Tentación Oscura [+18]

CAPÍTULO 20: Este estúpido juego

¿Cuanto dolor era capaz de soportar el corazón humano? La lluvia seguía empapando su conjunto, notando como se pegaba a su piel. Apretó la chaqueta que llevaba sujeta en una de sus manos. ¿Por qué su pecho dolía tanto? La imagen de su jefe poseyendo el cuerpo de esa mujer encima del escritorio hacía que la fuerte presión en su pecho empeorara cada vez más. Debía darle igual, ella solo había sido una empleada más, una empleada enferma y paranoica, imaginando que el rico y famoso CEO era el padre de su hijo. Era una maldita loca cobarde. Las relaciones íntimas de su jefe debían darle igual, ¿Acaso se creía con derecho a algo? ¿Acaso habían tenido algo? Al pensar en eso, el recuerdo de los íntimos y ardientes besos que habían compartido aún la aturdían, obligándose a no pensar en ello. Tan solo había sido un desliz, seguramente para ser un nombre más en su larga lista de conquistas. Se mordió el labio inferior. Era madre, con una enfermedad incurable. No podía dejar que nadie cargara con esa responsabilidad.Una sonrisa amarga ocupó sus labios. No podía evitar darle las gracias interiormente. Jamás había pensado que fuera capaz de avanzar varios pasos en su terrible fobia a los hombres. Había conseguido ser capaz de mantener algo más que una conversación.

De repente notó como era observada, mirando a su alrededor por ello. Se encontró con unos ojos verdes y calculadores que la miraban atentamente. Observó unos instantes a la exuberante mujer de larga melena roja y ondulada vestida con una larga gabardina oscura y altos tacones. Un paraguas abierto y sujeto por ella la protegía de la lluvia. No pudo evitar sentir que le resultaba familiar. Sacudió la cabeza apartando la mirada de ella, viendo como un taxi se detenía en la parada.

Antes de que pudiera avanzar varios pasos notó como una mano agarraba su hombro deteniéndola, mientras otra persona aprovechaba y se subía al taxi.

- ¿Qué...? - se volvió encontrándose con la mujer, notando como el paraguas que ella sujetaba las cubría a ambas -

- Eres Anastasia, ¿verdad? - no pudo evitar sorprenderse que la atractiva mujer la reconociera -

- ¿Nos conocemos? - vio como los labios de ella maquillados de un rojo intenso formaban una media sonrisa, y sus ojos verdes se entrecerraban levemente -

- Podría decirse - la miró confundida sin tener ni idea de quien era, aún sin poder quitarse de encima la sensación de resultarle familiar - Soy la prometida de Aarón -

Abrió los ojos como platos sintiendo como el fuerte dolor en su pecho sacudía su cuerpo de repente, ahogándola. Se llevó una mano al pecho viendo como la mujer la seguía mirando esta vez inexpresiva. Inclinó el rostro jadeante mirando al suelo, sintiendo como a la vez sus ojos se humedecían. ¿Qué le estaba ocurriendo? Jamás se había sentido así.

- ¡Anastasia! - sintió cómo su cuerpo se paralizaba escuchando la voz de la persona que menos quería ver en ese momento -

Alzó el rostro con los ojos abiertos de par en par viendo como su atractivo jefe se acercaba corriendo hasta ellas, respirando agitadamente.

- ¿Aarón qué...? -

Vio como el hombre ignoraba a la atractiva mujer de su lado apartándola a un lado notando como la envolvía con sus brazos.

- ¿Se puede saber que significa esa maldita carta de renuncia? ¿Acaso te he dado permiso para renunciar? ¡No lo acepto! - sentía como su cuerpo entero temblaba entre los enormes brazos de él, escuchando los frenéticos latidos del corazón masculino contra su pecho, pegada a este - Lo de antes tan solo....-

Consiguiendo reaccionar, lo empujó con toda la fuerza que pudo deshaciendo el agarre y notando cómo cedía. De reojo pudo ver que la mujer se había apartado de ellos. La lluvia seguía empapando su ropa, helando su cuerpo. Pudo ver como el caro traje de su jefe empezaba a empaparse, al igual que los oscuros mechones mojados de su pelo se pegaban a su frente.