II. Lucas

4.3K 586 344
                                    

Mi nombre es Lucas O'Brien, tenía diecinueve años para el momento en el que todo comenzó y ya había matado a cuatro personas.

La primera fue realmente un accidente, estábamos teniendo sexo y en algún punto ella me pidió que la ahorcase, lo hice, pero en medio de la adrenalina lujuriosa terminé apretando más de lo debido partiendo su cuello como si se tratase de un pollo.

Literalmente la dejé tirada en su cama y salí huyendo para que nadie me pudiera culpar. Unos días después entendí que, en lugar de sentirme culpable, me sentía triunfante de alguna manera ¡Había podido matar a una chica y nadie me había descubierto! No sabía si era suerte o si era que mi asombrosidad sobrepasaba a la gente mediocre y sus autoridades. Podía tomar la decisión de tomar la vida de alguien por la fuerza y eso era excitante, muy excitante. Ya había empezado a entender el porqué mi madre había matado a mi padre, el único adulto que me había dado cariño... Pero eso es irme por las ramas.

La segunda era una compañera del trabajo, siempre me hacía enojar con sus manías de limpieza, y hablo de que literalmente no me dejaba en paz ¿Dejaba caer una gota de café en mi camisa? Me fastidiaba hasta que la lavaba en el baño. ¿Un lápiz estaba más corto que los otros? Debía sacarle punta a todos para que quedaran iguales. Por eso me colé en su habitación y la ahogué con la almohada, una muerte fácil y rápida. Además de un dolor de cabeza menos para mi.

Se sentía realmente bien cuando ellas pataleaban y trataban de someterme, luchando por algo tan patético como sus vidas.

A la tercera la seguí por un mes completo, cuando vi mi oportunidad la seguí hasta su casa donde me colé y la asesiné en la ducha. No tenía ningún motivo en especial...

La cuarta era una skater que me había coqueteado durante una fiesta, era realmente hermosa y, luego de acostarme con ella, le dije mis intenciones y luchó con todas sus fuerzas (dejándome hasta una cicatriz) pero el final fue el mismo. Fue orgasmico ver como su rostro se descomponía de desilusión al sentir mi cuchillo hundirse en su pecho... Pero no toqué ni hice nada con su cadáver, eso sí me daba asco.

A Silvania la había seguido por una semana, era mi prototipo de chica: cabello largo y castaño, ojos oscuros y una boca que pedía que la besaran a gritos, ella había estudiado en mi colegio y era de los chicos geniales, o bueno, cuando me gradué era así. Había encontrado una foto suya en instagram y me pareció una víctima perfecta. Cuando toqué la piel suave de su pierna casi sentí una erección y tuve ganas de alargar la noche.

Eso hasta que ella me salió con su "Quiero que me mates".

¿Cuál era su maldito problema? Mis ánimos se bajaron hasta el subsuelo así como las ansias de matarla (tengo un problema con complacer a la gente, es algo que simplemente no puedo hacer, debo llevarle la contraria a todo). Y ahí estaba yo, sin máscara, mirando a esa suicida medio trastornada y esperando una explicación de su parte.

-¡Starbucks! -Gritó ella, yo por reflejo tapé su boca con mi mano para hacerla callar- perdón.

-¿Qué rayos quieres decir con eso? -Nunca había conocido a una chica más rara.

-Ya sé de dónde te conozco: eres cajero en el Starbucks del centro, te quedaste con mi cambio una vez.

-¿Y eso a qué viene?

-Devuélveme mi dinero -exigió ceñuda.

-No te devolveré nada -repliqué frustrado y cruzando mis brazos.

-Entonces matame de una vez y todo queda olvidado.

-¿Cuál es tu maldito problema? ¿Por qué no te asustas, gritas, lloras o algo? ¡Soy un asesino en serie que te fichó como su víctima!

-Mis mejores amigos murieron por mi culpa -murmuró y sus ojos se llenaron de lágrimas, yo la miré sin comprender- Bueno, una murió y el otro lleva seis meses en coma.

-¿Y? Tú sigues viva. Recapacita, estúpida.

-Fue mi culpa, ahora por favor ¿Podrías solo hacerlo? A eso venías de todos modos.

Ah, pero ella creía que era así de fácil. Pues no, no era así, era algo mucho más complejo que lo que ella creía, yo no podía matarla, ya no, si no hubiera hablado y hubiera puesto un poquito de resistencia lo hubiera podido hacer sin ningún problema pero ahora no. Simplemente no podía. Yo era un asesino exigente y lamentablemente ella ya no llenaba mis expectativas.

-Ya no te puedo matar -le dije en tono solemne.

-¡TIENES QUE ESTAR BROMEANDO! -Gritó y yo volví a tapar su boca con mi mano- perdón.

-No puedo matarte, ahora no. Verás... Justo ahora hablando contigo me acabo de dar cuenta de que tengo tres razones para no matarte.

-No sabes cuanto te odio en este momento, cajero del Starbucks.

-La primera -seguí, ignorandola- Es que tú quieres que te mate, cosa que no puedo hacer ya que eso sería complacerte y eso es algo que no va conmigo.

-Eres un desgraciado.

-La segunda, es que prolongaría tu sufrimiento si te dejo vivir con esa culpa que te carcome y realmente eso es excitante para mi.

-Pervertido de mierda.

-Y la última es que me intrigas, Silvania, me intrigas y me gustaría ahondar más en tus traumas y esas cosas para estudiar tu caso.

-¿Para qué rayos estudiarias mi caso? -me preguntó ella con el ceño fruncido.

-Soy estudiante de psicología -aclaré.

-Eso es tan irónico.

-La vida es irónica Silvania.

-Si amenazo con llamar a la policía ¿Me matarías?

-Preferiría ir a la cárcel realmente, y podría escapar con facilidad.

Esa chica me tenía intrigado ¿Realmente no apreciaba su vida? Yo no apreciaba la vida ajena pero la mía era otro caso, de hecho uno de mis temores más grandes era morir.

Siempre he pensado que cada uno tiene en su vida columnas que mantienen todo en pie, unas son más fuertes que otras pero siempre, siempre, hay una columna principal, una columna tan importante que sin ella todo se destruiría. Para algunos esa columna es la familia, para Silvania al parecer sus amigos.

Mi columna principal siempre había sido yo mismo.

Luego de preguntarle, Silvania me narró con un tono muy frustrado cada uno de sus intentos de suicidio y de como estos nunca habían pasado de ahí: meros intentos. Yo hacia esfuerzos enormes por no burlarme de la desgracia de esa chica tan rara.

Era como si tuviese un botón de autodestrucción que estaba roto.

-¿Probaste tomar veneno?‎ -Le pregunté.

-Eso dolería -respondió simplemente- tus órganos explotan internamente o algo así.

-¿Qué tal un disparo?

-Amo demasiado a mi madre como para dejarle un cuerpo desfigurado.

-¿Y si pruebas ahorcarte de nuevo?

-Estuve investigando y los seres humanos duramos 15 minutos ahorcados antes de morir. Sería lento, doloroso y no. Mi opción eras tú, que no te detendrías hasta matarme finalmente pero resulta que ahora tienes ética laboral.

La miré divertido, llevaba alrededor de una hora y media charlando con ella como si yo no me hubiera aparecido en su cuarto con intenciones de matarla y, por extraño que pareciera, era agradable. Sobre todo porque en mi mente los engranajes de mi cerebro iban formando un plan asombroso.

Uno que la incluía a ella, por cierto.

Tres razones para no matarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora