CAPÍTULO VI

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LUCIANO

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LUCIANO

Muerdo mi puño callando mis maldiciones.

¡Joder!

Firmes y redondos. Suaves y preciosos. Eso es lo primero que atraviesa mi mente al momento de ver expuestas las cachas del culo de Victoria.

Ella inclinada con su carne íntima envuelta en encaje negro, me hace perder la razón. Y las medias, mierda. No ayudan en nada con mi cordura.

Algo cobra vida en la oscuridad de mis pantalones, golpeando la tela fina cuando la sangre se acumula en aquella zona. Y me pierdo, lo hago cuando su mano tantea su carne, resaltando el esmalte rojo de sus uñas.

¡Joder!

No sé que coño tiene ella que me atrae de una manera que me intriga y a la vez, me da miedo. Que sin pensarlo, me aventuro a explorar la unión de sus piernas sin importarme que mi hermano esté a unos pasos de mi. De nosotros.

La calidez de su interior casi provoca la liberación de mis pelotas. Su coño es tan caliente y suave como la seda, tan apretada que apenas mis dedos consiguieron movilizarse, tropezándose uno con otro pero llevándola hasta la locura.

Quería desnudarla por completo, saborearla. Admirar cada centímetro de su cuerpo gimiendo sobre mi cama. Y puta mierda, la jodida gatita golpea duro.

La veo irse, balanceado su apetitoso culo de un lado a otro. Y cuando las puertas del ascensor se abren, despierto de mi letargo. Si pone una querella  ante mi hermano, voy a perder las putas bolas, coño.

Decidido, doy grandes zancadas para adentrarme en el interior de la caja metálica junto a ella.

Arqueo una ceja cuando la veo posicionar su cuerpo en defensa, y creo que tiene la intención de golpearme pero esta vez con su mano hecha puño.

- No voy a hacerte nada, Dolcezza.- digo alzando mis manos en son de paz, pegando mi espalda a la pared de metal.- solo quería disculparme por lo de antes.

Las palabras que digo son como veneno para mí, haciendo que mi cuerpo reaccione devolviendo mi sangre a los lugares necesarios, perdiendo mi erección en un dos por tres.

- Ya le dije que lo olvidara, señor Balbieri.- malo, malo. Su manera de tratarme enciende algo en la profundidad de mi cerebro, manteniendo latente la alegría del apéndice colgante entre mis piernas.- por mi parte, ya está olvidado.

Su voz suena firme, y claramente puedo captar el mensaje oculto. Mientras su boca dice No a lo que sea que pasa entre nosotros, su cuerpo dice Si a mis intenciones placenteras.

Signore BalbieriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora