CAPÍTULO XII

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LUCIANO

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LUCIANO

Relajo la tensión de mi rostro, dándole un puñetazo medio en bromas a André, un viejo amigo de la infancia.

No ha parado de burlarse de la puta tanga.

Enserio, voy a matar a Camila.

- Hombre... hablando serio, te verás bien en eso.

Sigue riéndose sosteniendo su abdomen desparramado en mi sofá. Muerdo mi lengua literalmente, vaciando nuevamente el contenido ámbar de mi vaso de cristal de un solo trago.

Sigo sin entender el chiste en todo.

Fue toda una sorpresa encontrarlo en mi departamento, el imbécil es un médico muy ocupado y casi nunca tiene tiempo ni para ver un partido de fútbol.

Mi humor sigue siendo negro, casi fúnebre. Mis planes de una conquista algo "natural" en un movimiento estratégico, se fue a la mierda. Dejándome desagradables calambres de pelotas.

Y André que no ayuda en nada, joder. Con amigos así ¿para qué enemigos?

Una bombilla se enciende en mi cabeza y la curiosidad me empuja a que dé la vuelta sobre mis pies y me pierda en el interior de mi habitación.

Vuelco la bolsa sobre mi cama que aún no he tocado y me sorprendo casi gritando como chica por encontrar un tanga verde idéntica a la que supuestamente es mía con otras cosas.

- A ver si te ríes ahora, idiota.

De vuelta a la sala lo encuentro atiborrándose de helado y botanas que seguramente Abby dejó en el refrigerador la pasada noche de películas. Hace aproximadamente, tres días.

Soy El Salvador de lo que tiene que ver con la mierda de terapia de chicas, pero en este caso, soy utilizado por mi hermana. Bajo mi ignorancia me pregunto ¿porque joderme a mí en lugar de Lev? Y la repuesta me cae como un yunque. Nuestro hermano seguramente lleva con mucho glamour un palo en el culo veinticuatro siete.

Ruedo los ojos cuando sin ninguna gracia, deja salir un eructo y ocupa su boca con más helado.

- Espero que tu buen humor se mantenga, vendrás conmigo a la fiesta.

Dejo la bolsa en la mesa, justo al lado del helado.

- ¿Hablas enserio?

Traga, limpia su boca y luego sonríe como si se hubiera ganado la lotería.

- Por supuesto. Y no acepto un no por repuesta.

Signore BalbieriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora