CAPÍTULO 50: Déjame hacerte recordar

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- Aún no hay noticias? -

- No señora - resopló frustrada levantándose del cómodo sofá dándole la espalda al impasible sirviente -

Ya habían pasado varios días y seguía sin noticias de Asmodeo. Los sirvientes más cercanos a él eran completamente inaccesibles y fieles a él, cosa que la volvía loca. ¿Debía ir al mundo humano con él? Se mordió ligeramente la punta de la uña pensativa. Estaba segura que no le gustaría demasiado.

-¿Señora? - volvió la atención al sirviente vestido con un traje negro -

- Si, si - se pasó una mano distraídamente por la larga melena rojiza suspirando - Avisa al chófer que en media hora esté listo, quiero ir al centro - el sirviente asintió y se retiró de la sala silenciosamente -

No podía comportarse de esa manera estúpida e insegura. Era Lilith, la súcubo del poderoso Rey Demonio, Asmodeo.

Después de darse algunos retoques con el maquillaje, cambió su delgado batín translúcido de lencería de seda por un corto, estrecho y brillante vestido dorado que marcaba cada curva de su cuerpo, destacando sus desarrollados pechos con el escote en forma de corazón y dejando a la vista la extensa la piel desnuda de su espalda al igual que las largas piernas sin cubrir hasta medio muslo. Terminó de abrochar el vistoso collar de diamantes en su cuello a conjunto con los pendientes y la pulsera para finalmente colocarse los altos tacones negros de aguja.

Después de coger el pequeño bolso con brillantes, salió del espacioso vestidor para dirigirse a la entrada, donde le esperaba el chófer.

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Dió un pequeño sorbo a la redonda copa de cristal que sujetaba entre los dedos, saboreando el caro tinto Pinot Noir que viajaba por sus papilas gustativas. Notaba perfectamente todas las miradas de los humanos en ella, sin poder evitar disfrutar de ello. Añoraba la estancia en la tierra. Los demonios guardaespaldas la acompañaban a todas partes, ya que ahora su categoría en el infierno era tan elevada, privándola de muchas libertades, era el único inconveniente. Aún sin estar completamente pegados a ella, siempre sabían como actuar y disuadir a cualquier humano que quisiera acercarse a ella.

En el exclusivo Club donde se encontraba tan solo asistía la élite de la élite entre los humanos, cosa a lo que ya estaba acostumbrada desde antes.

- Añádalo a mi cuenta -

- Invita la casa - no pudo evitar sonreír consciente de la atracción que causaba en los humanos -

- No es....- fué incapaz de terminar la frase ya que su mente quedó en blanco -

Delante suyo, vestido con un elegante traje negro y camisa blanca, unos ojos profundos ojos grisáceos que conocía muy bien la miraban fijamente. El rubio e indomable pelo rubio que recordaba, estaba perfectamente engominado hacia atrás despejando el rostro y dejando a la vista los definidos y atractivos rasgos de piel blanca.

- ¿Pero qué...? - antes de poder seguir hablando, vio como el atractivo hombre rubio rodeaba con rapidez la barra situándose a su lado, sujetando con firmeza su muñeca de repente y obligándola a seguirlo. El dejavú fué demasiado intenso, haciendole recordar algo que tenía encerrado y guardado bajo llave en su interior -

Su espalda entró en contacto con la pared de la pequeña habitación donde se guardaban utensilios de limpieza, donde cabía una persona y escasamente dos. El ancho y musculoso cuerpo apresaba el suyo con los brazos masculinos a cada lado y las manos apoyadas en la pared. Tuvo que alzar el rostro tragando saliva nerviosamente, encontrándose con los intensos ojos grisáceos fijos en los suyos. Lo único que se escuchaba eran sus aceleradas respiraciones, sin que ninguno de los dos rompiera el denso silencio.

Tentación Oscura [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora