Capítulo catorce.

700 97 20
                                    

Los disparos empezaron a soltarse en cuanto Ethan dio la órden. Todas las cargas eléctricas iban dirigidas hacia el torso de Derek, quien, sorpresivamente, esquivó cada una de esas cargas sin siquiera tener en cuenta que podía moverse así de rápido.

Su cuerpo se movía solo, y Derek sólo fue capaz de ver cómo, con sus propias manos, sostuvo el arma del hombre más cercano, y se la arrebató con un fuerte golpe.

– ¡Lo lamento! – exclamó Derek, al tiempo en que su puño derecho se estrellaba en la nariz del hombre con fuerza.

– ¡No pidas disculpas por defenderte! ¡Estúpido!

Gruñó Alfa, quien era el causante de que Derek estuviera peleando así. Y a su vez, Alfa obligó al azabache a que se transformara en hombre lobo.

Ethan, por su parte, salió de la habitación, aprovechando que Derek estaba distraído luchando con su escuadrón.

– ¡Kate! – llamó Ethan, poniéndose una mano sobre la oreja mientras caminaba con apuro hacia las escaleras del edificio –. ¡Encontramos a Derek, pero no será fácil atraparlo! ¡Envíame refuerzos en camionetas! ¡Ya! – exigió el guardia, pudiendo comunicarse con la científica gracias a un auricular de transmisión que traía en el oído.

Mientras, los seis hombres encapuchados seguían luchando contra Derek; entre gritos y disparos sin puntería.

– ¡En verdad lo siento! – volvió a gritar Derek, pues con su mano izquierda había tomado del cuello a uno de los hombres, y por ende, sus garras ya libres estaban enterrándose en la piel viva del hombre, causándole gritos de dolor.

No tuvo que pasar mucho tiempo para que los vecinos del azabache salieran al pasillo del edificio, asustados por todo el estruendo que se escuchaba. Pero cuando quisieron asomarse por la puerta aún abierta de la habitación de Derek, un cuerpo desangrado salió disparado hacia el pasillo, obligando a todos los vecinos a irse corriendo entre gritos de miedo.

– ¡No dejen de disparar! – gritó uno de los encapuchados, arrastrándose por el suelo en busca de su arma.

Cuatro hombres aún seguían de pie, tercos en acabar con Derek, el cual estaba perdiendo la cordura por culpa de su sed de sangre. O mejor dicho, de la sed de sangre que tenía Alfa.

Una bala de cobre salió disparada hacia el muslo del azabache, quien, debido a su labor de estar golpeando a uno de sus enemigos, no pudo esquivar tal bala.

Un rugido de dolor se le escapó a Derek en cuanto la bala le atravesó la piel. Y ante el dolor, sus ojos brillaron de un intenso rojo que causó miedo en quienes lo observaban.

– ¡Maldita sea! – gruñó Derek, ignorando el hecho de que su piel se regeneraba inmediatamente.

Enseguida se acercó al hombre que le había disparado, y sin piedad alguna, le apuñaló el pecho con las cinco garras de su mano derecha.
Levantó al hombre con su fuerza bruta, y con un rugido, lanzó el cuerpo hacia los otros dos hombres que yacían de pie cerca de la ventana.

Los dos encapuchados se tiraron al suelo para esquivar al cuerpo de su compañero, el cual siguió su trayectoria hasta estrellarse contra el cristal de la ventana, que se cuarteó ante el golpazo.

– ¡Derek, vámonos de aquí!

Sugirió Alfa mientras el azabache observaba la habitación con algo de miedo. Los pocos muebles que habían en el lugar estaban rotos, y varios rastros de sangre decoraban el suelo. Las armas yacían tiradas sin orden alguno, y los dos hombres restantes estaban temblando del miedo, arrinconados al final de la habitación.

BITE -Sterek-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora