Golpeé mi espalda bruscamente en la sucia pared de ladrillo y dejé que un gruñido de frustración saliera de mi garganta, crucé mis brazos y fijé mi vista en el piso mientras que en mi cabeza maldecía a la maldita de María Gómez. Todo era culpa de esa estúpida chica, la odiaba, ya estaba claro que ella era mi enemiga declarada y que me encargaría de hundirla apenas me sacaran de esta asquerosa celda de la ridícula comisaría de este enano pueblo. ¿Cuántas horas llevaba encerrada en esta mugre de lugar? Pues 30 minutos, y ya no aguantaba el hedor de un borracho que se hallaba tirado en el piso, la palabrería de la tipa que parecía prostituta y la tonta expresión del chico drogadicto ya me estaba cansando. Tenía ganas de levantarme y patear a cada uno de estos perdedores hasta que me dijeran donde mierda guardaban las tontas llaves de la asquerosa celda.
Bueno, eso es lo que sentí durante los primeros treinta minutos, claramente no estaba en mi mejor momento, en realidad estaba terriblemente enfadada con todo el mundo. Sólo quería destruir a cualquier ser viviente que me impidiera llegar a la Gómez, pero vamos... no sacaba nada con devanarme los sesos pensando en cómo asesinarla. Por lo que cuando ya llevaba cuarenta y dos minutos encerrada decidí que lo mejor sería relajarme y esperar pacientemente a que algún encargado de la academia me fuera a sacar.
Bien, ahora es cuando les cuento como llegué a este horrible lugar... ahí estaba yo, sonriendo triunfante luego de que María Gómez se alejara a paso firme, le hice una educada seña de adiós con la mano y luego de suspirar me volteé para buscar a las chicas. Al instante me encontré con Rita, quien ya se había comprado el lindo vestido y lucía una radiante sonrisa en su rostro. Mi amiga me informó que Carly y Eva se habían ido a otra tienda, así que teníamos que apresurarnos para alcanzarlas. Obviamente yo le dije que por supuesto, entonces nos dirigimos a la salida y justo cuando estaba atravesando la puerta sonó un agudo pitido y una lucecita roja se encendió, cosa que trajo a un gordo guardia. Él nos detuvo y yo muy segura de que no me había robado nada le entregué mi bolso para que lo revisara, pero para mi sorpresa de él salieron tres de esas figuritas de porcelana. Sorprendida supliqué porque no me llevaran luego de repetirle mil y una veces que yo no había puesto eso ahí, que la idiota de María Gomez lo había echado cuando me agarró el bolso... pero no, no me creyeron ni una palabra. Y así fue como terminé en este agujero lleno de las parias de la sociedad del pueblito de Richmond.
-¿Cuántos años dijiste que tenías?.- preguntó la mujer de la noche, también llamada “Sparkle”.
-Quince.- repetí creo que por sexta vez.
-Oh... yo tenía esa edad cuando empecé a andar en las calles, aún recuerdo a mi primer cliente...- comenzó a decir, rodé los ojos y me di una palmada en la frente.
-Eres pequeña...- dijo el drogadicto, cuyo nombre era Percival. Lo sé, un nombre extremadamente ridículo y anticuado, que me hace recordar a algún sirviente de caballero de armadura plateada.-¿Es legal que te mantengan aquí? ¿Te dije que voy a la escuela de leyes?.-
-Sí, lo has dicho varias veces...- dije algo fastidiada, aquí todos repetían lo mismo cada cinco minutos.
Percival comenzó a reír a carcajadas incontrolables, a pesar de que se veía bastante demacrado por el consumo, su risa era bastante sonora y potente. Incluso me causó gracias y una tonta sonrisa se me formó en el rostro.
-Podría representarte, podrías demandar a la idiota de María Gómez.- dijo con un brillo en los ojos. Ah sí, también les había contado mi historia, toda mi historia...
-No te emociones, no la puedo demandar.- bufé.
-¿Por qué no?.- preguntó Sparkle ladeando la cabeza.
-Porque soy una pobretona sin dinero para gastar en costosos abogados.- dije con algo de rabia, ok, aún me encontraba irritada.
-¿Acaso él te parece costoso?.- preguntó apuntando a Percival.
Volteé el rostro para ver como el chico saludaba agitando su mano mientras sonreía como idiota, lo miré por unos segundos aguantando mi risa, luego no pude contenerla y comencé a reír.
Mientras todos nos reíamos como idiotas de quien sabe qué cosa, el chirrido de metal oxidado irrumpió en el ambiente y nos obligo a guardar silencio. Uno de los oficiales había entrado y tras él... tras él estaba Lucas, con la expresión más seria que jamás le había visto, cruzado de brazos y con postura rígida.
-Vamos.- dijo con gravedad.
-Adiós, que estén bien.- les dije a los que fueron mis amigos por dos horas.
-No te metas en problemas, chica.- dijo Sparkle y me lanzó un beso.
Me salí de la celda caminando con toda ligereza, aunque en realidad estaba muy nerviosa, no pensé que enviarían a Lucas... creí que vendría algún chofer o que se yo. Traté de hacerme la loca y caminé junto a él hasta llegar al estacionamiento, ahí nos subimos a un automóvil negro de los que pertenecían a la institución.
Media hora de viaje y ninguno de los dos decía nada, él mantenía la vista pegada al camino y yo me dedicaba a mirarlo acosadoramente mientras esperaba a que abriera la boca. Algo tenía que decirme... ¿no?
-¿Algo que decirme?.- reproduje lo que mi mente pensaba sin poder contenerlo.-¿Estás enojado?.- pregunté con cautela.
-Muy enojado.- dijo y noté como apretaba levemente el manubrio del automóvil.
-Lo siento.- dije realmente apenada. Un momento... yo no hice nada, no debería sentirme culpable.-Retiro lo dicho, ¡yo no hice nada!.- exclamé.
-¿Sabes todo lo que me costará convencer a la directora para que no te expulsen?.- dijo.-Tener record criminal es inaceptable en la academia...-
-No es para tanto, además la “academia”.- dije haciendo comillas con los dedos.-Es un reformatorio para señoritas ¿no?.-
-¿Qué?.- preguntó.-No es un reformatorio, es una escuela. Y una de las más importantes en la región.-
-¿En serio? Pensé que era una cárcel para jóvenes descarriadas o algo así.- dije mientras bajaba la ventanilla para sentir la brisa veraniega.-Bueno... entonces, volviendo a lo nuestro... ¿estás enojado?.- volví a preguntar.
-Ya te dije que sí, me decepcionaste y ahora tendré que volver a castigarte.- dijo resignado.
-Te juro que no me robé nada.- le dije.-¡Fue la maldita de María Gómez!.- exclamé irritada.
-¿Puedes probarlo?.-
-No...-
-Entonces no hay nada que hacer.- dijo con seguridad.
Frustrada me crucé de brazos y miré por la ventana, ya estábamos llegando a la academia, podía distinguir la estructura y los jardines. Pero algo en particular llamó mi atención, habían cantidades exageradas de automóviles grises estacionados y de él se veía bajar a gente. Me volteé a mirar a Lucas otra vez y luego de aclarar mi garganta me animé a hablar.
-¿Por qué hay tantos autos frente a la academia?.- eso sonó casi como un murmullo.
-Llegaron los chicos de Applegate.- dijo sin mucho interés.-Ya sabes, esas reuniones entre internados, creo que se quedaran por tres semanas.- continuó.
-Sí, las chicas me hablaron de eso...- comenté mientras miraba hacia afuera.
-Nada de andar metiéndote en problemas con esos muchachos.- me advirtió.
-No prometo nada.- dije sonriendo para mis adentros.-Si uno de ellos me cae mal no te sorprendas en recibirlo con la nariz rota.- bromeé, pero a él no le causó nada de gracia.
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Descontrol
HumorLaila parece incapacitada para comportarse bien. Lo único que hace es desobedecer y tomar impulsivas decisiones, un error más y las puertas de su escuela serán cerradas para ella. Por culpa de un malentendido es expulsada definitivamente de aquel es...