La fierecilla 3

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Estábamos en la tercera semana de mayo y el calor apretaba. Empezamos bien pero completamente desconcentrado. No íbamos a ningún sitio con la lección. Le cogí y tiré de él hacia mí. Aterrizó sobre mi regazo y empecé a darle unas palmadas en los glúteos. No me esforcé demasiado para que no doliera, aparte que con un pantalón vaquero no le podía doler. Después de unos minutos le dejé que se levantara.

-Te ha dolido?

-No! Contestó contento.

-Pues entonces seguiré. Juan se rio. Se lo tomó como un juego. Me fui a orinar. Esperó en el umbral de la puerta. Antes le había dicho que tenía que lavarse las manos. La limpieza no era su fuerte. ¡Puedes pasar, estoy meando! Enseguida termino.

-No. Espero.

-No me importa. Cuando estamos mi hermano y yo en casa también lo hacemos. No pasa nada. Insistió en no entrar. Parecía muy vergonzoso para algunas cosas.

Reanudamos y efectivamente mejoró y aprobó el test muy bien. Me acompañó al entrenamiento que tenía esa tarde. El entrenador para alevines dijo que era bastante tarde, pero si quería entrenar, por él no había inconveniente. El año siguiente le mantendría en esa categoría hasta final de año. Se le iluminó la cara.

Así nos fue durante todo el mes de mayo. Finalmente le cogí cariño. Alguna vez dejé que ganara. Y a veces íbamos al entrenamiento, aunque fueran en zonas distintas. Al final Juanma era un chico agradable, le había juzgado mal. Era demasiado despreocupado con los estudios, pero progresaba estupendamente. Quizás son de esos niños que necesitan que alguien esté pendiente de ellos, porque cada vez acertaba más las preguntas.

Primera semana de junio. Juan abrió la puerta cabizbajo. No lo entendí. Había estudiado bien las últimas semanas, incluso había subido el nivel. La madre me prometió que me iba a dar una buena gratificación si aprobaba el curso. Y pintaba bien. Cuando nos sentamos me lo mostró. Tenía un suspenso del último trabajo de inglés. ¡Un uno! No me lo podía creer, si dominaba todo de pe a pa.

-No veas lo que me va a decir mi madre, chillará durante horas cuando venga esta noche.

-Quítate el pantalón, ahora mismo. Le ordené. Tenía un coraje mayúsculo. Con este suspenso estaba prácticamente todo el curso suspenso. Adiós a la gratificación.

Juanito estaba decepcionado consigo mismo y sabiendo lo que le esperaba por parte de su madre que cuando me vio así, obedeció sin pensarlo. Seguramente no quería otro problema más.

-Ven aquí inmediatamente. Dije alzando la voz y le mostré mi regazo. Estaba nervioso por su fallo. Se colocó sobre mi regazo sin pantalón y se apoyó con las manos en el suelo.

-Sabes lo que significa eso?

-Que la he cagado! Dijo casi tartamudeando.

-Hasta arriba! Le bajó el calzoncillo. Protestó, pero le grité con tanta fuerza que se calló.

Empecé a darle azotes en sus glúteos. Reconozco que al principio estaba furioso y empecé a golpearle con mucha fuerza. Al cabo de un ratito ya estaba gimiendo y pidiendo que parase.

Le ignoré, estaba tratando de resarcirme de la falta de gratificación. Aparté las manos como hacía mi padre y finalmente le sujeté su muñeca derecha con mi mano. Seguí pegándole.

Me rogó que parase. Me juró que no volvería a suspender.

Empezó a manifestarse el color rojo en los glúteos. Era bonito. Me encantó. Paré un poco para ver mi obra. Podía observar cada folículo de pelo que tenía. Eran pelitos rubios minúsculos. Le seguí dando azotes, pero con menor intensidad. Estaba notando una erección y no quería que se notara. El color rojo se notaba ya por ambos glúteos. Fui disminuyendo la frecuencia.

Me hubiera hecho un paja inmediatamente. Pero estaba Juanito. Estaba llorando.

Le ayudé a incorporarse. Con esa cara tan roja me daba pena. Me había pasado.

-Venga, no es para tanto. Vamos a estudiar ahora. Lávate la cara y empezamos en un momento. Juan asintió con la cabeza. Me había pasado. Tampoco quería hacerle tanto daño, pero si hubiera sido por mí al principio le hubiera dado con cualquier cosa. Mi padre lo hacía así. Volvió al cabo de un rato.

El resto de la hora se esforzó al máximo. Noté que estaba desesperado por complacerme en el estudio. Alcanzó en inglés un aprobado 5/10 y en las demás materias un notable, rozando un sobresaliente. Estaba muy satisfecho. Quizás había esperanza.

-Lo has hecho muy bien. Estoy orgulloso de ti. Te has esforzado mucho.

Se notaba, estaba cansado del esfuerzo, pero seguía visiblemente preocupado.

-Qué te pasa. Le pregunté extrañado.

-Cuando venga mi madre no me pondrá ni de comer. Estará chillando...

Le ordené callar. Tenía ya tanta autoridad y después de la tunda que le había dado, obedecía sin pensar.

-Hoy te has esforzado mucho. La has cagado a base de bien, pero hoy te has portado. Hoy no hay castigo. ¿Te acuerdas de esa tele tan grande que hay junto a la consola? Juan asintió.

-Vete cargando NBA, que voy a bajar enseguida. Avisa cuando esté todo listo. Un instante después vi como un calzoncillo que tapaba casi todos los glúteos se alejaba, pero dejaba ver un tono de piel rojo.

Seguía empalmado. Vi otras firmas de la madre de Juan. No era nada difícil de imitar. Tras varios intentos lo hice. Le llamé y vino enseguida.

-Toma. No vuelvas a cagarla gilipollas. Esto quedará entre tú y yo, ¡entendido!

Juan vio lo que había hecho y se quedó estupefacto. Parecía infantil con esa expresión.

-Venga, vamos a echar una partida. Te voy a dar un repaso que no vas a saber ni cómo te llamas.

-Mentiroso. Vas a flipar colega.

La fierecilla domada por Adri 1 y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora