XXIII

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Volví porque estoy enamorado de vos Gabi — confesó al fin con una sonrisa de resignación, mezclada con un poco de temor, porque estaba asustado, asustado de que Gabriel ya no lo quiera, después de todo habían transcurrido ya cuatros meses y medio, desde la última vez que habían tenido algún tipo de comunicación. Si bien Renato esperaba más un rechazo que un "Yo también estoy enamorado de vos" no obstante, Gabriel ya estaba en su brazos, escondiendo el rostro en su cuello, y lo mataba de amor, era hermoso como a pesar de que era seis años mayor que él, su estatura era menor que la suya, haciendo que el rizado encaje perfectamente entre su clavícula y su cuello.

Estuvieron así, estáticos durante varios minutos, sin gesticular palabra alguna, ya que ese abrazo decía todo lo que necesitaban saber.

El llanto del pequeño hizo que se separen — ¿Qué hago? — preguntó preocupado Gabriel — Hay que cambiarle el pañal. ¿Trajiste? — dijo recostandolo en la camilla — Sí, están en ese bolso, ahí te los traigo — respondió caminando hacia la mochila que había preparado antes de venir al hospital.
Toma — le entregó el paquete.
Renato lo miró confundido

No estaras pensando que voy a cambiarlo yo.

— Por favor, te juro que no sé, estoy cagado, tengo miedo de hacerlo mal.

Renato lo miró, y la realidad era que ya no podía negarse a nada con él, así que tomó los pañales en sus manos, y comenzó a cambiarlo.
Gabriel lo miraba maravillado, era increíble como Tato era bueno para cualquier cosa, amaba eso de él, que sepa amoldarse a cualquier tipo de situación, sea la que sea. — Ya está, limpito — y le entregó al pequeño en sus brazos.

Gabriel Gallicchio, logramos estabilizar a su amiga, ahora hay que ver como evoluciona — dijo el doctor, entrando a la habitación, interrumpiendo la situación — ¿Está fuera de peligro? — preguntó todavía con Ian en sus brazos. — Aun no, pero hay que tener esperazas. Usted se puede quedar con su hijo ésta noche, pero su... amigo, tiene que irse — le contestó, sin saber como dirigirse a Renato. — No, por favor, no puedo hacer esto yo sólo, necesito que se quede — habló implorando al médico
Disculpeme, pero sólo uno puede cuidar a Ian. Lo siento. — contestó saliendo de la habitación.

No te vayas — dijo el rizado, mirando al menor — Sabes que no puedo estar acá. Mañana vuelvo a primera hora, vos quedate a cuidar a éste bebote que es casi tan hermoso como vos — habló, depositando un pequeño beso en el cachete del mayor. — ¿Me prometes que no te vas? — preguntó con vacilación en su habla. — No me voy más. Chau — dijo saliendo del lugar, dejando a un Gabi sonriente con su hijo en brazos.

Polos opuestos {Terminada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora