CAPÍTULO XIV

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VICTORIA

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VICTORIA

La inseguridad y el arrepentimiento embargan mi cuerpo cuando en un  lapsus inesperado e inoportuno, me veo sosteniendo la llava electrónica de la habitación a unos escasos centimetros del lector.

No sé como llegué ahí, y mucho menos sé como di con ella tan rápido si solo hace unos unos minutos atras estaba terminando mi trago cerca de la barra mientras veia a una multitud de personas que se movian como pez sobre el agua en la pista de baile.

Aprieto mis labios sopesando si deberia o no entrar. Y la verdad, soy toda curiosidad. Venga, solo es diversión por una noche. ¿Que podria pasar?

Obviamente, nada.

Resignada, porque mi cuerpo y mi mente esten en desacuerdo, me aventuro a la locura y me adentro a un mundo del cual aun desconosco si saldré ilesa. O bueno, puede que con un dolor en una que otra parte de mi anatomia. Y nada más, o eso espero.

- Lo que tenga que pasar, pasará.- murmuro terminando por pasar la llave, aunque mi mano pone algo de resistencia. Estoy hecha un lio y mas aún, cuando una cama con dosel de pared en hierro forjado aparece ante mí. Delicada, simple pero muy bonita con sabanas de seda en color rosa palo. Y me entra un calor desde las puntas de mis pies a la cabeza.- Interesante...

Doy un paso y luego otro; seguido por muchos más e inebitablemente, mis manos pasean por su cubierta, escapando de mi un gemido por lo suave de su textura.  Joder, debe ser maravilloso estar enredadas en ellas con un cuerpo caliente a mi lado todos los dias.

Uy, uy. No vayas por ahi. Digo interiormente  cuando cientos de imágenes inundan mi cabeza.

Luciano no existe ni existirá de esa manera en mi vida. Claro que no.

Sigo impeccionando el lugar pese al nerviosismo que pone mis sentidos en alerta.

Mi maxilar inferior casi llega literalmente al piso, cuando empujo la puerta del baño y me parece estar entrando en otra época por la bañera. Es dorada, con patas  en un diseño extraño pero elegante.

Mataria por tener una en casa.

Estoy perdiendo el juicio, lo sé.

El click de la puerta hace que mi cuerpo se tense y mi piel se erice. Como gelatina, doy la vuelta sobre mis pies, decida a marcharme, pero algo muy en el fondo de mi ser me detiene.

Con sigilo, asomo mi cabeza por la puerta quedándome de piedra, olvidándome momentáneamente de como respirar.

Ante mis ojos, la mayor pesadilla erótica de todos los tiempos camina como si nada por la habitación. No sé si es coincidencia o alguna mierda del destino, pero estoy a punto de hacerme sobre mis bragas.

Pellizco mi brazo por pura estupidez, apretando mis labios entre mis dientes para callar mis quejidos, pretendiendo despertar de un sueño que obviamente no existe.

Signore BalbieriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora