El destierro de Jungkook

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Jungkook estaba a punto de terminar su turno de vigilancia. Faltan unos treinta minutos. Bostezó y sacudió la cabeza. Que le asignaran el turno de la madrugada lo estaba matando, pero no podía quejarse. Le gustaba su trabajo. Las fronteras habían estado tranquilas en los últimos dias, no tenía gran cosa que hacer, más que permanecer en la torre de vigilancia con los sentidos alerta.

Vió una silueta escabullirse en la oscuridad del bosque. Era un lobo pequeño y blanco, que trotaba con tanta delicadeza que, si no fuera por los sentidos tan agudos de Jungkook, otro no hubiese sido capaz de escucharlo. El olor dulce del omega le reveló su identidad. Jimin, escabulléndose en la madrugada otra vez.

Jungkook gruñó. ¿Es que acaso no sabía lo peligroso que era que saliera de las fronteras sin escolta, o es que le daba igual? Por supuesto, era Jimin. Claro que todo le daba igual. Jungkook bajó la vista a su reloj. Ahora faltaban solo veinte minutos para que llegaran a relevarlo.

Pero su naturaleza protectora salió a flote, ganándole la batalla a la responsabilidad, cuando ya no fue capaz de verlo. Todo estaba tranquilo, la manada no tenía conflictos con otra. ¿Qué podía pasar en quince minutos? Se lanzó a la caza de aquel omega testarudo. Siguió el rastro de su olor hasta que llegó a una cascada.

Jungkook se detuvo entre las sombras.

Jimin nadaba desnudo a la luz de la luna. Salió a la superficie con sus cabellos mojados y reía, elevando su hermoso rostro hacia el cielo. Los rayos de luz que caían sobre su piel le daban la apariencia de algo etéreo como un hada del bosque que los simples ojos de Jungkook no tenían el derecho a contemplar.

Jimin salió del agua temblando de frío, pero riendo. Elevó sus brazos al cielo y gritó.

—¡Sagrada luna te ruego que mandes al alfa que es mi pareja destinada, si has decidido que hay alguien en este mundo para mí!—Jimin sin duda sabía que estaba haciendo algo tonto, por lo que no dejaba de reír. —¡Ya verás, Taehyung! ¡Te voy a demostrar que éstas son solo tonterías!

Jungkook cambió a su forma humana y contempló a Jimin por un tiempo, hasta que no pudo contener la risa. La luna sin duda le había cumplido su deseo. Porque ahí estaba Jungkook, cuidando del omega que sin aceptarlo, ya era dueño de su corazón.

Al instante en que lo escuchó, Jimin se giró asustado. ¡Ah, maldita sea! Otra vez lo miraba con ese odioso miedo en los ojos.

—¿Qué haces aquí?

—Te iba a hacer la misma pregunta.—No sabía cómo hablarle sin que sonara enfadado.

—¿Le vas a decir a mi padre?

—Debería, te has ganado un buen castigo. ¡Eres un imprudente!—Lo que en realidad quería decir era: Me preocupa que salgas sin protección, por favor obedece y deja de ponerte en peligro.

—¿Quieres dejar de mirarme así?—Jimin intentaba cubrirse con sus manos.—¡Me estás poniendo incómodo!

—Es difícil apartar la vista de algo tan bello.—Con el corazón en la mano, y rogando por no ser rechazado de nuevo, Jungkook se acercó con la mano extendida hacia Jimin.—Minnie si tu me dieras la oportunidad, yo...

Jimin se encogió cuando estuvo a punto de tocarlo. Jungkook bajo la mano. ¿Qué más tenía que hacer para que Jimin lo aceptara como su alfa? Ellos eran destinados. El lazo era tan fuerte que el rechazo lo destrozaba.

—No sé que hice o porque me temes, Minnie. Pero yo te quiero y mucho. Nunca te haría daño, al contrario, solo quiero protegerte.

Jimin iba a decir algo cuando de pronto una serie de gritos desgarradores vino de la aldea. Sin perder tiempo, ambos se transformaron en lobos y corrieron de regreso. Una manada de lobos salvajes atacaba la aldea, parecían rabiosos. Los rastreadores, centinelas y guardias luchaban a muerte contra los invasores.

—Busca un lugar seguro y escondete, Minnie.

—No. Ayudaré a los otro omegas y a los cachorros. ¡Tú encárgate de los invasores!

Jungkook no dijo nada porque el lobito blanco salió corriendo. Lo invadió una oleada de orgullo. Jimin podía ser pequeño y frágil, pero era valiente. Tan valiente como para atreverse a darle órdenes.

Se lanzó contra uno de los invasores, luchó contra unos diez aproximadamente hasta que un dardo le dió en la pierna. Gruñó y se giró en la dirección del atacante, pero su cuerpo ya no era capaz de responder. Y cayó al suelo, tomando forma humana. Lo último que sus ojos vieron fue como, sin piedad, los invasores se enfocaban en un solo objetivo.

Los cachorros.

Cuando despertó, la luz del alba le dió la bienvenida a su nueva vida. Los ancianos lo rodeaban y lo culpaban de lo sucedido por haber dejado su puesto sin protección. El alfa Park trató de calmar las acusaciones, pero el daño infringido era demasiado grande y como no lograron atrapar al verdadero responsable, la manada exigió el castigo mas cercano.

Desterrar a Jungkook.

El responsable de dejarle al invasor, un punto vulnerable para atacar.

Un Alfa para mis días de celo||•Kookmin (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora