I

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   Pete estaba sentado.
   Sí, sentado.
   Sentado y llorando.

Hoy se cumplían dos meses desde que Ae y él terminaron. Hoy también cumplirían dos años desde que salían. Hoy... era otra de esas noches en donde no conciliaba el sueño y lloraba como un bebé.

Su madre tenía razón, el aún es un bebé. No sólo para ella, sino que también ante otras cosas. Como el ahora.

Envuelto en sus sábanas y con el rostro ardiendo, se abrazaba a sí mismo sin saber cómo consolarse y calmar sus temblores.

Está sobre su cama, sucumbido en la oscuridad de su habitación. La débiles luces de fuera no aclaraban mucho esta y los colores grises, blancos y pasteles de sus muebles, ropa y piso apenas se diferencian. Poco le importaba pero su mente divagaba de aquí para allá cuestionando cosas y lo que rastrean sus nublados ojos.

Sorbió su nariz y se recostó otra vez con movimientos bruscos. Estaba estresado y muy cansado de aquello, de lo anterior, de todo. Soltó un bufido mezclado con un pequeño gimoteo y cerró sus ojos, tratando por segunda vez en la noche de conseguir descansar bien.

---Ja...

Se burló bajito y de sí mismo, con los ojos cerrados.

¿A quién engañaba? Incluso si Ae le sugirió, en el momento de la despedida, que debería olvidarle, no podría aunque quisiese.

Olvidar y desechar no eran una opción en su cerebro, y no sólo su cerebro. Porque aquel hombre al parecer nunca comprendió que no sólo estuvo presente únicamente en su cabeza. ¿Y el corazón? ¿Y su alma? ¿Y su cuerpo? Su corazón y su alma creían haber encontrado a su gemelo y su cuerpo, pues sólo se enamoró de todo lo que hicieron cuando estaban juntos.

No sólo las caricias, besos y abrazos y cualquier toque físico. También estaba todo lo demás, sus miradas, sus palabras, sus sentimientos.

Y claro.

    "No todo es Rosa Pete" 

Recordó la frase del chico encantador y desalmado. Obviamente sabía que no todo era Rosa, aunque no le molestase el color, el Rosa era lindo, el nunca fue un chico pre-juicioso y estereotipado. Si fuece así, ni siquiera se le hubiese pasado por la cabeza aceptar la ayuda de Ae, ni su cariño ni sus caricias ni nada.

No era Rosa pero por él, que le pusiera el color que quisiese. El arcoiris en todo su esplendor.

    Incluso el negro.

   Negro, negro y oscuro como su habitación.

Y así estaba todas las noches. Algunas lograba dormir, pero el cansancio y el dolor de su cabeza no pasaban. Como si su organismo le gritara: Aún estás mal Pete, no te creas.

Recordaba uno por uno todo sus recuerdos y luego volvía a lo trivial.

---Bien. . . Excelente, ahora tengo ganas de ir al baño.

 Pete podría ser un adulto, alto, delgado y muy apuesto por lo que ha escuchado en el baño común de la Universidad, y lo que ha leído allí también; mas, la oscuridad aún lo aterraba hasta causarle escalofríos.

No queriendo ver donde iba para no toparse con figuras extrañas creadas por la luz de afuera y el desastre que tenía por cuarto. Se tapó los ojos y avanzó usando su otra mano extendida. Agradeció conocer muy bien su departamento, porque no se golpeó con nada y su dedo meñique del pie seguía intacto. Sí, el se preocupaba por ese dedito, ya que el pobre tenía muy mala suerte y dolía como un demonio a pesar de ser tan pequeñito.

   El dedo, no él.

Sonrió por inercia de su propio chiste y de lo sucio que sonó. Recordó lo obsceno que se había vuelto por culpa de Ae, y lo pervertido obviamente. Pero no se arrepentía, es más, creía que ahora todo tenía un doble sentido y eso le daba una infinita gracia. Una felicidad pequeñita se presentó en su pecho por el momento, hasta que se difuminó en un instante.

Su brazo extendido no llegó a la puerta de su baño, esta tocó un pecho cubierto por una camisa. Sintió su corazón agotarse del susto y como el latir de la persona bajo su tacto también cambiaba su frecuencia.

Era una persona. Tenía que serlo. El no creía en monstruos. Era un miedoso y llorón pero no un idiota.

Además.

Conocía demasiado bien ese tacto. Le era malditamente familiar.

---Pete.

No era cierto. [Ae&Pete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora