Capítulo siete.

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Ese mismo día, en un rincón de Nueva York, Derek Hale, aquel ex reportero soltero, estaba teniendo una crisis existencial.

Bueno, en realidad ya llevaba cuatro meses hundido en una ola de crisis existenciales que lo atacaban constantemente.

Tras la pérdida de su empleo, y de su novio, Derek tuvo que verse obligado a "iniciar" una nueva vida. Se mudó al vecindario más sucio, peligroso y feo que hay en Nueva York, pues Stiles lo sacó del departamento exactamente el mismo día en que todo terminó entre ellos. Y debido a su falta de empleo, Derek sólo pudo rentar una habitación pequeña, ubicada en ese vecindario.

Creyó que con esa breve mudanza su vida iba a cambiar para darle mejoras, pero definitivamente no fue así.

La habitación en la que ahora vivía era más deprimente que ni el propio Derek. Pues las paredes grises no ayudaban mucho con el ánimo del azabache.
La habitación consistía en un cuarto de únicamente cuatro paredes, una ventana que daba vista a la calle, y un baño mediocre en una de las esquinas de la habitación. No había sofás, ni televisión, no había un living, ni un comedor. Sólo era una habitación gris, con piso de madera, una cocina pequeña, y una cama individual.

Parecía ser una habitación para un enfermo mental.

El suelo de la habitación estaba cubierto por cientos de periódicos mientras que Derek yacía sentado sobre la cama, usando la misma ropa que eligió tres días atrás. Su cabello estaba totalmente despeinado, y tenía tanto tiempo sin rasurarse, que la barba ya le cubría los labios.
Un ligero humo se escapaba de entre sus dedos, saliendo desde el cigarrillo encendido que Derek sostenía con la mano izquierda, pues su mano derecha estaba ocupada en darle hojeadas al periódico del día.

– Se busca niñera...– leyó el azabache, suspirando –. Sólo mujeres...– se miró entre las piernas y frunció el ceño –. Puta madre.

Le dio una fumada al cigarro, y entonces siguió leyendo la sección de empleos.

– Se busca lava platos...– alzó la vista a la cocina, topándose con un montón de trastes sucios en el fregadero –. Lavar platos no es lo mío – regresó su atención a la lectura –. Jardinero...¡Ahgg! ¡No, no, y no! – lanzó el periódico al suelo y gruñó de frustración.

Dejó el cigarrillo al borde de la ventana, y se pasó las manos entre el cabello, apestándose a cigarro más de lo que ya estaba. Le dolía la cabeza, ese cigarro era uno barato, por ende, malísimo.

Se levantó, caminando como animal enjaulado tratando de aminorar la furia que le quemaba los nervios.

Quería gritar, correr miles de calles, golpear la pared. Pero, a su vez, sólo quería dormir, llorar, estar recostado y escuchar música, esperando a que todo se arreglara solo.

Tenía hambre, pero no quería comer, tampoco es como si hubiera algo bueno qué comer, su refrigerador sólo estaba lleno de suciedad, y comida china.

Derek se detuvo junto al refrigerador, y se recargó en éste mientras su mirada viajaba de un lado a otro.
Las horas pasan allí dentro, y él sólo podía recordar aquellos ojos castaños...

Más que anhelar un trabajo, lo anhelaba a él.

A sus labios delgaditos, sus ojos brillantes. Los lunares salpicándole el rostro como manto estelar. Su risa.
Su gesto burlón con las cejas, y esa sonrisa ladeada. La lengua rosada que siempre se pasaba por sus dientes cada que iba a decir algo.

El cómo decía su nombre.

Dios mío...

Cuánto extrañaba a Stiles.

BITE -Sterek-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora