VICTORIA
Enamorada. Estoy completamente enamorada de mi pequeño gato, Balbi.
Sí, ese es su nombre. ¿Porqué ese y no otro?
Pues, no lo sé. Creo que solo quería darle algo de crédito a Luciano por tan hermoso regalo. Sinceramente, sus disculpas fueron más que bienvenidas, aunque, ya yo me había hecho a la idea de que no pasó nada entre los dos.
No puedo mentir que fue emocionante y también placentero lo que hizo con mi cuerpo. Pero, ¿a quién engaño?
¿Un romance con el jefe?
No, por supuesto qué no.
Cabeza fría, cabeza fría.
Ese es mi mantra cuando lo veo pasar y sonreírme. Es tan guapo que hasta la vieja que surte las oficinas de papelería detiene sus quehaceres para observarlo.
El señor Luciano me coquetea en cuanto encuentra una oportunidad de quedarse a solas conmigo. Y la verdad, he perdido la cuenta de cuántas veces le he dado carpetazo para no sucumbir a sus palabras excitantes y empezar algo que pueda terminar muy mal, incluyendo mi culo en la calle sin trabajo.
Un año, ha pasado un año como estrella fugaz. Del trabajo a la casa y de la casa al trabajo. Ese es mi pan de cada día. Ya se defenderme sola en Milán y la verdad, es mucho mejor ya que mi chofer le iba con el cuento de que hacía y qué no a mi primo.
Ese idiota también se llevó su dosis Dunne. Mi intención era golpearlo, pero no hasta el punto de que necesitara punto de suturas en su frente.
¡Joder!
Se lo merecía. Por su culpa mi abuela casi me deja sorda y como si fuera poco, tengo que pasar seis meses con ella como castigo. No es que me queje, no. Solamente de pensar en su faceta militar, me desespera.
Termino de vestirme con el tiempo justo, mi atuendo consiste en una falda tubo gris Paloma, una camiseta de tirantes amarillo maravilloso y una chaqueta a juego con la falda. Sin dejar de lado mis medias altas y mis tacones.
Maquillo mi rostro justo lo necesario y agarro mi melena en una coleta alta. Me pongo mis gafas y salgo con mis cosas en mano lanzándole un beso a mi bebé gatuno.
La mañana pasa casi normal, tuve la desdicha de recibir nuevamente a la tal Cristina. Me tenía hasta la raíz del pelo llameante de furia por sus estúpidas exigencias de mierda.
Se cree la dueña después de un par de folladas por Luciano, mi jefe.
La veo caminar montada sobre sus zapatos altos, moviendo su cuerpo como si estuviera caminando por una pasarela. Le hago una paloma y Mixsy, La gerente de alimentos y bebidas se ríe a carcajadas de mi ocurrencia.
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Signore Balbieri
Romansa"Todo buen cazador alguna vez termina intercambiando el lugar con su presa"