III. Silvania

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Se llamaba Lucas. Eso me había dicho cuando, al amanecer, decidió que ya era momento de irse.

—Te llamas como el pato de los Looney Tunes —me burlé.

—Cállate —me regañó— Ni se te ocurra llamar a la policía por venganza. Te lo advierto.

—¿Si lo hago me matarás?

—Si lo haces quedarás como una idiota ya que no hay nada que me incrimine, soy muy delicado con mi trabajo.

—¿Hablas de cobrar cafés o asesinar chicas?

—Ambas cosas.

Puso un pie fuera de la ventana y el otro lo mantuvo dentro, nos miramos un largo rato y, a pesar de estar a unos dos pasos de distancia, lo sentí muy cerca. Seguía enfadada porque no podía matarme pero al mismo tiempo estaba intrigada ¿Cual era la razón de Lucas para matar? ¿Qué traumas ocultaba su pasado? Vi que abría la boca para decir algo pero luego volvía a cerrarla, pensándolo mejor y fue entonces que decidí hablar.

—Ven esta noche —le dije con toda tranquilidad, como si no estuviera invitando a un asesino en serie a pasarse, otra vez, por mi casa.

—¿Para qué? —Me preguntó.

—¿Tienes algo mejor que hacer?
Realmente no. Suelo dejar que pase un tiempo entre chica y chica.

Traté de ignorar el doble sentido de esa frase y asentí, él me dio la espalda, hizo un gesto con la mano y saltó al vacío de la noche. Yo me perdí viendo como se marchaba con miles de recuerdos en mente, la imagen de Walter con sus risos rubios agitandose al viento saltando por esa misma ventana un par de años antes, justo después de declararme su amor y de darnos nuestro primer beso.

Mi papá había abierto la puerta y, puesto que eran las dos de la mañana, se puso como histérico y mi amigo tuvo que salir prácticamente volando. El hecho de que ninguno de los dos tuviera camiseta no había ayudado mucho. Walter había sido el único chico del que había estado enamorada, aunque nunca llegamos a ser novios o algo parecido. Con él me quedaba horas hablando de lo que pasaba por mi mente. Y por mi culpa él no había despertado en seis meses.

Me tiré en la cama sin preocuparme por no haber dormido en toda la noche, no estaba estudiando ni trabajando ni nada. Luego del accidente mis padres habían decidido que lo mejor era que me tomara un año sabático, pensaban que no ocupar la mente me ayudaría.

¡Sorpresa! No había ayudado en absoluto.

Mi padre era el único de los dos que sabía de mis intentos de suicidio y me había buscado ayuda con una psicóloga, no le quiso mencionar a mi madre por su sensibilidad y siempre que podía me lo recriminaba.

—Ya eres mayor para entender esto, Silvania, te amamos y ninguno de los dos sabría que hacer si te pasa algo malo -solia decirme, y yo quería retener sus palabras pero no podía.

Entre cavilaciones y páginas de memes logré quedarme dormida al fin, aunque apenas había logrado conciliar el sueño cuando el idiota de mi hermano mayor entró a mi cuarto haciendo tanto ruido que hizo que me despertara con jaqueca.

—¿Qué quieres Dave? —Le pregunté medio dormida.

—Volviste a sacar mi PSP de mi cuarto y sabes cuanto odio eso —me regañó.

—Tienes veintiun años, deberías estar de fiesta o algo así —lo ataqué.

—Tú tienes dieciocho, deberías estar en el ejército —golpe bajo.

—Consiguete una vida y, si puedes, también una novia.

Me sacó el dedo medio y salió dando un portazo, revisé la hora: seis de la mañana. ¡¿Qué clase de persona se levantaba a las seis de la mañana a buscar un videojuego?! Maldije a mi hermano unas cien veces mientras me vestía para salir a caminar, de todas formas ya no podría dormir.

Me había vuelto fan de las caminatas en el momento que me quedé sin amigos, esto era por dos razones: la primera era porque podía pensar en todo con calma y comprar las golosinas que encontrara. La segunda era porque siempre había la posibilidad de que un auto me atropellace, un ladrón me atacara o que una mazeta me cayera en la cabeza. De alguna manera terminé en el Starbucks del centro donde vi como Lucas empezaba a atender a las personas siempre con una sonrisa, de cierta manera era atractivo pero no de manera exagerada, un chico al que verías por la calle y realmente no voltearias a ver. Algo así como el mejor amigo del protagonista de alguna película o serie.

Me quedé frente al Starbucks con las manos en los bolsillos hasta que el estómago me empezó a doler del hambre, aunque normalmente no desayunaba (siempre que me despertaba era ya hora del almuerzo) por culpa de Dave ahora tendría que hacerlo. ¿Realmente estaba segura de que lo de la noche anterior no había sido un sueño? Decidida a zanjar el asunto entré a la tienda y sentí el adictivo aroma del café en mis fosas nasales, eran pocas las cosas que me gustaban realmente en esta vida y el café encabezaba la lista.

—Buenos días en que pue... —Lucas se cortó por completo al verme y empezó a parpadear de manera rápida— Tú ¿Qué rayos haces aquí?

—¿Pedir mi café? —contesté de manera obvia, jamás de los jamases le diría que había ido a confirmar que lo de anoche no había sido un sueño raro— Quiero un Mocca con mucha espuma y unos muffins de chocolate.

—No no, ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Trajiste a la policía? ¿Le contaste a alguien...?

—Ya deja el drama y cobra mi café —le supliqué, al parecer no sólo hablaba demasiado cuando iba a matar a alguien sino que también lo hacía cuando despachaba. Suspirando tomó mi dinero y me puse en la otra fila para tener mi delicioso café y mis muffins a la mano.

Me senté en una mesa apartada de todas y comí mi muffin con calma mientras veía a Lucas voltear cada dos por tres a mirarme, él realmente necesitaba calmarse un poco. Debo admitir que hizo que me divirtiera durante ese rato que duré ahí. En cuanto terminé mis muffins tomé lo que quedaba del café y salí del Starbucks aún sintiendo la mirada de Lucas sobre mi, realmente no me extrañó cuando al minuto me estaba deteniendo agarrandome por el brazo.

Hola! Este capítulo se había borrado por accidente😂 en fin, espero estén disfrutando la lectura. El de arriba es como me imagino a Walter, el mejor amigo de Silvania. Mucho love, byeee!

Tres razones para no matarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora