las había ingeniado para hacer amigos en el pueblo, al menos unos tantos que notaban su ausencia.

Donatello dejó un rastro de huellas por la nieve mientras andaba fuera del pueblo hacia el pequeño puente que cruzaba el río congelado, sonriendo al ver aquella pequeña cabaña cuyas ventanas despedían una cálida luz amarilla y la chimenea escupía humo en señal de que se encontraba habitada; la nieve cubría el camino en señal de que nadie se molestaba en quitarla, se veía tan solitaria sin las flores que causaban fascinación en todo el pueblo que Donatello temió que Castiel estuviera gravemente enfermo así que apresuró el paso siendo seguido de cerca por sus acompañantes invisibles en la oscuridad.

...

Castiel se soltó riendo mientras veía como Bobby comenzaba a regañar a Gabriel por andar haciendo sus destrozos en el jardín y no es que hubiera mucho que destrozar pues todo estaba cubierto de un increíble manto blanco que parecía una esponjosa nube. Iba caminando con lentitud detrás de Gabriel y Kevin que revoloteaban por todos lados creando pequeños montones de nieve para después dejarse caer en ellos para lanzar la nieve por los aires, o al menos eso hacía Gabriel pues a Kevin se le dificultaba.

El Ángel y La Bestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora