V. Silvania

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En algún punto en el que empecé a comerme los Doritos, Lucas rechazó lo que le compartía. Por alguna razón esto hizo que el agujero que siempre sentía en el pecho creciera aún más.

Y entonces empecé a comer como loca.

Puñados de esas frituras con queso entraban a mi boca y el crujir de estas en mis dientes hacían que olvidara que estaba con el que podía haber sido la causa de esa muerte que tanto deseaba. Los ataques de ansiedad eran normales a esa hora de la noche,

Jackie amaba los Doritos y siempre tenía una bolsa en la mano y una sonrisa en el rostro, con sus ojos azules brillando como luces de neón y las mejillas como cerezas. La amaba a ella también, me conocía mejor que nadie.

Ella había conseguido una beca en Harvard para estudiar medicina, un día antes de su funeral llegó la carta de aceptación y su madre se encargó de lanzarmela a la cara. El cuerpo de Jackie tenía la mitad del rostro destrozado, por eso habían puesto un espejo que la cubría y reflejaba el lado que no estaba tan mal.

Las lágrimas seguían corriendo como mares y sentí que Lucas me daba palmaditas en la espalda, un patético intento de consolarme pero que hizo que recordara que él estaba ahí y me estaba viendo llorar, cosa que hizo que con todo el esfuerzo del mundo me calmara y ocultara los sentimientos que llevaba por dentro atronandome.

Lo que me gustó de Lucas en ese momento fue que no hizo ninguna pregunta referente a mi patético ataque de llanto.

—Entonces ¿Para qué querías que viniera? —me preguntó jugando con un mechon de mi cabello y en ese momento yo misma me pregunté: ¿Por qué había invitado a un asesino en serie a pasar la noche aquí?

—No tengo nada mejor que hacer y tú tampoco —le aseguré de manera tajante, él bufó y se tiró en la cama como agotado.

Me dejé caer a su lado y subí mis piernas por las pared, dejándolas extendidas junto a las de él. Estábamos en silencio, solo nuestras respiraciones escuchandose a un ritmo lento pero constante, su brazo se apretaba contra el mio y el dorso de su mano rozaba mis dedos, por primera vez en mucho tiempo me sentía totalmente tranquila. Cerré los ojos y empecé a tararear una canción. Por alguna razón no se me hizo raro que Lucas empezara a tararear conmigo luego de unos segundos.

—¿Escuchas Imagine Dragons? —Pregunté al final.

—Yo no escucho Imagine Dragons, yo respiro Imagine Dragons —aclaró— aunque "Dream" es buena realmente prefiero "Believer". Panic! At The Disco también son buenos.

—Oh Dios, eres tan emo —dije aunque yo también los escuchaba, para aclararle eso último empecé a silvar "This is Gospel" cosa a la que el reaccionó buscando la canción en su teléfono y poniéndola a todo volumen.

—¡IF YOU LOVE ME LET ME GOOOOO! —Cantó mientras se paraba en mi cama y empezaba a bailar, yo me reí como hacía tiempo no lo hacía, luego de mandarlo a callar y de tumbarlo de nuevo en la cama volvimos a nuestras posiciones iniciales.

—Así que a los psicópatas les gusta la música emo y el rock indie —comenté mirándolo con una sonrisa ladeada.

—No sé si a todos, pero a mi si me gusta —replicó él encogiendose de hombros sin mirarme.

—Cuéntame un secreto —hacía tanto que no pronunciaba esas palabras que sentí que estaba hablando en otro idioma.

Siempre le preguntaba eso a las personas que conocía, servía para romper el hielo y para conocernos mejor. ¿Por qué se lo pregunté a Lucas? Lo más probable era que no me respondiera.

—Si te cuento un secreto ¿Tú me contarás uno? —Replicó para mi sorpresa.

—Claro.

Cuando se giró a verme por fin, me asustó un poco lo cerca que estábamos, y no hablo de manera física (aunque si estábamos cerca también así), en mi campo visual solo entraba su rostro, no mostraba ninguna emoción. Pero sus ojos, sus ojos pedían a gritos que lo escuchara, como si tuviera años queriendo sacar eso de su pecho y darle forma de palabras.

—Cuando era niño, amaba a mi niñera. No era el típico enamoramiento infantil, en absoluto, era algo profundo y verdadero, realmente amaba a esa mujer. Quería hacer de todo para complacerla pero ella era cinco años mayor y jamás me prestaría atención... O eso pensé.

Okay, la historia estaba interesante.

—Pero cuando cumplí los trece, ‎en el funeral de mi padre, ella se me acercó y me llevó detrás de un árbol

—¿Tu primer beso? —Pregunté, él asintió.

—Pero ese beso estuvo lejos de cualquier cosa que hubiera imaginado, era salvaje y ella me apretaba contra su cuerpo hasta que llevó sus manos a mis pantalones y... Bueno, ya te harás una idea.

—¿Desde entonces matas personas?

—¡No! Fue mi primera vez, realmente yo no quería, o bueno, si quería pero estaba en una batalla interna ¿Sabes? Hablo de que obviamente tuve una erección, pero no lo disfrute en absoluto. Estábamos en la parte trasera de una funeraria, donde estaban velando a mi padre. Ver que no le importaba en absoluto la muerte de mi padre... el que la había ayudado cuando había tenido necesidad... Hizo que desde ese momento...

—¿Decidieras matar personas?

—¡No! —replicó él molesto. Pero es que en serio quería saber porque carajos un chico como él mataría personas— desde ese momento le tome repulsión a la chica y entonces...

—¿La mataste?

—Maldita sea Silvania, si vuelves a interrumpirme te voy a matar a ti.

—Te has tardado, no te preocupes pondré algo de resistencia fingida para que te sientas bien.

—Te odio.

—Y sin embargo sigues aquí.

Tres razones para no matarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora