23. America

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‒ ¡Esta belleza ya es mayor de edad! – dije entrando a la oficina de Marco. Él apenas y levanto la mirada para verme y siguio con sus documentos. – ¡Y tu! – dije aun sabiendo que no me miraba. – Me debes mi regalo de cumpleaños, ayer ni siquiera me llamaste.– ni él, ni Hannah, ni Andy, les vali madres a todos, y ninguno me felicito.

‒ Ayer no fuiste a tomar desayuno a mi casa, creí que estabas ocupada. – dijo aún viendo los papales esparcidos en su mesa.

‒ Con mayor razon, ¿Y si hubiera tenido un accidente? ¿Qué clase de amigo no llama a su amiga a ver si esta bien? – soné lo mas ofendidia que pude, por alguna razón el ambiente estaba tenso.

‒ Lo siento, dime que quieres de regalo e iremos a comprarlo mas tarde. – seguia sin verme y eso me jodia, odiaba que la gente no me viera a los ojos cuando hablabamos. – ¿Qué tanto ves que ni bola me das?. – me acerque rapidamente y me coloque destras de él, apoye mi menton en su hombro para ver lo que él checaba.

Tenía hojas llenas que la verdad me daba flojera leer, pero algo si capto mi atención, era una factura del día de ayer, por un servicio de limpieza, era un monto sumamente alto, ¿Qué él no podía limpiar su casa?

– Wou deberías limpiar tú mismo tu casa si te van a cobrar tanto por eso. – dije e inmediatamente puso otros papeles encima de la factura. Luego dio un largo suspiro, parecia cansado. – Puta, ya dime ¿Qué tienes? ¿Estas enojado conmigo o que chucha?.

Me aparte bruscamente de él un par de pasos, no me gustaba este Marco, y la verdad creo que era la primera vez que veía esta faceta suya, siempre está sonriendo, incluso cuando me da sus malditas lecciones que las intento aplicar esta feliz, pero ahora noto un ligero malestar en su forma de mirarme y hablarme, yo no tengo porque aguatarlo, que lo aguante Hannah que es mujer, yo me voy. Gire dispuesta a salir y en segundos él me tomo del brazo haciéndome retroceder y caer sobre su regazo sentada, con mi espalda pegada a su pecho, y me abrazo, aunque era diferente a los abrazos que solía darme siempre, este estaba cargado de un sentimiento que no lograba entender.

Nos quedamos así por minutos, en un silencio para nada incomodo, creo que él más que yo necesitaba ese abrazo y ese corto, pero placentero silencio.

– ¿Paso algo? – dije cortando el silencio, sentí que tenía que preguntar, que no podia quedarme asi, que si yo no decia algo, Marco no lo iba a hacer.

– Lo siento. – dijo en un susurro cerca a mi oreja. El aire que salio de su boca rozo mi oido me hizo reir. – Perdon por lo de cumpleaños, debí llamarte.

– ¿Estas así por eso? No te preocupes, solo te estaba jodiendo, tendremos muchos cumpleaños mas para celebrar. Solo tengo dieciocho, no es que vaya a morir mañana.

– Demonios, arruinaste mi plan. – dijo riendose, y por el contacto me hizo reir tambien.

– Así que pensabas matarme, pues ya valiste verga, yerba mala nunca muere.

– Entonces hacerte caer por las escaleras no te matará, pero puede que te rompas un par de huesos. – esta ocasión ya no me reí, gire para encontrarme con su rostro a milimetros del mío y mirarlo indignada.

– Si me rompes un par de huesos te mato.

Marco se encontraba muy cerca de mí, tanto que podía sentir su aliento contra el mío, aun me tenía abrazada a él, sus brazos seguían firmes alrededor de mi cintura. Me encontraba perdida en sus ojos, sus ojos color lodo, sus ojos que se asemejaban más a la tierra seca que a la tierra húmeda. Marco me miraba fijamente también sin apartar su mirada de mí. Si seguíamos viéndonos así, en cualquier momento empezaría a sonar música de fondo.

No te esperaré siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora