Capítulo doce.

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– ¡Ya han pasado horas! ¡Y no sé nada de Derek! – gruñó Kate, golpeando el escritorio que tenía frente a ella.

Estaba desesperada; harta de no poder hacer nada. Llevaba horas encerrada en su oficina, sentada tras el escritorio, viendo cómo Malia daba vueltas de un lado a otro.

– ¿Qué esperabas? Encontrar a un hombre en una ciudad tan poblada como la nuestra, es algo difícil – dijo Malia, deteniéndose frente a la ventana durante un par de segundos para después volver a caminar por toda la habitación –. Sin embargo, Derek era muy famoso gracias a su trabajo...debe haber alguien que sepa en dónde vive.

Kate boqueó en silencio, y luego alzó una mano para pedir la palabra. Las palabras de su compañera le habían dado una idea.

– ¿Cómo...cómo se llamaba el...novio, querido, amigo...de Derek? El que trabajaba aquí...– indagó la Argent, ladeando la cabeza.

Malia alzó una ceja ante la pregunta tan inesperada.

– ¿Te refieres a Stiles? – contestó ella, y Kate asintió.

– ¿No crees que él sepa en dónde está Derek? – hasta la pregunta era obvia.

Sin embargo, Malia negó.

– No dudo que lo sepa – Malia suspiró –. Pero el hecho de que hayamos despedido a Stiles tan repentinamente, hace que él no quiera hablar con nadie de la fundación, y menos con nosotras.

– ¿Y quién dijo que le daremos la opción de querer hablar o no? – Kate sonrió con un rastro de maldad, y enseguida se levantó de su asiento –. Trae mi abrigo, Malia...es hora de que hagamos algo.

A su vez, en el hospital particular "Home-stay", Stiles se mantenía sentado junto a la cama en donde yacía acostado Derek.
El sedante había hecho su trabajo durante dos horas seguidas, las cuales Stiles aprovechó para darle una vuelta a sus otros pacientes en el hospital.

– ¿Qué te está pasando? – susurró el castaño aún sin poder sacarse de la mente aquella escena en que Derek trató de asfixiarlo.

Recordó la fuerza bruta con la que su cuello fue apretado, o la manera tan rápida en que Derek se desató las manos. Sabía que el azabache era fuerte, pero no tan fuerte como para romper un par de muñequeras de cuero. Además, eso no era lo único que inquietaba a Stiles, sino también el hecho de acordarse claramente cómo las pupilas de Derek eran rojas, como sangre...

– ¿En qué tanto piensas? – la voz ronca de Derek obligó a Stiles a salir de sus pensamientos.

El castaño alzó la vista hacia Derek, y le esbozó una pequeña sonrisa como si quisiera disculparse por haber estado tan distraído, que ni siquiera se percató de en qué momento Derek había despertado.

– De hecho...pensaba en ti – contestó Stiles, y Derek hizo un gesto de sorpresa –. Sí, de...lo que te pasa, de tu...enfermedad rara – añadió, quitándole la emoción al azabache.

– Ah, de mi locura – Derek asintió –. ¿Qué has pensado sobre eso? ¿Debo meterme a algún hospital psiquiátrico?

Stiles negó con la cabeza.

– No aún – aclaró enseguida –. Todavía no analizo tu sangre, así que...– el castaño se encogió de hombros –. No sé con exactitud qué te pasa.

Derek se pasó una mano por el rostro; porque sí, para su sorpresa, sus manos ya no estaban atadas.

– ¿Puedes decirme cómo...fue que enfermaste? ¿Qué cosa hiciste? ¿A dónde fuiste? – habló Stiles, obligando al azabache a que lo mirara atento –. Es que, cuando nos vimos...fuera del departamento, recuerdo perfectamente que tú estabas sano – Derek asintió en silencio –. ¿Y entonces qué pasó?

BITE -Sterek-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora