IV. Lucas

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No dejaba de preguntarme ¿Qué hacia ella ahí? ¿Me estaba espiando? ¿Vigilando? ¿Se había enamorado de mi? Lo último no me extrañaría, ya que soy un galán, pero me seguía desconcertando. Maldita Silvania.

—Entonces ¿No aguantaste hasta la noche sin mi? —Le pregunté con voz seductora a lo que ella respondió con una mueca.

—Vine a comprar mi café y mis muffins. Pero tu parecias nervioso, no te culpo —sonrió de medio lado— causo ese efecto en las personas —me dio una palmada en el hombro y siguió caminando dejándome boquiabierto, luego se volteó y con la misma sonrisa dijo— ¡No olvides tu cuchillo esta noche!

Ah, verdad que quería que la matara. Maldita Silvania con su mente toda trastornada, quería morir pero no podía suicidarse, lamentable pero divertida situación. La miré caminar por la calle y no pude dejar de notar sus bonitas piernas bajo los leggins negros que llevaba, si bien tal vez tenía tres razones bastante lógicas para no matarla tenía otras tres razones para no dejar de mirarla.

1-Su maldito cabello, oscuro y tan largo como mis ganas de mandar a todo el mundo a la mierda.

2-Su cuerpo, maldita sea, su cuerpo había sido una de las razones por las que la había elegido como víctima (hasta que la niña abrió su bocota con su "Qiiri qii mi mitis")

3-Su rostro era un maldito acertijo, en pocas horas me había dado cuenta que Silvania sería grandiosa jugando poker y eso era algo que me inquietaba y al mismo tiempo me intimidaba.

Suspiré entrando al Starbucks cuando la perdí de vista, preparado para el día de "¿Qué desea ordenar señor?" "Gracias señor" "No chicas, no puedo sentarme a tomarme el café con ustedes".

Acepto que esto último solo tuve que decirlo una vez en todo mi tiempo trabajando ahí, pero también contaba. Al salir del trabajo ya a las cinco, Trent me tomó de la chaqueta y me arrastró prácticamente hacia su auto.

—¡Sabia que este día llegaría —Empecé a dramatizar— mi hermosura es más grande que la heterosexualidad de mi mejor amigo!

—El tamaño de tu ego me sorprende —me recriminó él, tan serio como siempre.

—Y eso que no has visto el tamaño de mi pene.

Me dio un zape mientras abría el auto al cual subí como todas las noches, aunque no entendía ¿Cuál era el apuro de Trent? Siempre pasábamos por unos tacos antes de ir al departamento que compartíamos. Me miró con gravedad y luego suspiró hondo, y por como conocía a mi mejor amigo se venía una noticia desagradable.

—Hoy necesito que te quedes fuera —Me soltó de golpe.

—¡¿Qué?! —Malnacido traidor ¿Me iba a dejar fuera de mi hogar?

—Conocí a una chica preciosa y ya hemos salido algunas veces —Ay no, era otra de sus putas— Quiero tener algo serio con ella y realmente no quiero pasar nuestra primera noche contigo en el otro cuarto.

—¡Pero si casi ni me notarán! Soy como Harry Potter, me escondo en mi habitación y finjo que no existo.

—¿Ah si? Las últimas chicas que me he llevado a casa han tenido que escuchar tus gritos, quejas y ¡Hasta recomendaciones!

—¡Soy tu amigo, es lógico que quiera que seas mejor en el ámbito sexual!

—¡Pero no mientras estoy en el acto! —Trent respiró hondo y me miró suplicante— Solo ésta noche ¿Si Luke?

‎Habían pocas cosas que quería sinceramente en este mundo, por no decir que las personas eran contadas con los dedos de una mano, Trent era una de ellas. Yo no apreciaba la vida de casi nadie, las veía como algo inútil y sin sentido (la mía propia la veía así casi siempre, sólo mi egocentrismo no permitía que cayera en depresión) pero Trent era otra cosa, lo conocía desde los doce años y siempre había tenido un objetivo claro, nunca se iba por las ramas en nada y en todo ese tiempo que llevaba conociendolo nunca había cambiado su meta: ser un neurólogo de renombre. Trent tenía una misión en el mundo y por eso lo admiraba tanto, y también por eso accedí a pasar la noche fuera de casa.

Luego de buscar mi ropa para el día siguiente y mi pijama, fui a comer a Subway un sándwich vegetariano (ya sé, que ironía que un asesino en serie sea vegetariano) y esperé a que se hicieran las diez para ir a casa de Silvania que ¡Sorpresa! Había dejado la ventana abierta. Seguía preguntándome si yo en su posición (trabando relaciones sociales con un asesino en serie) sería tan confiado.

La respuesta era no.

Entré y me quedé un rato sentado en el marco de la ventana, el cuarto era un desastre con ropa, zapatos y discos tirados por todas partes. Se abrió la puerta y casi me caí hacia atrás por la sorpresa cuando me di cuenta que era mi suicida frustrada favorita.

—Ah, si viniste —Dijo como saludo sentándose en su cama, llevaba unas bolsas de Doritos y galletas en sus manos— no te esperaba hasta más tarde.

—¿Bocadillo nocturno?

—Ayuda a la ansiedad.

Me senté junto a ella con las piernas cruzadas y la vi comerse primero una bolsa de Doritos (cuando me ofreció la rechacé) luego otra, y así hasta que acabó con cuatro de una sentada. Su manera de comer iba acelerandose con cada bocado. De una manera frenética y casi bizarra hasta que al final, a la quinta bolsa, se deshizo en un llanto arrollador ante el cual no supe como reaccionar.

Así que simplemente le di palmaditas en la espaldas. No la abracé, no le di palabras de ánimo, simplemente mientras ella lloraba como una desquiciada yo le daba sus palmaditas.

—¿Estás mejor? —Pregunté una vez se hubo calmado un poco.

"Es tan patética si se lo propone" pensé frunciendo el ceño.

—Si... Disculpa —respondió quitándose el larguísimo cabello de la cara y secándose las lágrimas volviendo a poner esa máscara de frialdad y sarcasmo típica de ella— lamento que hayas visto eso.

—No lo lamentes, realmente fue muy divertido verte llorar.

Arribita está Trent! No se vayan a olvidar de este personaje, créanme cuando les digo que será muy importante en cuanto vayamos avanzando. ¡Gracias por leer!

Tres razones para no matarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora