II

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El partido transcurría, y todo pintaba en terminar en empate, cero a cero, los hinchas estaban dentro de todo muy tranquilos, hasta que cobraron penal para River a sólo minutos de terminar. Gol de River, la locura se desató. Se tuvo que suspender, porque comenzaron los incidentes de parte de los bosteros.

Renato estaba tratando de irse lo más rápido posible, porque si lo llegaban a agarrar lo mataban, literalmente. Así es el fútbol argentino, una locura, un peligro muchas veces. El castaño corrió, hasta su auto, pero se sorprendió cuando encontró las ruedas de éste pinchadas, unos hombres aparecieron y lo acorralaron, fue insultado de arriba a abajo «mierda, tendría que haberme sacado la camiseta, o sacarle las calcomanías de River a mi auto» pensó, cuando sintió el primer golpe en su cara, la sangre comenzó a bajar de su ceja, hasta su labio, otro golpe más en la boca, ya comenzaba a sentir el gusto a sangre, esperó el tercero con los ojos cerrados, deseando que todo termine de una vez, pero el golpe nunca llegó.
Abrió los ojos, y vio cómo los tres hombres eran golpeados por un chico, con la camiseta de Boca también, Renato miró la situación completamente extrañado. Cuando los tres abusivos se fueron corriendo, el rizado se dio vuelta, y finalmente pudo ver de quien se trataba, era el chico con el que había chocado en el comienzo del partido.
¿Estás bien? — preguntó — Sí, sí. Me duele un poco acá, pero estoy bien. Gracias — contestó Tato, tocándose el labio. — ¿Ese es tu auto? — el rizado volvió a preguntar — Sí, estoy re jodido — dijo, con una risa sarcástica.
Veni, vamos, te llevo. Ah, me llamo Gabriel — habló. Quattordio se quedó parado, viendo como se alejaba hacia su auto — ¿Venis? ¿O vas a esperar a que tu auto se arregle mágicamente? el castaño salió del trance, y se acercó, para subirse al vehículo.

Gabriel: ¿Dónde vivís?
— Renato: Don Torcuato.
— Gabriel: Mierda, un viajecito. ¿Cómo te llamas?
— Renato: Renato.
— Gabriel: Lindo nombre.
— Renato: ¿Por qué me ayudaste?
— Gabriel: Si no te ayudaba te mataban, y no iba a cargar con eso en mi cabeza.
— Renato: Gracias.
— Gabriel: No pasa nada.
— Renato: No, posta, fuiste muy lindo.

Se detuvieron gracias al semáforo que estaba en rojo. Un silencioso invadió el vehículo. El pequeño tocó su mano, mirándolo a los ojos, Gabriel pudo sentir una especie de corriente eléctrica que recorrió su cuerpo, cuando sintió el tacto, sin darse cuenta, estaba mirando sus labios.
«Mierda, es hermoso, realmente hermoso» pensaba, y las bocinas lo sacaron de sus pensamientos. El semáforo estaba en verde. Rápidamente volvió su vista a el camino, y Tato soltó una risita.

Durante el rato que duró el viaje, no dejaron de hablar, se contaron cosas suyas, las edades, a que se dedicaban, y los que más les gustaba hacer, una vez que llegaron a la casa del menor, se despidieron — Bueno, un gusto Gabi, gracias por salvarme — dijo entre risas
No fue nada. Nos vemos — le respondió con una sonrisa — Espera ¿Me podes pasar tu número? — preguntó el castaño, tocándole la mano, y ahí estaba esa sensación en el cuerpo del rizado — Obvio — contestó.

Una vez que intercambiaron los números, cada uno se dirigió a su hogar, eran tan diferentes, pero había una cosa en común, ninguno dejaba de pensar en el otro.

Polos opuestos {Terminada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora