Capítulo trece.

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Derek regresó a su pequeña habitación antes de las seis de la tarde.

Encontrar oscuridad, vacío, y silencio hizo que los ánimos del azabache cayeran hasta el suelo. Y es que había pasado tanto tiempo con Stiles, que Derek no pudo evitar olvidar esa cruel realidad que había entre ellos.

Solamente te ayudó porque es su trabajo como médico, pensó Derek, entrando a la habitación algo cabizbajo, y cerrando la puerta tras él.

– O porque se siente culpable.

Añadió la voz en su cabeza.

– ¿Culpable de qué? – indagó Derek, caminando torpemente hacia la cocina que seguía hecha un caos.

– De creer que estás así por culpa suya, obvio.

Derek suspiró.

– ¿Estar así? ¿Cómo? ¿Escuchando una voz en mi cabeza? – el azabache chasqueó la lengua al detenerse frente al refrigerador.

No obtuvo respuesta; ¿Cómo iba a tener una respuesta de su propia imaginación? Derek volvió a suspirar.

La habitación tenía una tenue iluminación, pues en el exterior ya estaba anocheciendo, y las luces seguían apagadas.
Al tiempo en que Derek abrió la nevera, la luz blanca de la misma obligó al azabache a achicar los ojos con molestia, y ésta última se incrementó cuando Derek se dio cuenta de que no había absolutamente nada de comida en el refrigerador.

– ¡Qué sorpresa! – expresó él, empujando la puerta blanca de la nevera para cerrarla con un golpe –. ¡Justo cuando estoy muriendo de hambre!

– ¡Sí! ¡También tengo hambre!

Derek se quedó quieto al oír la voz de nuevo.

Permaneció en silencio unos cuántos minutos, esperando por volver a oír alguna otra cosa que obviamente no volvió a escuchar.

Era tan extraño; el oír una voz ajena a la suya, ajena a sus pensamientos, ajena a sus ideas. Como si otra persona estuviese viviendo dentro de su mente, y le contara cosas que el mismo Derek no tenía en cuenta.

– Definitivamente estoy enloqueciendo – susurró él, teniendo la obligación de aguantarse el hambre al no tener comida.

Se alejó de la cocina dando pasos lentos. Agh, le dolía todo el cuerpo.
La sudoración seguía insistiendo, ya no con tanta violencia, pero el cuello de su camiseta estaba empapado, así que el sudor aún era un gran problema. Al igual que los temblores que lo atacaban repentinamente, y las náuseas que, gracias a quién sabe qué, no eran tan graves como para hacerlo vomitar.

Derek se detuvo junto a la cama, y sin dudarlo se quitó la camiseta, sintiendo un poco de frío ante el acto. Sin embargo, el azabache siguió quitándose la ropa hasta quedar desnudo.
Sentía frío, y calor; y tenía muy en cuenta que el agua de la regadera siempre salía fría porque no tenía dinero para pagar el gas, pero Derek decidió entrar al baño a darse una ducha.

Su piel estaba pegajosa debido al sudor, y Derek podía percibir que su olor no era el más agradable. Así que, no quiso seguir torturándose con eso.
En cuanto Derek estuvo debajo de la regadera, y el agua de ésta le cayó en la espalda, un suspiro se le escapó al azabache.

Su ducha no fue larga, pues a la media hora, Derek ya estaba fuera de la regadera, de pie frente al espejo. Se miraba las ojeras, y el rostro pálido. Los labios le temblaban debido al frío, y su cabello estaba totalmente despeinado.

– Estoy...del carajo – murmuró mientras se pasaba una mano por la mejilla.

Suspiró agobiado, dándose la vuelta para tomar la toalla y envolvérsela alrededor de la cintura.

BITE -Sterek-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora