Capítulo 21.

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Taemin había despertado por la noche, y no creía que pudiera tener mejor imagen que la de Ji Oh y Min Ho durmiendo a su lado, haciendo que varias lágrimas de emoción cayeran de sus ojos, porque su bebé estaba bien, y no sabía qué hubiera hecho si algo le pasaba a su bebé, aunque en ese mismo momento quería levantarse de la cama y enfrentar a la condesa, porque nadie podía tocar a su bebé, ni siquiera el conde, porque él se oponía rotundamente a que su hijo fuera criado por alguien más que él.

Su mano se acercó y acarició la mejilla de su bebé, y a pesar del dolor en la parte baja de su abdomen, se movió un poco hasta estar más cerca de él, besó sus mejillas, y en ese momento quería apretarlo contra su pecho por la felicidad que sentía al saber que nada malo le había pasado, e intentó, aunque no quería despertarlo y sólo eso lo contuvo de no hacerlo.

Las lágrimas que caían de sus mejillas fueron limpiadas por otra mano, y aquello le hizo darse cuenta Min Ho ahora estaba despierto, y que se veía un poco preocupado, aunque una pequeña sonrisa apareció en sus labios, porque él también sentía un gran alivio de ver a Taemin despierto, aunque el médico había dicho que los cuidados que Tae Yeon le dio fueron muy buenos, y que sin duda él dejaría su propia vida en las manos de la mujer, lo que para el conde fue una manera de tranquilizarlo porque sabía que el ama de llaves siempre cuidaría bien de su concubino, ella lo había hecho desde que llegó y seguía haciéndolo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó el conde.

Taemin no apartó la mirada de su hijo, tomándose algunos segundos antes de responder.

—Estoy bien —miró al conde —¿ella le hizo algo a nuestro hijo?

Min Ho dudó en decirle lo que ella hizo realmente con el niño, o sus deseos para no lastimarlo, pero creía que debía de hacerlo, además, cuando castigara a Jung Soo, quería que Taemin estuviera presente, porque sabía que a la mujer le dolería mucho en su orgullo que el concubino de su esposo estuviese viendo, y más si éste participaba en el castigo, aunque esa sólo era una idea que Min Ho, porque no estaba seguro de si Taemin tenía las fuerzas suficientes para participar, además de que no podía dejar todavía la cama sin el riesgo de que la herida volviera a abrirse.

—No le hizo daño —observó como Taemin parecía un poco más relajado con sus palabras —pero amenazó su vida.

La tranquilidad que por un momento tuvo su amante, desapareció, y sus ojos lo miraron con pánico, dejándole saber al conde que él temía que las cosas se volvieran a repetir, de lo cual él se aseguraría de que no fuera así, para lo que incluso había estado pensando en aceptar la petición de Taemin, de dejarlo vivir en la cabaña y aunque la idea no le gustaba por completo, parecía lo más seguro si tenían guardia personal, porque de esa manera la condesa no podría estar cerca de ellos, aunque si había logrado entrar a la alcoba cerrada, empezaba a creerla capaz de cualquier cosa.

—Mi Señor —la voz de Taemin se quebró —ella... —las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos —ella merece un castigo, no puede... ella no puede amenazar la vida de nuestro hijo.

Muchos podrían llegar a creer que el pedido del concubino era una petición llena de resentimiento, pero Min Ho entendía que no era así, porque Taemin nunca le había pedido algo como eso antes, incluso si los castigos injustos deberían de ser devuelto a la condesa, y él no lo hizo, pero ahora se trataba de su hijo, de un ser al que amaba tanto que no permitiría que alguien le hiciera daño, importándole poco si él tenía el derecho de pedir o no ese castigo y si podía recaer en sí mismo, quería que aquella mujer aprendiera con su hijo no debía meterse.

—Ella tendrá su castigo —dijo limpiando otra vez sus lágrimas —pero tenéis que estar presente.

—Mi Señor, yo no debería...

Prometo amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora