2. Daughter.

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La pequeña niña de nueve años lloraba en el suelo de su alcoba, con su oso de peluche en mano, mirando una hoja de papel con un mapa de estrellas plasmado

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La pequeña niña de nueve años lloraba en el suelo de su alcoba, con su oso de peluche en mano, mirando una hoja de papel con un mapa de estrellas plasmado.

Se lo había dado su padre, un año atrás cuando, por su trabajo, debió marchar dejando a su familia en una linda pero apartada casa de la ciudad, donde vivían la pequeña Jesse, y Génesis, su madre.

Se habían mudado a ese lugar precisamente por el trabajo de su padre, era lo más cerca que podían estar de él, y aunque contadas veces al año las visitaba, para Jesse valía la pena, pero cuando en su escuela, nuevamente Maya, y su grupo de amigas la molestaban, ella tenía ganas de desaparecer de ahí.

Quizás... era un poco diferente. O distraída. O se le complicaba hacer amigos. Pero era lo que debía ser. Amable.

No se atrevía a ponerse en contra de Maya, no porque le diera miedo, o algo así, pero su padre siempre le había dicho que todas las personas son buenas, y que por si alguna razón no lo eran, era porque algo les estaba lastimando, y lo mejor que podíamos hacer es ayudarles.

Y eso hacía la castaña. Ayudar. Tratar de hacerlo, al menos.

Hasta que Maya empezaba con lo de siempre. Sus típicas burlas y bromas que iban dirigidas solamente a Jesse, a Olivia y a Axel.

Olivia y Axel eran sus únicos amigos. Y a Jesse le gustaba muchísimo poder pasar tiempo con ellos, pero a veces sentía que por culpa suya, ellos la pasaban mal gracias a Maya.

—Jesse, ¿estás bien mi vida? —su madre tocó la puerta, para después abrirla. La  castaña sólo levantó la mirada, encontrándose con los dulces ojos de su madre.

Génesis miró a su hija y se sentó junto a ella. La abrazó y Jesse soltó unas últimas lágrimas, llevaba un rato llorando y hasta un punto, ya estaba cansada, era un poco tarde.

—Mami, ya no sé qué hacer... —susurró contra el cálido pecho de su madre—. Yo quiero ser buena. Ayudar a los demás, como dice papá. Pero hay personas malas.

—Mi amor, no debes estar así. No debes bajar la mirada. Ésta es tu historia... y mientras que tú sepas que estás haciendo las cosas bien, que estás haciendo el bien, es todo. No dejes que te derriben. Eres hermosa, inteligente, y eres mi hija. Estás lista, naciste lista para lidiar con personas así. E irradias una luz que opaca a personas malas como esa niña, por eso te tratan así.

Jesse sonrió a su madre y río. Amaba a Génesis.

—Toma, mi amor, tu padre la mandó hace un tiempo, pero me dijo que te la diera hasta que creyera que la necesitas. Tanto él como yo te amamos, Jesse. Lee esto, y después baja a cenar, ¿bien? Haré unos cuantos waffles con chispas de colores. Como te gustan.

—¡Sí, mami!

—Vale, mi amor —Génesis besó la frente de su pequeña y se levantó, salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí.

La castaña miró el sobre que se encontraba entre sus manos. Lo examinó completamente y cuando estaba a punto de abrirlo, lo dejó en su cama.

—Habrá momentos peores. Entonces te abriré —sonrió para sí misma y salió de su habitación emocionada, ya sentía el increíble sabor de esos waffles en su boca.

Sleeping at Last | Lukesse | MCSM | #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora