Cap. 3: Deportes

89.6K 2.5K 81
                                    

Noté la incomodidad de Andrew durante todo el primer periodo, sólo se limitaba a preguntarme cosas de la materia y de vez en cuando me miraba de reojo. Internamente no podía hacer más que reír, pero me aguanté todas las ganas de molestarlo para que no se sintiera más cohibido de lo que estaba.

Suspiré aliviada cuando la campana del primer receso se escuchó, tomé los libros que había sobre la mesa y salí caminando algo apresurada del salón, pude sentir como unos pasos me seguían, ya sabía de quien eran por lo que no me volteé a mirar. Seguí mi camino con naturalidad y me detuve frente a los casilleros, abrí el mío y comencé a meter los libros como fuera posible. Nunca me he preocupado de mantenerlo ordenado, por lo que está lleno de papeles arrugados  y otras tonterías.

-Entonces...- dije sin mirarlo.-¿Te intimidé?.- le pregunté conteniendo mi sonrisa para verme seria.

-Ehh... no creo.- dijo Andrew revolviendo su cabello.

-Si lo hice...- dije en tono burlón mientras le enterraba mi dedo índice en la mejilla derecha.

-Puede que un poco...- dijo sonriendo tímidamente. Aww... era tan lindo, debería matarlo y esconderlo bajo mi cama para que sea sólo mío, ok no. Esa idea es muy escalofriante, debo dejar de ver películas de psicópatas.

-Lo único que te pido es que después de esto no te comportes extraño, sino me voy a enojar mucho. Y tu no quieres que me enfade ¿verdad?.- él negó con la cabeza obediente, yo sólo le sonreí y cerré de un portazo la casilla.

Me recosté en el suave y verde pasto de la cancha de deportes, los rayos del sol me cegaban, por lo que mantenía los ojos cerrados. Definitivamente echarse en ese lugar en los días de verano era muy relajante, además que las voces de las porristas mientras practicaban no me molestaban en lo absoluto, no como en los otros días, lo que es raro, puede que este día esté algo más calmada que de costumbre. Una suave brisa de viento me revolvió algo el cabello y me obligó a sujetar mi falda para que no se levantara. De pronto algo bloqueó la luz del sol, entreabrí los ojos y lo único que logré distinguir fue una silueta.

-Laila, muévete.- dijo la inconfundible voz de Sergey.

-¿Moverme? Pero si estoy de lo más relajada y cómoda.- le dije sin prestarle mucha importancia.

-Bloqueas el paso, con los chicos tenemos que entrenar.- dijo usando su voz de serio.

-Pues que entrenen en otra parte, la cancha es muy grande.- dije tercamente.

-No se si te diste cuenta... pero estas literalmente en medio.-

-Que triste, me apeno por ustedes.- estaba demasiado bien en aquel lugar. No quería que NADIE, me interrumpiera.

-Por favor, Laila.- dijo sin cambiar el tono duro de su voz.

-Pierdes el tiempo, no me pienso ir.- dije cruzándome de brazos. Desde el suelo Sergey se veía incluso más grande e intimadamente de lo que en realidad era. 

No escuché nada por unos segundos, por lo que me relajé creyendo que ya se había ido y que había decidido dejarme en paz. ¡Pero no! Sentí cómo unos brazos me tomaban de la cintura y en menos de tres segundos me había levantado del piso y puesto sobre su hombro. Le di unos cuantos golpes en la espalda para que me bajara, pero él ni pareció notarlos.

-¡Déjame!.- le grité.

-Ya, sólo te pondré a un lado.- dijo mientras comenzaba a caminar.

-¡Ugh! ¡Te odio!.- le grité sin contenerme mientras seguía pataleado, me frustraba que a pesar de mis esfuerzos el muy idiota ni se tambaleara.

DescontrolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora