Cap. 10: La chicas

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Con un ligero toque de nervios abandoné la oficina de la directora... ok, no era un ligero toque de nervios... ¡Era un desastroso ataque de pánico! Incluso un tic en el ojo me estaba haciendo ver como una loca, pero no digan que estaba exagerando... mi caída era inminente. Tarde o temprano se darían cuenta de que no soy tan genio como mi informe de notas lo dice, además de que no tengo ni la menor intención de tratar de superarme en lo que respecta a lo académico, así que mi única salida era hacerme la desentendida en el tema.

Bien, dejando de lado mi obvio nerviosismo me encaminé por los pasillos de la academia en busca de mi cuarto. Por suerte ya me habían explicado donde quedaban las residencias de los estudiantes, por lo que llegar allí no fue gran problema... el problema fue encontrar la maldita habitación. ¡Si parecía que había miles de puertas! Era realmente exasperante, pero con mi impecable autocontrol me mantuve dócil y fui puerta por puerta viendo el número y gracias a mi paciencia di con la habitación en menos de dos horas, un tiempo excelente si me preguntan a mí.

Saqué la pequeña llave plateada de mi bolsillo y la metí a la cerradura parta luego girarla y abrir la puerta. Lo primero que pensé al ver la habitación fue que un unicornio había vomitado en ella, lo digo por las paredes de color rosa claro, los muebles blancos, el alfombrado magenta, los cubrecamas de colores pasteles y las demás cosas que parecían de delicada princesa. Bufé resignada a tener que estar rodeada de damas por el resto de mi vida y me adentré en la habitación arrastrando los pies.

Agarré mis maletas, que estaban junto a la puerta, y las puse sobre la cama para desempacar. A duras penas saqué cada una de mis prendas de las valijas y las acomodé en el armario que estaba frente a mi cama. Quizás había traído mucha ropa, porque casi la mitad tuvo que quedarse en las maletas. Mientras seguía ordenando mis pertenencias la puerta de la habitación se abrió dejando que otra chica entrara, ella pasó por mi lado como si nada y se tiró sobre la otra cama. Era una muchacha de tez blanca, cabello negro y ojos oscuros, al menos a simple vista no se veía como las demás, ya que estaba vestida de una manera mucho más moderna y no llevaba el cabello recogido.

-¿Quién eres tu?.- preguntó sentándose en la cama y sacando su móvil de uno de los bolsillos de su chaqueta gris.-¿Qué pasó con Mariana? Siempre me tocaba con ella...- comentó.

-No tengo idea de que haya pasado con ella.- le contesté.-Soy Laila.- me presenté sin dejar de ordenar mis cosas.

-Oh... eres nueva, genial.- dijo con una sonrisa.-¿De dónde vienes, Laila?.- me preguntó con curiosidad.

-América.- le respondí con simpleza.

-Bueno, Laila de América...- dijo riendo.-Me llamo Evangeline, soy francesa.- se presentó.

En eso un timbre retumbó en las paredes de la habitación, yo, que no sabía que significaba aquello, seguí en lo mío. Pero Evangeline se levantó de la cama y quitándose la chaqueta se aproximó a la puerta para salir.

-Es hora de comer.- me avisó.-¿Vamos?.-

-Oh, claro Evangeline.- le dije y ella sonrió.

-Dime Eva, es más corto y practico.- sí, eso tenía sentido.

Seguí a la chica por los largos y lujosos pasillos de la academia mientras conversábamos para comenzar a conocernos, al menos esta chica no se veía ni sonaba tan hueca como las demás a las que había visto. Se le notaba educada pero idealista y también un aire de perversión se asomaba tras de ella de vez en cuando, eso me agradaba. Pronto nos encontramos entrando en un gran comedor, varias mesas redondas con manteles blancos estaban esparcidas por el lugar, todas con un lindo florero en el centro y los cubiertos ordenados. Eso parecía más un restaurant que un simple comedor escolar. Conducida por Eva llegué a una de las mesas, que estaban cerca de las ventanas, en ella se encontraban sentadas dos chicas. Una de ellas tenía un largo cabello castaño y su piel era más bien bronceada, estaba completamente sumida en la lectura de algún libro y parecía que nada la interrumpiría. La otra tenía el cabello pelirrojo y lleno de rulos, su piel era blanca y tenía varias pecas bajo sus ojos color miel. A esta chica se le notaba que se moría por la que la otra soltara el libro mientras jugaba impaciente con los cubiertos.

-Poupées- dijo Eva llamando la atención de ambas.-Esta es Laila, es nueva.- les conto mientras se sentaba, yo la imité.

-Oh mi dios, esto es genial.- dijo la pelirroja.-¡Me encanta conocer gente nueva!.- dijo prácticamente gritando.-Me llamo Rita, soy italiana y esta amargada...- se refirió a la muchacha del libro, que seguía metida en la lectura.-Es Carlota de España, pero le decimos Carly.- dijo luego de enterrarle un dedo en la mejilla.

-Un placer.- les dije con una sonrisa.

-¿Y porque estás aquí?.- preguntó Rita.-Digo, es un internado, no todos mandan a sus niñitas a no de estos.- y razón tenía.

-Ah pues... nada grave, bueno sí... mejor digamos que me portaba un poquito mal.- le dije sonriendo divertida.

-¡Oh dios!.- exclamó.-¿Eres una rebelde?.- preguntó casi fascinada.

-Claro que no.- le refuté luego de bufar.

-Lo digo porque una de esas nos vendría bien, aquí nunca pasa nada.-

-¿Y cómo funcionan las cosas aquí?.- comencé a preguntar.

-Ok, con respecto a los horarios... son estrictos con eso.- dijo Eva.-Desayuno a las siete, clases a las ocho, almuerzo a las dos de la tarde, luego clases hasta las cuatro, espacio libre y luego debes encerrarte en la habitación a las nueve.- me explicó. Ese horario no sonaba divertido, ¡para nada!

-Bien... ¿Y qué tal son los maestros?.-

-Depende, hay algunos que se quedaron en el pasado y te tratan como si fueras una idiota.- se quejó Rita.-Pero hay otros que si son normales, pero lo más importante es que te lleves bien con tu tutor.-

-¿Tutor?.- pregunté sintiendo pánico repentinamente.

-Todas tenemos uno, ¿No te han presentado al tuyo aún?.- preguntó extrañada.

Ok, eso sonaba terrible, no quería que un molesto profesor anduviera acosándome como una psicópata para asegurarse de que me estoy comportando. Eso resultaría en desastre, porque como saben, yo no soy de las que andan recogiendo flores en primavera... soy la que las pisa para divertirse.

-No, y espero que se demoren en darme uno.- dije sin ocultar el espanto en mi voz.

-Sólo procura portarte bien cuando él ande cerca.- me aconsejó Carly.

-Bueno, pasando a otro tema...- dije apoyando los codos sobre la mesa.-¿No se aburren de estar sólo con chicas, todo el año?.- eso era algo que me tenía intrigada, yo no sabía si sobreviviría meses y meses sin ver a un chico.

-Al principio sí, luego te acostumbras.- respondió Carly sin quitar la vista del libro.-¿No, Eva?.- dijo sonriendo.

-Sí, Carlota.- le dijo y ellas compartieron una mirada casi retadora.

-¡Pero no desesperes!.- intervino Rita.-Cada cierto tiempo hacen encuentros entre internados y ahí aprovechamos de conocer chicos.- dijo con una sonrisa picarona.

-Es cierto, podrás encontrar a un lindo príncipe que te acompañe por unas tres semanas.- dijo Carly al fin soltando su libro.

-No me gustan los principitos.- reí y por una extraña razón Andrew se me vino a la mente. Lo extrañaría, pero era una pena que ya lo estuviera olvidando.

-Bueno, si te gustan los rebeldes también los encuentras.-dijo Carly.-Está este chico, Seth Collins.- sonrió.-Es un idiota, lo odio.- dije luego con desprecio.

-Y ya empezó...- murmuró Eva luego de rodar los ojos.

-¿Qué?.- exclamó Carly.-Lo odio es un idiota que sólo se aprovecha de las chicas y luego las tira a la basura.- sijo indignada.

-Lo dice sólo porque él terminó con ella.- me contó Rita.-Ahora lo odio, pero en realidad él era muy agradable.- dijo sonriendo.

-Era un desgraciado.- la corrigió Carly con una mirada casi asesina.

-Oh sí, era un maldito.- la apoyó la pelirroja intimidada.

Reí por lo bajo divertida por lo que decían, se notaba que Carly había quedado prendada de ese muchacho y era divertido ver como obligaba a las demás a odiarlo con ella. Era interesante, incluso me dieron ganas de conocer a ese tal Seth Collins, que al parecer había dejado historia entre estas chicas.


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